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Reportaje:

La globalización y el dominio de Estados Unidos

Varios catedráticos y especialistas alertan en un debate contra la confusión de intereses entre el mundo político y económico

Luis R. Aizpeolea

El mundo camina de la globalización hacia un dominio unilateral y peligroso tras los atentados del 11-S. Las conclusiones de ese unilateralismo, marcado por el dominio del Gobierno de George W. Bush, son una marcha atrás en la historia con la vuelta al nacionalismo económico en EE UU, la multiplicación de organismos con mucho peso decisorio y sin control -incluidos los bancos centrales- y la confusión de intereses entre el mundo político y el económico.

Esas fueron algunas de las conclusiones del debate de ayer en El Escorial sobre Democracia y gobernanza, en el que participaron el profesor del Instituto de Estudios Sociales Ludolfo Paramio, la catedrática de Filosofía Amelia Valcárcel, el catedrático de Ciencias Políticas Fernando Vallespín y el director de la Escuela de Periodismo de EL PAÍS, Joaquín Estefanía.

Éste abrió el fuego con la afirmación de que "el principal enemigo del sistema capitalista lo tiene dentro al carecer de normas". Y describió cómo, tras ganar Bush las elecciones, se ha reducido sensiblemente la inversión exterior, ha proliferado la contabilidad creativa en las empresas y se han abierto "pasarelas entre el mundo político y económico con la participación en el Gobierno de EE UU de políticos con intereses petrolíferos".

Este "mundo peor", como lo calificó Paramio, de carencia de normas y de confusión de intereses políticos y económicos, lo trasladó a Latinoamérica al resaltar cómo un político "caótico y corrupto", como es Menem, estuvo a punto de ganar las elecciones en Argentina. Vallespín lo trasladó a Europa con la figura de Berlusconi. Y Amelia Valcárcel reabrió un nuevo debate al señalar: "Algo pasa para que un personaje como Berlusconi, en el que se confunden los intereses privados con los políticos de una manera alarmante, sea presidente de la Unión Europea".

El debate saltó enseguida a la situación de España al preguntar Valcárcel: "¿Cómo es posible que después del desastre del Prestige y de la guerra de Irak los españoles no hayan castigado al Gobierno del PP en las elecciones municipales del 25-M?". La propia Valcárcel respondió: "Creo que esto ha pasado porque hemos ido a manifestarnos contra la guerra y por el desastre del Prestige para decir que nosotros somos inocentes, pero no a dar una lección a los responsables y a cambiar la situación, porque en el fondo pensamos que las cosas van bien porque la economía va bien".

Vallespín responsabilizó de la situación a la ausencia de un debate público en España sobre la política. "El espacio público español está al nivel de la Italia de Berlusconi", precisó, y también atribuyó la ausencia de responsabilidades a "cierta banalización del sistema" y a que "vuelve a venderse bien la política del poder y lo que se llama eficacia de la gestión".

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Paramio cree que la respuesta y la exigencia de responsabilidades a los políticos debe plantearse desde la ética individual, que puede culminar en una reacción colectiva ante los acontecimientos. A su juicio, los problemas políticos y sociales que se están suscitando tras la guerra en Irak son el comienzo del fin de una fase del capitalismo. Y terminó con ironía: "Bush es un bolchevique infiltrado para acabar con esta fase del capitalismo".

Delors y 'King Kong'

Los estudiosos sobre los controles democráticos coinciden en que es difícil apuntar soluciones ante una situación nueva como la que se plantea en un mundo que marcha de la globalización al dominio unilateral, marcado por el Gobierno de George W. Bush. Precisamente, a esta impotencia atribuyen una buena parte del descontento existente en la ciudadanía sobre la política y la cadencia de una exigencia de responsabilidades políticas a los gobernantes por los errores en su gestión.

No obstante, Joaquín Estefanía, director de la Escuela de Periodismo de EL PAÍS, sacó a colación la propuesta del ex presidente de la Comisión Europea Jacques Delors, favorable a la creación de un Consejo de Seguridad Económica en el que participasen no sólo los países más poderosos del mundo -integrantes del G-7- sino también el G-20 y otros organismos representativos de los países pobres, como Mercosur, para dotarse de un control democrático frente a las multinacionales que operan de modo transfronterizo.

El profesor Ludolfo Paramio planteó una solución apocalíptica y para ello rescató la figura de King Kong. Comparó la imagen, y el papel que representó la figura de ese gorila de ficción en el cine, con el sistema capitalista que, en un momento de su evolución, rompe las cadenas y zanja las crisis, a costa de dañar el tejido social.

Paramio aventuró el final de la fase de la globalización económica y el unilateralismo, y situó en la guerra de Irak y sus graves secuelas posteriores su manifestación más clara en este momento.

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