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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Por una universalidad ejemplar

Manuel Cruz

Si los mapas generacionales conservan todavía alguna utilidad informativa, podría decirse que Alessandro Ferrara, en la actualidad profesor de Filosofía en la Universidad Tor Vergara de Roma, forma parte de la generación de filósofos italianos inmediatamente posterior a aquella otra, que tanta repercusión obtuvo en España en los años ochenta, de la que la figura más conocida era Gianni Vattimo, pero en la que también se incluían pensadores tan destacados (y diversos entre sí) como Giorgio Agamben, Remo Bodei, Roberto Esposito, Franco Rella o Massimo Cacciari, por citar sólo los más difundidos entre nosotros.

Ha hecho bien la editorial La Balsa de la Medusa en escoger este libro como carta de presentación de Alessandro Ferrara. Autenticidad reflexiva, el primer texto del autor que se traduce al castellano, puede considerarse un trabajo profundamente representativo de su quehacer filosófico. Porque, culminando alguna de sus investigaciones anteriores como Modernidad y autenticidad o la compilación Comunitarismo y liberalismo, el trabajo sienta las bases conceptuales de una investigación que, de momento, ya ha dado como fruto otro libro, Justicia y juicio (título del que, por cierto, los inquietos editores de este país deberían tomar buena nota).

AUTENTICIDAD REFLEXIVA. EL PROYECTO DE LA MODERNIDAD DESPUÉS DEL GIRO LINGÜÍSTICO

Alessandro Ferrara

Traducción de Pedro A. Medina Reinón

La Balsa de la Medusa

Madrid, 2002

380 páginas. 21 euros

Se trataría, por resumir su proyecto de investigación en pocas palabras, de abordar la reconstrucción de un concepto de normatividad de carácter universal basado sobre el juicio (y sobre la identidad) más que sobre los principios. La ambición de la empresa salta a la vista: no parece, desde luego, que vivamos en una época muy proclive a las universalidades. Pero resultaría engañoso ceder al tópico de atribuir a las filosofías de inspiración posestructuralista, deconstruccionista y posmoderna la responsabilidad sobre esta situación cuando lo que en gran medida ellas se han limitado a hacer es a levantar acta de lo ocurrido en materia de pensamiento. En realidad, la crisis, como señala con acierto Ferrara, venía de más atrás, concretamente de los abrasivos desarrollos filosóficos de la primera mitad del siglo XX, subsumidos bajo el celebrado rótulo de "giro lingüístico".

Tales procesos nos han colocado en un lugar filosófico específico, de cuyos particulares rasgos conviene extraer las consecuencias adecuadas. Frente a la Ilustración, caracterizada por ser la edad de la autonomía del sujeto, como mejor se deja interpretar nuestro presente es a través de la idea de autenticidad. Pero no de una autenticidad cualquiera, sino de la que Ferrara denomina una autenticidad reflexiva, cuya principal virtud consiste en proporcionar la clave para acceder a un universalismo también de nuevo tipo, un universalismo ejemplar, distinto del más tradicional universalismo generalizante, procedimental, que se reveló incapaz de defenderse de las muy diversas críticas recibidas a lo largo de la pasada centuria.

Desplazando el énfasis desde lo generalizable hacia lo ejemplar, el planteamiento de Ferrara acaba por deslizar un auténtico caballo de Troya en el seno de la manera heredada de legitimar la universalidad. Abandonada la imposible pretensión de una legitimidad de origen, basada en la fuerza de una ley, se abre paso otra forma de legitimidad, basada en la voluntad de autorrealización y en la necesidad de articular el horizonte de lo universal con el hecho, absolutamente incuestionable, del pluralismo. Quizá la cosa, entonces, pudiera quedar definida así: universal no sería tanto aquello que todos poseen, que a todos describe o a todos obliga, sino más bien aquello otro en lo que nos hemos puesto de acuerdo que merece ser compartido por toda la humanidad.

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