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Reportaje:

El cerebro adolescente, más vulnerable a la adicción

Las drogas aprovechan el desequilibrio neuronal que causa la tendencia al riesgo

Un nuevo estudio señala que debería considerarse la adicción a las drogas como un trastorno del desarrollo, porque el cambiante circuito cerebral de los adolescentes parece volverlos especialmente vulnerables a los efectos de las drogas y del alcohol. El principal autor del artículo, R. Andrew Chambers, de la Facultad de Medicina de Yale, afirma que las drogas adictivas estimulan partes del cerebro que experimentan cambios rápidos en la adolescencia. En particular, explica Chambers, las drogas aprovechan el desequilibrio neuronal que podría explicar la tendencia de los adolescentes al comportamiento impulsivo y arriesgado.

En la adolescencia, el circuito que libera sustancias químicas que asocian las experiencias nuevas con la motivación para repetirlas se desarrolla mucho más rápidamente que los mecanismos que inhiben los deseos y los impulsos. En consecuencia, afirma, los adolescentes no sólo tienen más probabilidades que otros grupos de experimentar con drogas, sino que la experiencia también tiene efectos más profundos -a veces permanentes- en su cerebro.

El artículo, publicado en el número de junio de The American Journal of Psychiatry, se basa en la revisión de 140 estudios previos. Chambers escribe que, aunque se sabe desde hace tiempo que la mayoría de los adictos empiezan a consumir drogas en la adolescencia, la mayor parte de las investigaciones sobre los mecanismos o el tratamiento de las adicciones se centran en los adultos. Opina que cambiar a un modelo que relacione la vulnerabilidad con los cambios cerebrales causados por el desarrollo podría ayudarnos a encontrar nuevos métodos de prevención, o formas de localizar a los adolescentes con un mayor riesgo de consumir drogas. Chambers reconoce que los factores sociales parecen influir en la adicción a las drogas, pero no explican completamente el hecho de que el uso de estas sustancias sea mayor entre los adolescentes.

Su análisis se centra en tres aspectos del comportamiento adolescente y en la influencia que el funcionamiento del cerebro tiene sobre dicho comportamiento: atracción por la novedad, menores niveles de juicio que los adultos, y un interés dominante por el sexo. A los adolescentes les atraen las actividades y experiencias nuevas, un proceso al que Chambers denomina "la expansión de su repertorio motivacional". Explica que "eso es bueno porque los adolescentes tienen que aprender a ser adultos". "Pero para ayudar en el proceso, el circuito motivacional del cerebro -el complejo de reacciones químicas que hacen que ciertas experiencias sean más deseables que otras- también se amplía rápidamente. Este circuito, centrado en una sustancia química, la dopamina, es el que influye en los efectos adictivos de una amplia gama de drogas tan diferentes como la cocaína y el alcohol", escribe Chambers.

Al mismo tiempo, las partes de la corteza frontal activadas por los adultos cuando sopesan el riesgo y los beneficios se desarrollan más lentamente. "En los adolescentes, las áreas motivacionales del cerebro se encuentran especialmente activas, y la parte del cerebro que debe inhibir los impulsos no funciona bien, porque todavía está, por así decirlo, en proceso de construcción", afirma. Esta situación haría que el cerebro estuviera más abierto al efecto adictivo de las drogas.

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