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Columna
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De pandereta

El señor Aznar no quiere una España de pandereta, según declaró desde los Estados Unidos. Pues trabajo tiene. Y puede empezar por sí mismo. Porque, ¿no es una España de pandereta la que tiene un presidente de Gobierno que se regocija y divierte teniendo en vilo a todo su partido, y a la ciudadanía, esperando a ver cuándo tendrá a bien decidirse a nombrar al que ha de sucederle? ¿Pero qué broma es ésta? ¿En qué país democrático sería permitida una situación tan grotesca, tan de España de pandereta? Como también es de pandereta la España que propugnan el señor Aznar y su partido, apoyado por sus columnistas y tertulianos radiofónicos, una España que nada tiene que ver con la realidad, una España que la quieren sin nacionalistas (¿cómo piensan librarse de ellos si a través de las urnas no pueden?), una España uniforme -¿y uniformada?- una España grande, una España libre, una España... de pandereta, cuya única variedad que le reconocen es la de sus bailes y cantos regionales, es decir, la de sus "coros y danzas", tan añorados por algunos. ¿Y no es una España de pandereta la que se permite tener un Fiscal General multiusos a las órdenes del Gobierno? Como es una España de pandereta la que se distrae con las televisiones basura mientras la desinforman con los telediarios de las cadenas públicas, la estatal, las autonómicas y alguna privada. No hablemos, ya, de la boda escurialense de la hija del señor Aznar. Antonio Burgos escribía esto el otro día refiriéndose a quien vaya a ser su sucesor: "Sólo le pediría que eligiera un sucesor sin hijos. O, si los tiene, que sean aún pequeños, que no tengan edad de montarle una boda en El Escorial. Es lo que antes hay que mirar en Rajoy, en Rato, en Mayor, en Gallardón. ¿Tienen hijas casaderas que puedan exigir al padre una boda de caprichito ridículo?". ¿Caprichito ridículo? ¡Y tan ridículo! Como que fue una horterada. Una boda digna de esa España de pandereta que el señor Aznar no quiere, que detesta. ¿Detesta? Pero si la lleva metida en lo más íntimo de su ser. Si él mismo es un estupendo representante de esa España.

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