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LA POSGUERRA DE IRAK

Una gestión entre lo civil y lo militar

La sede de la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA), nombre que recibe la Administración de las fuerzas de ocupación en Irak, está situada en el centro de Bagdad, en el Palacio de la República, un edificio de enormes proporciones rodeado de un parque donde la mayoría de los iraquíes no han puesto un pie. Ante sus puertas, permanentemente vigiladas, se celebran con frecuencia pequeñas manifestaciones de protesta.

La autoridad de la coalición camina sobre dos patas: la civil, cuyo jefe es el diplomático estadounidense Paul Bremer, y la militar, que dirige su compatriota de origen mexicano, el general Ricardo Sánchez, en su calidad de comandante del V Cuerpo del Ejército de EE UU. Esta bicefalia rinde obediencia a dos patrones: el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en el caso del militar, y el secretario de Estado, Colin Powell, en el del civil. La competencia entre ambos, que es un secreto a voces, influye en el rumbo de la reconstrucción y ha contagiado, según afirman quienes dicen conocer la CPA, a otros países. Todo el proceso, añaden fuentes diplomáticas europeas, es "pilotado desde Washington, no desde Bagdad".

El organigrama de la Administración cambia frecuentemente, y llegó a contar hace unas tres semanas con 24 departamentos, todos ellos dirigidos por ministros norteamericanos, excepto el de Cultura, que lleva el veterano diplomático italiano Piero Cordone. Bremer se coordina con el general Sánchez.

En el área de Seguridad, que dirige Walter Slocombe, está integrado como número dos el teniente general español Luis Feliú, con experiencia en el mantenimiento de la paz en los Balcanes y llegado a Bagdad a mediados de mes. El resto de españoles integrados en este gobierno provisional son el abogado del Estado Luis Almenar, en Justicia; Carlos Molina, en Economía, y los militares Gabriel Sierra y Juan Delgado, en Vivienda. También forman parte de él funcionarios británicos y polacos, pero, según coinciden en señalar todos, "no hay cuotas por naciones. Los norteamericanos deciden a quién aceptan y a quién no". Los expertos europeos dejan entrever que, de momento, "se enteran de casi todo y no influyen en casi nada".

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