Serbios y bosnios conmemoran juntos el aniversario de Srebrenica
Unos 7.000 musulmanes fueron asesinados en 1995 ante la pasividad de los 'cascos azules'
Fue la mayor matanza en Europa desde la II Guerra Mundial. Unos 7.000 musulmanes bosnios, hombres en su mayoría, fueron asesinados el 11 de julio de 1995 en Srebrenica, al este de Bosnia, por tropas de los radicales serbobosnios, ante la pasividad de los cascos azules holandeses en un enclave protegido por la ONU. "El 11 de julio está inscrito como una fecha de gran vergüenza para la humanidad, que no logró impedir la masacre de Srebrenica", dijo ayer Mustafá Ceric, líder musulmán bosnio. Autoridades serbias de Bosnia asistieron ayer por primera vez a un funeral por las víctimas.
Una delegación de la República Serbia de Bosnia, encabezada por el primer ministro, Dragan Mikerevic, intentó cerrar ayer con su presencia una de las heridas más sangrantes de la guerra en Bosnia-Herzegovina, librada entre abril de 1992 y finales de 1995. El líder musulmán Ceric se refirió al memorial construido en la cercana Potocari para afirmar, según la agencia Reuters, que "este monumento es un bálsamo a las heridas de los musulmanes de Bosnia" y agregó que las familias de las víctimas "no quieren venganza, sino justicia, que sólo puede dar el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia", con sede en La Haya.
Nunca se sabrá con exactitud el número de víctimas de una matanza que conmovió a un mundo escandalizado en aquellas fechas por la impunidad de las milicias serbias que sitiaban ciudades de Bosnia, incluida su capital, Sarajevo. Ayer fueron sepultados 282 cadáveres de entre los miles de víctimas que fueron fusiladas por las tropas del siniestro general Ratko Mladic, hoy en busca y captura por el Tribunal de La Haya y en aquel tiempo uno de los brazos ejecutores de la limpieza étnica desatada por el dirigente serbio Slobodan Milosevic.
Srebrenica era, antes del estallido de la guerra, un idílico lugar entre montañas, de unos 10.000 habitantes, que se convirtió, al compás del recrudecimiento del conflicto, en una especie de campo de concentración adonde llegaron decenas de miles de refugiados musulmanes. Las tropas serbias sometieron a Srebrenica a un cerco infernal durante meses, a pesar de que la teórica protección de la ONU y de los cascos azules holandeses garantizaba unos mínimos de supervivencia a sus habitantes civiles.
El 11 de julio de 1995, Mladic hizo caso omiso de las prohibiciones de la ONU y ordenó la conquista del enclave. Las débiles defensas del Ejército bosnio musulmán, desgastadas por el hambre, los bombardeos y la falta de suministros, sucumbieron en pocas horas. Se abrió una de las páginas más negras de la historia contemporánea de Europa con autobuses repletos de adultos, adolescentes y hasta niños que fueron fusilados sin piedad. Algunos lograron huir a través de los bosques hasta llegar a zonas controladas por el Ejército fiel al Gobierno de Sarajevo tras días de escapada. Otros no fueron capaces de soportar tanto sufrimiento y se ahorcaron en árboles de los alrededores de Srebrenica para no ser capturados por los serbios. Las fotografías de los ahorcados estremecieron al mundo. Mujeres violadas, niños torturados y enfermos tiroteados en las camas del hospital recordaron a Europa las tragedias más terribles de la II Guerra Mundial.
El escalofrío internacional por la matanza precipitó los posteriores bombardeos de la OTAN sobre los serbios en varias zonas de Bosnia en el otoño de 1995 y las posteriores negociaciones de paz, promovidas por EE UU en Dayton (Ohio), que pusieron fin a una guerra que se cobró unos 200.000 muertos. Pero, entre tanta devastación, Srebrenica ha permanecido como el símbolo de la barbarie en los Balcanes.
El funeral de ayer, con presencia de herederos de los verdugos y de las víctimas, y el reciente informe del Parlamento holandés, que criticó a sus soldados por no haber estado a la altura de las circunstancias en aquel horrible verano de 1995, quizá sean bálsamos para cerrar las heridas, como proclamó Ceric.
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