La peor de las malarias
La mitad de los 34 millones de habitantes de Tanzania padece malaria, una dolencia letal que lastra el desarrollo del país africano
De la veintena de pasajeros del daladala (furgoneta bus), 10 contraerán malaria este año y cuatro sida. Así se vive en Tanzania, un país africano con 34 millones de habitantes que, como no tiene guerra, sufre olvidado la guerra de la pobreza. Alrededor de 100.000 tanzanos mueren al año por malaria, 70.000 de ellos niños y 20.000 mujeres embarazadas.
El parásito causante de la enfermedad, el plasmodium falciparum, se ha hecho resistente a los fármacos clásicos y, si no se desarrolla una nueva terapia, todo empeorará. Un periodista de EL PAÍS ha acompañado la labor en el país de Médicos Sin Fronteras-España (MSF), cuyo proyecto contra la malaria (2001-2004) lucha por paliar la catástrofe silenciosa mediante la prevención y la capacitación de las comunidades locales.
"Estamos hablando de una enfermedad mortal ninguneada internacionalmente"
Los tanzanos distinguen entre malaria kali (complicada) e isiyokali (no complicada). La grave se caracteriza por temperatura de más de 39,5º, convulsiones, letargo, incapacidad para beber, deshidratación y fuerte anemia. Muchas veces se convierte en malaria cerebral y el proceso letal se acelera. La única posibilidad es un tratamiento masivo y ultrarrápido con quinina. La malaria normal puede comportar peligro de muerte para embarazadas y menores de cinco años, porque la anemia lo agrava todo: un 59% de las embarazadas sufre anemia. Los adultos padecen constantes crisis de malaria normal.
"La malaria es la principal causa de muerte en Tanzania", dice Alex Mwita, responsable del Gobierno tanzano para el control de esta enfermedad. "El problema se agrava por la economía: el 60% de la población gana medio euro al día; el 90% del país carece de electricidad. Tratamos al enfermo con SP (sulfadoxina y pirimetamina), pero es de temer que el plasmodio se vuelva muy pronto resistente. Y en el campo sólo un 20% tiene mosquiteras, que cada seis meses hay que reimpregnar de Ngao (deltamitrina)". El SP lo usa el hospital Clínico de Barcelona en Mozambique (véase EL PAÍS del pasado día 24), pero en Tanzania parece estar destinado a perder eficacia.
"Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando una enfermedad desarrolla una resistencia a los fármacos del 15% hay que planificar un cambio en la terapia, y con un 25% el cambio es urgente: en Tanzania el plasmodio es en un 60% resistente a la cloroquina y en un 35% al SP", expone Sebastian Weber, coordinador general del programa antimalaria de MSF en Tanzania.
No hay otra salida que sustituir el SP por la ACT (terapia combinada), mucho más cara. Tanzania acaba de aprobar su implantación la semana pasada. Pero realmente no cuenta con medios para aplicarla. Con suerte, a final de 2003 la OMS y Zanzíbar (que tiene un Gobierno autónomo) comprarían un lote limitado de artemisina combinada con amodiaquina, aunque la OMS aún no se ha decidido mundialmente por una terapia combinada concreta. Tanzania, o al menos la isla de Zanzíbar, sería el primer país en África que utilizaría la ACT, pero necesitará ayuda del Fondo Global de la ONU, cuyos dos tercios de presupuesto se destinan a luchar contra el sida.
Tanzania cuenta con cuatro médicos por 100.000 habitantes. El Gobierno, aunque plegado a los mandatos del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, conserva algo del pasado socialista de la presidencia del padre de la patria, Julius Nyerere: envía medicamentos a todos los centros sanitarios; el problema es que a todos sitios envía igual lote, y en unas zonas se agotan los fármacos necesarios y en otras sobran los innecesarios. Aunque la asistencia sanitaria es gratis (Sanidad gestiona el 4,9% del PIB), existe corrupción: es frecuente que cuando llega el paciente al hospital público el médico no esté y algún subalterno recomiende una clínica privada que, casualmente, tiene relación con el médico. En cualquier caso, Tanzania ocupa el 76º puesto en corrupción entre 102 países, al nivel de India, Rusia, Honduras, Zimbabue o Costa de Marfil.
Mwita indica que, para cumplir con las recomendaciones de gasto compar
tido formuladas por el BM y el FMI, próximamente se implantará en Tanzania una tarjeta sanitaria familiar, que costaría entre 3 y 10 euros anuales; pero basta salir fuera de la capital, Dar Es Salaam, para comprobar que tener dinero líquido es infrecuente.
"Además de un gran déficit oficial de fondos, hay una enorme carencia de capacitación en el personal sanitario", plantea Christine Wagari, coordinadora médica del programa de MSF. "Estamos hablando de una enfermedad mortal ninguneada por la comunidad internacional, y que crece. En cinco años puede constituir un desastre en Tanzania. Y económicamente la malaria no complicada, es decir, la que no mata, produce unas pérdidas del 3,4% del producto nacional bruto, porque la mitad de los tanzanos están enfermos y por consiguiente no son capaces de desarrollar un trabajo coherente. La malaria es el principal obstáculo para el desarrollo", explica.
De hecho, el 50% de los ingresos del país no se producen dentro, sino que son fondos o ayudas extranjeras. Se advierte una proliferación de ONG estadounidenses. Tanzania arrastra una red de carreteras escuálida; sólo el 39% de la población tiene acceso a una fuente de agua; su sistema educativo cuenta con tres millones de niños sin enseñanza primaria y posee una devastadora carencia de escuelas secundarias; hay 1,6 millones de menores trabajadores; su déficit comercial es de casi 750 millones de euros, una depreciación continua de la moneda (un euro equivale a 1.000 shillings), y tiene una deuda de 7.000 millones de euros para un presupuesto de 9.000.
De la mosquitera a la artemisina
La alternativa contra la resistencia del plasmodio pasa por la artemisina, derivada de una planta, la artemisa, que recientemente se ha descubierto que crece en Tanzania. China y Vietnam han usado ya la artemisa con éxito contra la malaria. Pero desde luego Tanzania no tiene cómo controlar todo el proceso de cultivo, fabricación y distribución.
Las versiones recogidas por el periodista en círculos oficiales o de la cooperación humanitaria coinciden en la nebulosa existencia de un comerciante suizo que estaría ya cultivando artemisa en Tanzania, y quizá exportándola a algún laboratorio del mundo rico.
En todo caso, la terapia combinada de artemisina con otra sustancia se reputa como decisiva. De momento, el Gobierno proporciona el SP, que, sin embargo, parece condenado a verse superado por la enfermedad, que ya ha hecho inútil la cloroquina y está venciendo poco a poco a la mefloquina (Lariam).
La mosquitera impregnada de Ngao resulta imprescindible. En el mercado cuestan 4,5 euros y MSF las vende a 2,5. "Las vendemos porque la donación puede inducir al menosprecio de la mosquitera y también a la picaresca", explica Sebastian Weber. En el campo, las familias deben adquirir más de una mosquitera, porque pueden tener entre 7 y 10 hijos.
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