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Crítica:ESTRENOS | 'Como Dios'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Divinas payasadas

Le faltaba a Jim Carrey, para redondear su currículo, licencia divina para desatar a su antojo el nudo de las payasadas, y aquí está. Se titula Como Dios y es tal como suena, pues resulta que un buen día a Carrey se le aparece Dios en persona bajo forma -probablemente para dar algo de dignidad a tan indigno roce con la irreverencia de sacristía- de Morgan Freeman; y éste (trajeado de Dios como Dios manda) le concede el uso de su divinidad durante unos días.

El trueque teologal tiene por objeto que el protestón Carrey compruebe que no es tan fácil como supone ser Dios, ni usar sin crear agravios su omnipotencia. Y el milagrito hollywoodiense desata el nudo de las muecas del (otras veces actor) payaso canadiense, siendo la más beneficiada de esta súbita ascensión de Carrey a los cielos su insatisfecha novia, Jennifer Anniston, que se corre con Carrey una sesión de cama en la que la recién estrenada omnipotencia divina del payaso se hace obviamente omnipotencia genital, con el consiguiente estupor de la guapa, que no acaba de creer cómo le ha sobrevenido tan enorme polvo de tan poca cosa. Así de fina es la gracia divina de las muecas del señor Carrey.

COMO DIOS

Director: Tom Shadyac. Guión: Steve Koreu y Mark O'Keefe. Intérpretes: Jim Carrey, Morgan Freeman, Jennifer Aniston, Philip Baker Hall, Catherine Bell. Género: comedia, Estados Unidos, 2003. Duración: 100 minutos.

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Este disparate parece insuperable, pero no lo es, pues Como Dios trae otra irreverencia aún más canalla, ya que afecta a divinidades más frágiles y vulnerables que la del tonante Jehová Freeman. El añadido es un remake oculto de Qué bello es vivir, lo que roza no la irreverencia, sino la blasfemia. El milagroso filme de Frank Capra es así convertido en un trapo sucio para que Carrey lave la grasa de sus chistes sobre un territorio cinematográfico sagrado. Y Qué bello es vivir es degradada a sombra de un espantapájaros. La chistosa película es puro truco, y nada dice, salvo lo que tiene de signo de la impotencia imaginativa del Hollywood actual. Mucho dinero, gente guapa y otros celofanes para ocultar que dentro de Como Dios no hay nada o, con un giro endurecedor, hay nada, genuina nada.

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