La tensión étnica regresa a Kirkuk
Árabes y turcomanos acusan a EE UU de entregar la cuarta ciudad de Irak e importante centro petrolero a los kurdos
"Thank you USA!". Las pintadas de agradecimiento a Estados Unidos pueden leerse en muchas paredes de Kirkuk, pero no todo el mundo en esta ciudad petrolera del noreste de Irak, donde conviven históricamente kurdos, árabes y turcomanos, parece satisfecho con el modo en que han cambiado las cosas desde la caída del régimen de Sadam Husein. Barridas bajo la alfombra por la dictadura baazista, las tensiones étnicas han salido de nuevo a flote y amenazan con provocar un estallido de violencia.
Kirkuk fue liberada el 10 de abril, un día después de la toma de Bagdad, cuando los combatientes kurdos conocidos como peshmergas entraron en la ciudad apoyados por las fuerzas estadounidenses. Desde entonces, son los kurdos quienes controlan Kirkuk. Su bandera -roja, blanca y verde, con un sol amarillo en la franja central- ondea en los edificios públicos, mercados y casas particulares. El nuevo gobernador de la provincia, nombrado por Estados Unidos, es kurdo; son kurdos quienes mantienen la seguridad, y los típicos pantalones bombachos de los kurdos se ven mucho más por las calles que las chilabas árabes.
"Si EE UU no impone una solución habrá una guerra civil en Kirkuk", dice un líder turcomano
"Todas las comunidades son iguales ante la ley", dice el gobernador kurdo
"Los peshmergas atacaron brutalmente los barrios árabes para expulsarnos y reemplazarnos con kurdos de otras regiones", denuncia Akan Nezal al Tawil, jefe de una tribu árabe local. "Pero los árabes somos pacientes y en diez días expulsamos a los peshmergas de nuestros barrios". Al Tawil opina que el dominio kurdo de la ciudad va a crear problemas -"sólo Dios sabe cómo va a terminar esto, puede haber ríos de sangre", advierte- y se queja de que los estadounidenses están dando un trato de favor a los kurdos. "¿Qué han hecho los americanos por nosotros? No han hecho nada. Estoy seguro de que antes de la guerra tenían un plan para entregar la ciudad a los kurdos".
El gobernador de Kirkuk, Abdurrahman Mustafá, niega las acusaciones de favoritismo. "Todas las comunidades tienen representación en el Consejo Municipal y todas somos iguales ante la ley", asegura en una entrevista con EL PAÍS en su despacho de la casa de gobierno. "Quien diga lo contrario es que quiere crear problemas". A la pregunta de si le gustaría que Kirkuk formase parte de la región autónoma del Kurdistán iraquí, Mustafa responde de nuevo recurriendo a la corrección política: "Yo soy sólo un administrador y ese asunto no forma parte de mis competencias. Yo represento a todo el pueblo de Kirkuk".
Situada a unos 250 kilómetros al norte de Bagdad, Kirkuk es una de las zonas de Irak más ricas en petróleo y la cuarta ciudad del país en número de habitantes, tras Bagdad, Mosul y Basora. En los años ochenta y noventa fue escenario de traumáticos desplazamientos de población, consecuencia de un plan de arabización puesto en marcha por Sadam Husein para reducir la influencia de los kurdos. Miles de árabes de otras partes de Irak fueron obligados entonces a establecerse en Kirkuk y un gran número de kurdos huyeron a Suleimaniya, Erbil y otras ciudades del Kurdistán autónomo protegido por Estados Unidos tras la primera guerra del Golfo.
Ahora, tras la caída de Sadam, muchos de aquellos árabes han sido expulsados de Kirkuk y han tenido que volver a sus lugares de origen en el sur de Irak. El jéfe árabe Al Tawil dice que pueden ser hasta 100.000, pero los kurdos y los norteamericanos aseguran que exagera. "Me sorprendería muchísimo que llegase a acercarse a la mitad de esa cifra", señala el coronel Randy George, jefe militar estadounidense en la zona.
George resta importancia a las tensiones étnicas en Kirkuk y vaticina que la situación mejorará cuando todo el mundo tenga garantizados el agua corriente, la electricidad, la asistencia sanitaria y la educación de sus hijos. "No hay favoritismo de ningún tipo", afirma. "Estamos en una zona étnicamente muy diversa y hay algunas cuestiones que tocan la fibra sensible de la gente, pero por ahora todo el mundo está siendo muy paciente y estamos teniendo éxito".
Como los árabes, la minoría turcomana tampoco oculta su descontento con la actuación de los estadounidenses. "Nadie está contento con la situación actual, aunque todos estamos felices de que la dictadura haya dejado de existir", dice Mustafá Kemal Yaycili, jefe del Frente Turcomano de Irak en Kirkuk. "Aquí los peshmergas tomaron la ciudad y saquearon Kirkuk. Llegaron en plan ocupante y, por el momento, los estadounidenses cooperan con ellos. Por eso el pueblo cree ahora que los americanos abrieron el camino a los robos y saqueos. EE UU no debe cooperar sólo con una parte y permitirle que opriman a los demás en la ciudad".
El gobernador niega también las acusaciones de limpieza étnica contra los árabes. "Siendo yo gobernador, nadie ha sido obligado a dejar su casa", afirma Abderrahman Mustafá, quien expresa su deseo de que el regreso de los kurdos desplazados por Sadam Husein se haga de forma "legal y organizada".
Varios miles han comenzado ya a regresar a Kirkuk desde sus lugares de refugio en el Kurdistán, pero no precisamente de manera organizada. Ante la falta de viviendas disponibles, unas 180 familias han tenido que refugiarse en el estadio de fútbol de Kirkuk, sin luz, agua ni ayuda internacional.
Chimen Husien vive desde hace un mes y medio en un espacio de 10 metros cuadrados, bajo las gradas de cemento, con su marido y nueve hijos. "Mi marido era maestro de escuela en Suleimaniya, pero como no tenía trabajo, decidimos volver aquí", explica. "Por el momento él trabaja como obrero en Kirkuk y gracias a eso podemos sobrevivir". Las condiciones del campo son infrahumanas: durante el día la temperatura supera los 45 grados; hay ratas, mosquitos y basura por todos lados, y niños con aspecto desnutrido juegan descalzos junto a charcos de agua insalubre.
Kurdos, árabes y turcomanos aseguran que son mayoría en Kirkuk, pero no hay censo disponible para comprobarlo. "El objetivo kurdo es sumar Kirkuk al Kurdistán", afirma el turcomano Yaycili. ¿Responderán los turcomanos con la violencia si lo intentan? "Nuestra reacción será contundente", afirma. "Si Estados Unidos no impone una solución habrá una guerra civil en Kirkuk".
El Frente Turcomano de Irak, apoyado por Turquía, protagonizó uno de los incidentes más oscuros ocurridos en las últimas semanas en Irak. El grupo daba cobijo en Suleimaniya al comando de las fuerzas especiales turcas, que fue detenido hace 10 días por soldados de Estados Unidos y que al parecer tenía la intención de asesinar al gobernador de Kirkuk. Yaycili afirma que esas acusaciones son "mentiras y pura propaganda. El apoyo que nos da Turquía es legítimo, pero Estados Unidos quiere impedirlo".
Por su parte, el gobernador afirma que se enteró por la prensa del plan para asesinarlo. "Me extraña muchísimo que quieran matarme. No he hecho nada malo contra Turquía, desconozco cuáles son sus motivos".
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