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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Para entender lo que está ocurriendo

Joaquín Estefanía

Es ésta una colección importante, cuidada, de la que se pueden valorar no sólo los cuatro volúmenes que han sido publicados sino las expectativas de los que se van a editar a continuación. Entre los primeros -complementarios, interconectados- hay dos historias profundas sobre la globalización financiera y, directamente imbricado con ella, un desarrollo de la Bolsa de Nueva York, como paradigma del capitalismo

popular, y una interpretación -fuera de las corrientes dominantes- de las últimas crisis financieras que han afectado a mercados emergentes como los asiáticos, Rusia, Brasil o Argentina. El conjunto aporta un análisis polémico sobre lo que está ocurriendo, sobre los antecedentes de la crisis económica global que se caracteriza por afectar al mismo tiempo a todo el planeta (quizá con la excepción de China), y que está atravesada transversalmente por una crisis de seguridad global tras de los atentados del 11-S, que ha tenido que ser añadida a los libros en cuestión, en ediciones posteriores a la original.

Más información
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El primer volumen de la colección, Un mundo perfecto. El desafío y la promesa secreta de la globalización, es obra de dos periodistas de The Economist. En este sentido, es coherente con la versión que de la globalización da, de forma permanente, esa publicación semanal considerada como una de las biblias del neoliberalismo. Quizá es el libro, de los cuatro, más superfluo por tardío. Hay pocas aportaciones originales. A pesar de ello, su rigor, los ejemplos sobre los que trabajan, lo hacen atractivo. La reflexión añadida del efecto Bin Laden sobre la globalización teoriza lo que ya es una tendencia incipiente: la globalización es un fenómeno cíclico, y después del 11-S manifiesta un retroceso relacionado con la creciente debilidad de la alianza transatlántica y con el hecho de que han disminuido de frecuencia los intercambios de bienes, personas y servicios. Micklethwait y Wooldridge opinan que después de pasado lo que ha pasado, quizá un título objetivo del libro sería el de El futuro

contingente, más que El futuro perfecto. Demuestran cómo el ciudadano ha pasado a segundo término en la globalización en beneficio del consumidor. Un consumidor que ha puesto límites al Estado y a los gobiernos. El mayor poder de la globalización y buena parte de su eficacia se funda en su capacidad para seguir admitiendo sus imperfecciones; superar la aparente paradoja de la globalización y su fragilidad subyacente es el desafío central del siglo.

Para sentar la tesis de que la globalización no es el futuro económico indiscutible, sino que puede sufrir marchas atrás, Harold James, el autor del segundo libro (El

fin de la globalización. Lecciones de la Gran

Depresión) se apoya en la historia. No en vano es el gran historiador de la economía política del periodo de entreguerras.

A finales del siglo XIX hubo una gran etapa globalizadora, que terminó dramáticamente con la Gran Depresión de 1929 y, más en general, con las dos guerras mundiales. A partir de los años sesenta del siglo XX, y con más intensidad en su último decenio -cuando desaparece el socialismo real-, se accede a otro momento acelerador de la globalización, que frena en 1999, cuando se hizo oficial la fortaleza del movimiento antiglobalizador en la asamblea general de la Organización Mundial de Comercio, en Seattle. Desde entonces, han emergido tres grandes vías de desintegración globalizadora: la movilidad absoluta de los capitales, que genera crisis profundas en muchos países; los resentimientos generados en la población por la injusticia de la economía global (las crecientes desigualdades, no sólo económicas sino de género, la brecha digital...), y la incapacidad de los seres humanos y de las instituciones que ellos crean, para manejar las consecuencias psicológicas e institucionales de un mundo interconectado. Si a los mal llamados antiglobalizadores no les faltase argamasa intelectual y un modelo específico de viabilidad nacional, los peligros para la globalización, tal como la conocemos, serían muy superiores.

Una de las manifestaciones

más potentes de la globalización de este siglo son las bolsas de valores. Y entre ellas, la más paradigmática: la de Nueva York. Un experto en bolsa, empleado superior de bancos de negocios como First Boston o Goldman Sachs, B. Mark Smith, cuenta en el tercer libro de la colección cómo los mercados de valores han pasado de ser, en el último siglo, clubes absolutamente minoritarios de ciudadanos millonarios a depositarios del capitalismo popular que nació en la década de los años ochenta. Más de la mitad de la población de Estados Unidos posee, directa o indirectamente, acciones. Ello supone que el bienestar financiero de la población está relacionado con los precios de éstas. Muchos millones de personas dependen de los rendimientos de las bolsas para financiar sus jubilaciones. La idea de que incluso los fondos de la Seguridad Social deberían ser invertidos en acciones ha ido ganando un grado de aceptación que era impensable hace mucho tiempo. Si las bolsas fuesen víctimas de burbujas irracionales que terminen mal (como creen muchos analistas conductistas), surgiría en el horizonte un desastre potencial para la generación del ba

by boom y para el Gobierno Federal, a quien se le pediría una intervención para que salvase un crash inducido por un déficit de fondo de la Seguridad Social.

Es tan importante el papel de

la bolsa en la marcha de la economía real que el presidente de la Reserva Federal (Fed), Alan Greenspan, ha declarado: "Podría dejar de hablar del mercado de valores, pero si lo hago, no sabré cómo funciona el proceso... No hay manera de entender qué está sucediendo en esta economía sin hacer referencia a los precios . El efecto

riqueza, el hecho de que los ciudadanos de Estados Unidos hayan depositado sus ahorros en la bolsa o se hayan endeudado para comprar acciones, explica que un crash a cámara lenta como el que sufren los mercados de valores desde marzo de 2000 haya tenido tanta significación para la marcha de la economía mundial. Según algún analista, el dinero volatilizado entre esa fecha y la actualidad en todo el mundo supera los 13 billones de dólares, una cantidad muy superior a los presupuestos nacionales de las principales naciones del mundo.

Insisto: el conjunto de estos cuatro libros da una interpretación rigurosa y al tiempo pedagógica de fenómenos que determina lo que sucede en el mundo en este periodo de nueva economía. Los próximos volúmenes, entre los que destacan una historia de la Fed y otra del banco de inversión Goldman Sachs, además del ya clásico Exuberancia irrac

ional, de Shiller, completarán el panorama.

El edificio de la Bolsa de Nueva York, en Wall Street, con una inmensa bandera en la fachada.
El edificio de la Bolsa de Nueva York, en Wall Street, con una inmensa bandera en la fachada.ALBERTO FERRERAS

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