Vino de los antípodas
HACE UNOS AÑOS hicimos un viaje a Perth (oeste de Australia), un país maravilloso sobre todo para los viajeros amantes de la naturaleza. Un país donde se puede ver a los jugadores de golf practicando su deporte mientras los canguros saltan por el green. Y también letreros donde se puede leer: "Prohibido salir del camino". En España, la advertencia serviría para proteger a las plantas, pero allí, sin duda, sirve para proteger a las personas. Mi cuñada, que vive en Lemming, cerca de Perth, lo ilustró muy bien en una ocasión: le pregunté si una tarántula que encontramos en la casa era peligrosa. "Es mortal", me contestó sin darle importancia, "pero hay antídotos en todos los hospitales".
De las muchas excursiones que hicimos, una de ellas se denominaba Crucero de los Vinos. El nombre le venía que ni pintado. El paseo consistía en remontar el río Swan e ir probando todos los vinos que se producían a lo largo de su recorrido. Nada más montarte en el barco te daban una copa para empezar a degustar lo que se cultiva en las orillas. Fue una excursión agradable porque se podía contemplar en todo su esplendor la naturaleza salvaje mezclada con los signos de civilización de la vinicultura.
Desembarcamos en una finca, la más extensa de la zona, donde, cómo no, teníamos más vinos que degustar. En un letrero en las plantaciones ponía textualmente: "Almería (Syn Ohanez) Table Grapes Planted 1890"; es decir, que aquellas cepas de uva de mesa procedían de Almería, donde yo nací. Nos explicaron que la mayoría de las cepas que están plantadas en el río Swan llegaron del pueblo almeriense de Ohanes. Así que dimos la vuelta a medio mundo para encontrar los caldos de un pueblo que está a 50 kilómetros de casa. Fue tanta la sorpresa que al principio creímos que habíamos bebido demasiado vino. Mientras tanto, los turistas japoneses nos sacaban fotos para llevarse a casa la instantánea que demostraba que este mundo es un pañuelo.
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