La tripulación del 'Columbia' vivió durante un minuto la catástrofe
La comisión investigadora emitirá el próximo mes sus conclusiones finales
Los siete astronautas del trasbordador Columbia fueron conscientes durante un minuto de la inminente catástrofe en la que perecieron el pasado 1 de febrero. La cabina fue lo último en desintegrarse, según un nuevo análisis de los datos registrados en una de las cajas negras, filtrado a la prensa por fuentes cercanas a la comisión investigadora. La tripulación trató de recobrar el control manual de la nave en los últimos dos segundos, pero ya era tarde.
La comunicación del Columbia con el centro espacial de Houston se perdió a las 9 de la mañana, 16 minutos antes del previsto aterrizaje en Cabo Cañaveral (Florida). El Columbia viajaba a 18 veces la velocidad del sonido y a más de 60.000 metros de altura sobre Texas cuando empezó a desintegrarse. Primero se desprendió el ala izquierda, luego la cola, la parte central y, por último, la cabina.
La fortaleza de la cabina sugiere a los expertos la posibilidad de crear un sistema de salvación que salga despedido ante problemas graves. Pero costaría miles de millones de dólares y la NASA, con déficit crónico, se ha limitado a decir que estudia varias posibilidades.
La agencia espacial estadounidenseya había instalado un sistema de deslizamiento tras el accidente del Challenger, en el que los astronautas también pudieron sobrevivir a la explosión durante más de un minuto y morir al estrellarse en el mar. La vía de escape adoptada después del Challenger resultó inútil para el Columbia, porque sólo sirve cuando el trasbordador viaja más lento y está a menos distancia de la Tierra.
Últimas palabras
A las 8.59 y 28 segundos el comandante del Columbia, Rick Husband, dijo las últimas palabras: "Roger, uh". Pero la llamada caja de sistemas experimentales de apoyo siguió grabando hasta las 9 horas y 19 segundos. El contenido de esos momentos finales de la vida de los siete astronautas permanece secreto.
La comisión investigadora guarda celosamente todos los detalles, hasta el punto de que las partes recuperadas de la cabina se recomponen en una sección diferente a la del resto del trasbordador, en una nave gigante del centro espacial Kennedy de Cabo Cañaveral, a la que no se permite el acceso a la prensa.
En su última comunicación el comandante Husband respondía a los controladores del centro, que le habían indicado que algunos sensores de temperatura indicaban una inexplicable subida. Luego se determinó que los gases abrasivos de la reentrada a la atmósfera que destruyeron el Columbia ya llevaban 14 minutos penetrando por el ala izquierda. Habían entrado por una grieta causada por el impacto de un pedazo de gomaespuma que se había desprendido del depósito de combustible en el lanzamiento del 16 de enero. En los días siguientes los ingenieros de la NASA debatieron los riesgos, pero concluyeron erronámente que no eran graves.
Las responsabilidades derivadas de esa decisión han abierto una autétentica caja de Pandora en la NASA.
La agencia espacial estadounidense está ahora bajo el escrutinio del Congreso, que ordenó que la investigación sobre las causas del accidente la condujera un comité independiente que, encabezado por el almirante retirado Harold Gehman, emitirá su informe final en agosto.
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