La gratuidad como modelo económico del WiFi
QUIENES PERDIERON SU CAMISA en el derrumbamiento de las puntocom parecen no haber aprendido nada. Los capitalistas de riesgo están metiendo hoy mucho dinero en empresas especializadas en WiFi, la tecnología de comunicación inalámbrica, aun cuando ningún modelo económico sólido se ha encontrado [Ciberp@ís del 10 de julio]. El hecho es particularmente claro en el caso de quienes apuestan por los puntos de acceso públicos a los cuales basta con acercar un aparato debidamente equipado para conectarse a Internet. Starbucks, por ejemplo le pidió a la empresa T-Mobile que equipara más de 2.000 de sus cafés en EEUU, con un éxito limitado ya que la conexión cuesta 6 dólares por hora mientras, no muy lejos, los puntos de acceso gratis ofrecidos tanto por activistas como por hombres de negocios, se multiplican.
Ciudades enteras, como Long Beach en California, decidieron ofrecer cobertura completa de puntos de acceso gratuitos para atraer más visitantes
La gratuidad del WiFi es un modelo económico. Los usuarios no pagan para conectarse, pero el servicio está incluido en la oferta y se vuelve un factor de atracción
WiFi es básicamente una tecnología barata que se impuso inicialmente afuera de las redes comerciales. Después de instalarla en la sede de algunas empresas informáticas de Silicon Valley, grupos de tecnófilos empezaron a equipar su casa y luego su vecindad. Su éxito se explica en parte por que permite compartir con los vecinos una línea de alta velocidad para acceder a la red. Posteriormente, los Freenetworks (redes libres y gratuitas) se constituyeron para instalar puntos de acceso de manera sistemática y cubrir así ciudades enteras.
Los promotores de la gratuidad disponen de argumentos sólidos. "Las presiones para tener puntos de acceso gratis provienen de muchas direcciones" nos explicó Tim Pozar, promotor del movimiento en San Francisco. Además del coste de la suscripción y de que los usuarios tienen que suscribirse a varios servicios dado que ninguno tiene una cobertura amplia, "las tiendas están empezando a instalar puntos de acceso gratis. Los cafés descubren que permite vender más cafeína", agrega Pozar.
El ejemplo que más llama la atención es probablemente el Café Herkimer, en la misma Seattle, ciudad de Starbucks. La gratuidad en este caso no es asunto de militantes. Es concebida como un modelo económico competitivo. De hecho, el servicio se paga con la clientela que atrae. Algunos estudios muestran que en un café, por ejemplo, se paga un 0,5% adicional en ventas por una instalación estimada en unos cientos de dólares y por la factura mensual de acceso (varía entre 40 y 80 dólares). Un hotel mediano necesita una instalación más costosa, que puede ser cubierta en aproximadamente un año.
Los servicios públicos participan. Ciudades enteras, como Long Beach en California, decidieron ofrecer cobertura completa de puntos de acceso gratuitos para atraer visitantes [En España, por contra, la CMT critica que que los organismos públicos den este servicio gratuitamente].
Piensan que el servicio WiFi es parte de los gastos de operación y que lo pagan los clientes adicionales que atrae. La experiencia muestra que en los cafés, quienes usan WiFi tienden a ir a horas de menos público. Para hoteles y ciudades es un factor que atrae conferencias o convenciones.
Los usuarios no pagan para conectarse, pero el servicio está incluido en una oferta diversificada y se vuelve factor de atracción, o como dicen en la jerga de los negocios "un diferenciador".
[La pasada semana, McDonald´s empezó a dar WiFi gratis comprando una Big Cheeseburger].
Todavía hay lugar para puntos de acceso de pago, estima Pozar. "Ciertas zonas tales como el interior de edificios públicos son difíciles de equipar con puntos de acceso gratis. Los aeropuertos son candidatos de primera para firmar contratos exclusivos con una empresa de puntos de acceso". Pozar está convencido que el ofrecimiento de servicio gratuito por comunidades, comerciantes y ciudades "de cierta manera mata el modelo económico de algunas de esas empresas". Llegamos así a la aparente paradoja de una posible crisis de quienes invierten demasiado en una tecnología que conoce un enorme éxito y tasas de adopción excepcionales.
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