_
_
_
_
EL DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ni un pequeño guiño

Soledad Gallego-Díaz

El final del debate sobre el estado de la nación no va a dar paso este año, como en otras ocasiones, a las vacaciones "políticas". Todo lo contrario: empieza ahora una larguísima y agotadora campaña que se va a desarrollar en distintos escenarios (Madrid, Cataluña, elecciones generales de marzo, quizás Andalucía). Una campaña que, además, no tendrá lugar en los términos de una normal confrontación política sino de un enfrentamiento casi personal, que recuerda a las viejas épocas en que Aznar competía con Felipe González.

El tono de la lucha política de los próximos meses lo marcó el presidente del Gobierno con un lenguaje muy duro que sólo suavizó para referirse a Convergència i Unió. En contrapartida, fueron notables los esfuerzos del portavoz de los nacionalistas catalanes para criticar al presidente del Gobierno con moderación y dejando siempre abierta la posibilidad a un acuerdo, quizás dentro de pocos meses, para intentar impedir la llegada del socialista Pasqual Maragall al Gobierno de la Generalitat.

Nadie tuvo ayer en el Congreso la impresión de que Aznar sea un político en retirada
Más información
La izquierda se queda sola en su propuesta de retirar el escaño a los tránsfugas

Si alguien esperaba ayer por parte de Aznar algún gesto o palabra sentimental, un simple guiño hacia el Congreso o hacia quienes han sido sus interlocutores y oponentes políticos durante las dos últimas legislaturas, quedó defraudado. El portavoz del Partido Popular, Luis de Grandes, se contagió de esa sequedad y tampoco utilizó la tribuna para demostrar el afecto o la simpatía que siente el PP hacia su líder. Por el contrario, recordó a la "mucha gente que ha puesto lo peor de sí mismo para intentar destruirnos" y "el ataque injusto y zafio" de que había sido objeto Aznar. Sonaba más a amargura que a homenaje. Sólo hubo una solemne frase de reconocimiento: "Para todos nosotros ha sido un alto honor estar con usted".

"Quizás no le hemos demostrado nuestro cariño porque simplemente todavía no nos creemos que se esté despidiendo", reconocía un veterano diputado popular. Ciertamente, nadie tuvo ayer la impresión en el Congreso de los Diputados de que José María Aznar sea un político que esté en retirada. Pese a que era su último debate parlamentario, Aznar no se limitó a defender su gestión, sino que aprovechó para presentar "su" programa político para los próximos años. Sea quien sea el sucesor de Aznar en el PP, ayer resultó evidente que durante la campaña electoral tendrá que buscar un acomodo para compartir el protagonismo con Aznar y que quizás eso no le resulte muy fácil.

En los pasillos del Congreso la pregunta ayer, sin embargo, no se refería a Aznar sino a José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Resistió el ataque o no? Los diputados socialistas se esforzaron en mostrar públicamente el apoyo a su candidato. El mensaje era que enfrentado a su primer debate a cara de perro, Zapatero había sabido mantener la figura. "Las descalificaciones totales del tipo no tiene ideas, ni programa ni liderazgo no son nuevas. Las utilizó Felipe González cuando era presidente del Gobierno contra el jefe de la oposición, José María Aznar, y sin embargo Aznar terminó ganado las elecciones; es muy difícil saber cómo reaccionan los electores ante ataques tan despreciativos", recuerda un dirigente socialista. Ahora el espejo se ha invertido y es Aznar quien reprocha a su oponente, casi palabra por palabra, lo mismo que sufrió como candidato.

En cualquier caso, parece que el secretario general del PSOE ha dado por terminada su etapa de "oposición tranquila" porque considera realmente que ha sido objeto de juego sucio. "Lo ocurrido en Madrid ha sido como un bofetón para Zapatero y le ha metido de lleno en un mundo de extremada dureza en el que es difícil pero será imprescindible moverse", asegura uno de sus colaboradores. La dureza de la política "de Madrid" sorprendió, dicen algunos diputados socialistas, a Pasqual Maragall, que asistió como invitado al debate sobre el estado de la nación. "En la política catalana no hay tanto odio ni rencor", confió a sus colegas.

"Éste va a ser un verano endemoniado porque tenemos que cambiar una parte de nuestros planes, recuperar las tres semanas perdidas por culpa del escándalo de la Comunidad de Madrid y relanzar nuestro programa", reconoce un alto dirigente del PSOE. Mientras José María Aznar abre en Menorca la ronda de entrevistas previas a la elección del candidato a sucederle, Rodríguez Zapatero intentará en silencio recomponer su estrategia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_