África: ¿hace Europa lo que le corresponde?
La reunión de esta semana de jefes de Estado africanos en la capital mozambiqueña, Maputo, constituye un hito en la breve historia de la Unión Africana (UA). Un año después de que la UA iniciara su andadura en Suráfrica, la Cumbre de Maputo establecerá las instituciones para que las naciones africanas combatan la pobreza, promuevan la democracia e instauren la paz.
La OUA acompañó la conquista africana de la independencia y el fin del apartheid, pero la organización no ha conseguido mantener la paz en el continente. Este papel crucial lo ha asumido ahora la UA.
Conocemos el precio pagado por África y la seguridad global como consecuencia de la falta de atención de la comunidad internacional a sus problemas: genocidio, millones de muertos en diversos conflictos y caos en muchos países. Somos testigos de la desesperación de la juventud africana, que a menudo no tiene otra opción que emigrar a Europa, aun cuando ello sea de manera ilegal y entrañe enormes riesgos. Comprendemos la miseria individual y colectiva inherente a una esperanza media de vida en África de 47 años. Tenemos, por lo tanto, que apoyar a la Unión Africana y a NEPAD (Nueva Asociación para el Desarrollo de África), porque estas iniciativas muestran la determinación de África de tomar las riendas de su propio destino. Las principales regiones industrializadas deben aunar sus esfuerzos para apoyar la propia agenda de los africanos.
Estamos de acuerdo en que la prevención de conflictos, el mantenimiento y la instauración de la paz son actividades que quienes mejor pueden desempeñarlas son los africanos. La autonomía africana en este campo debería ser apoyada y fomentada por la comunidad internacional, que tendría que prestar apoyo financiero y político. La UE así lo ha hecho en el pasado reciente en lugares como Burundi y la República Democrática de Congo. Estos pasos revelan un proceso de madurez de los planteamientos de la política de seguridad de la UE, que acojo con satisfacción. Por las mismas razones he apoyado los esfuerzos franceses en Costa de Marfil y la intervención británica en Sierra Leona. Estas operaciones han servido para evitar lo peor y mantener las posibilidades de una solución política y pacífica para dichos países y el África Occidental en su conjunto.
Sin embargo, ¡esto no es suficiente! Si los africanos desean desarrollar más sus propias capacidades, la Comisión Europea está dispuesta a proponer a los Estados miembros de la UE y sus socios africanos que parte de los fondos de desarrollo de la UE se utilicen para instrumentos de apoyo a operaciones de mantenimiento de la paz africanas.
Los primeros síntomas de pobreza son sistemas de sanidad exhaustos que han demostrado su incapacidad para detener la rápida difusión del sida y otras enfermedades infecciosas. Para mejorar la sanidad en África, el principal reto, por consiguiente, es desarrollar y mantener la capacidad de los países pobres para prestar servicios de salud básicos. La mejor manera como los donantes pueden contribuir a estos objetivos es a través de un apoyo general al saneamiento de las finanzas públicas, al alivio de la carga de la deuda y al desarrollo de políticas adecuadas en el sector de la salud. Éste es el planteamiento básico de la ayuda al desarrollo de la UE.
La UE ha comprometido hasta la fecha 2.500 millones de dólares, o el 54% de los compromisos totales, al Fondo Global para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria. Sólo para 2004, los actuales compromisos de la UE al Fondo ascienden a 425 millones de dólares, lo que significa que la contribución de la UE es más del doble de la de EE UU, de 200 millones. Conocemos, no obstante, y agradecemos el anuncio de Estados Unidos de un paquete sida de 15.000 millones de dólares, que demuestra una comprensión cada vez mayor de la Administración y del Congreso estadounidenses
Conviene asimismo recordar, tal como se puso de relieve en la Conferencia de Johanesburgo del año pasado, que la falta de agua potable e instalaciones sanitarias está causando más muertes que los conflictos armados. Por esta razón, me propongo dar próximamente un nuevo impulso a la propuesta que formulé a los miembros del Consejo Europeo de establecer un Fondo Europeo para el Agua en África.
El hambre sigue siendo una triste realidad en el continente africano. La solución debe ser erradicar la necesidad de que los Gobiernos africanos dependan de manera crónica de la caridad, las campañas de los medios de comunicación o la compasión de los donantes. Europa cree que el desarrollo de un sector agrícola africano potente, orientado al comercio, ha de garantizar, a un mismo tiempo, el desarrollo a largo plazo y la dignidad africana.
Este enfoque se refleja en nuestra cooperación al desarrollo con África. En 2001 desembolsamos unos 385 millones de dólares en apoyo del desarrollo de la agricultura africana, lo que equivale a 7,7 veces los desembolsos de EE UU. Ambas cifras se quedan por debajo, muy por debajo, de las necesidades.
Esta determinación para ayudar a los Gobiernos africanos a acabar con el hambre en el continente africano la comparten nuestros socios de Estados Unidos. No obstante, diferimos claramente en cuanto al método. Aunque reconocemos la importancia de las cantidades asignadas por EE UU, nos preocupan las características y orientaciones de las políticas de ayuda alimentaria de EE UU, principalmente centrada en donaciones en especie y colocación de excedentes, mientras que nosotros tratamos de prestar la mayor cantidad posible de ayuda en forma de subvenciones, que se utilizan para comprar productos localmente.
La persistente afirmación de Estados Unidos de que la Unión Europea está obstaculizando el desarrollo de la biotecnología y los cultivos biológicos en África es inaceptable y sencillamente falsa. La UE no ha aconsejado a los Gobiernos de África rechazar los alimentos de categoría OMG americanos. Hemos declarado en repetidas ocasiones que los países receptores deberían poder tomar sus propias decisiones sobre biotecnología e importaciones de OMG. Así lo hemos confirmado con la reciente decisión del Parlamento Europeo de aceptar todos los OMG que respeten el principio de cautela.
Estamos de acuerdo en que las naciones progresan cuando adoptan el libre comercio y el Estado de derecho, y la Unión Europea continúa siendo el principal socio comercial de los países pobres. Las exportaciones de los países en vías de desarrollo a la UE se han incrementado en un 15% anual desde 1995, y para 1999 los países en desarrollo tenían un excedente comercial con la UE. Las importaciones agrícolas de la Unión Europea procedentes de los países en desarrollo ascendieron a aproximadamente 36.000 millones de euros, cifra que supera las importaciones combinadas de EE UU, Canadá, Australia y Japón. Esta cantidad ha de aumentar con la decisión adoptada por la UE en 2001 de conceder a los países menos desarrollados acceso libre de aranceles y contingentes arancelarios para todos los productos a los mercados de la Unión Europea.
Las subvenciones agrarias siguen constituyendo un importante factor de preocupación para los países en vías de desarrollo. En este tema, creo que todos los países ricos podemos hacer mucho más. La Unión Europea avanza en la dirección apropiada. En la última década hemos reformado la Política Agrícola Común y reducido las subvenciones a la exportación del 25% al 5% del valor de exportación. En una fecha tan próxima como el 26 de junio, la Unión Europea adoptó una reforma de la PAC favorable al desarrollo. Mientras que la Unión Europea está definitivamente avanzando, si bien demasiado despacio, hacia una menor distorsión de los mercados, Estados Unidos ha tomado la dirección opuesta, al incrementar las subvenciones agrarias en un paquete de medidas de asistencia masiva a los agricultores firmado por el presidente en mayo de 2002. Las próximas reuniones multilaterales sobre comercio proporcionarán la oportunidad de examinar este tema con mayor detenimiento.
Si bien es cierto que el comercio y la inversión resultan factores de crecimiento poderosos, la ayuda al desarrollo seguirá siendo un instrumento necesario para reforzar los esfuerzos africanos.
La ayuda al desarrollo de la UE asciende al 0,34% del PIB, y la UE se ha comprometido a avanzar más y llegar al 0,39% en 2006. Esto no es suficiente, y lo reconocemos. Un número cada vez mayor de países de la UE ha alcanzado o alcanzará pronto el objetivo de Naciones Unidas del 0,7%. Las contribuciones totales a la ayuda de Estados Unidos seguían estando en el 0,12% del PIB a finales de 2002, aunque pueden aumentar al 0,15% en 2006 como se desprende de recientes declaraciones por parte de Estados Unidos. Valoramos este esfuerzo estadounidense para acercarse a sus socios de la OCDE, pero la diferencia se ampliará a menos que los incrementos de Estados Unidos se anuncien y apliquen con la máxima urgencia.
En términos de volumen de ayuda, la UE aporta más de la mitad de la ayuda global (por encima de 29.000 millones de dólares de 57.000 millones en 2002), frente a los 12.000 millones de dólares de Estados Unidos. En cifras absolutas, la ayuda oficial asciende a 76 dólares por ciudadano europeo y a 43 dólares por americano.
El reto para nosotros, los europeos, es intensificar este esfuerzo y asociar a los nuevos países miembros, continuando al mismo tiempo el reforzamiento de la eficacia, la flexibilidad y la rapidez de ejecución de nuestra ayuda. Junto con nuestros socios africanos, me propongo abordar la reforma de los procedimientos de ejecución de nuestra ayuda con objeto de recuperar la flexibilidad perdida a lo largo de los años.
Europa agradece este debate más amplio sobre el impacto global de nuestras políticas en los pobres. Los europeos deben de prestar más ayuda al desarrollo que nadie, pero es legítimo interrogarse sobre todo lo demás. Los africanos no piden caridad a Europa o a Estados Unidos. Lo que llega a mis oídos de mis colegas africanos es un claro llamamiento a los países ricos para que implanten políticas que permitan a los pueblos africanos tomar las riendas de su propio destino.
Romano Prodi es presidente de la Comisión Europea.
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