_
_
_
_
Reportaje:

Escondidos bajo el asfalto

Vecinos de la zona de Zapadores de Valencia cuentan sus recuerdos en torno a un refugio de la guerra civil cuyos restos se han inundado

Sara Velert

El subsuelo de Valencia oculta restos que, de vez en cuando, consiguen escapar del olvido y reivindican su lugar en la historia de la ciudad y en la memoria de sus vecinos. Así ha ocurrido en la calle de Luis Oliag, esquina con la de Zapadores, donde una filtración de agua que inundó los garajes y sótanos de un edificio ha recordado a los mayores del barrio aquellos años marcados por el amenazante aviso de las sirenas y la destrucción de las bombas.

El pasado marzo, un grupo de vecinos que buscaba el origen de la inoportuna fuga de agua, bajó por unas estrechas escaleras y rampas a los túneles que aún atraviesan la calle de Luis Oliag de lado a lado y que protegieron de la muerte a cientos de valencianos durante la guerra civil. Allí, bajo el asfalto, comprobaron que las paredes y bóvedas del refugio antiaéreo seguían resistiendo al paso del tiempo, y que los palmos de agua que almacenaba nada tenían que ver con la fuga que les preocupaba.

En uno de los accesos de la calle de Luis Oliag funcionó durante años una cerrajería
El subsuelo de Valencia oculta restos de refugios construidos durante la guerra

"Yo ví hacer refugios durante la guerra en Calatayud y los construían muy bien, de cemento armado", explica Ramón Serneguet, de 80 años, que en los cincuenta compró un local situado encima del escondite, al que se puede acceder desde dos comercios. "Yo he bajado, está muy bien hecho", recalca Serneguet. Vivencias directas de la guerra rememora Vicente Ibáñez, de 69 años, al que "de muy nano" bajaban sus padres a este refugio envuelto en una manta cuando "sonaba la pava", la sirena. "La gente debía sentir pánico, pero yo no lo recuerdo", cuenta.

El pánico no, pero sí las correrías en los túneles tras la guerra. "Jugábamos ahí abajo a lo que se estilaba entonces, a hacernos miedo, a subirnos a los respiraderos y a tirarnos piedras", prosigue Ibáñez, que regenta una droguería a pocos pasos de la entrada del refugio que usaba su familia, ahora tapiada, en el Camino del Salinar. Su mujer, Conchín Pascual, relata la historia de otro de los refugios que salpican el subsuelo de Valencia, "el de la Fonteta". "Lo construyeron en un trozo de terreno de mi padre y en nuestra casa se hizo una entrada propia. Teníamos escondida a una tía mía que era monja, y mi padre me reñía porque no quería bajar, me quedaba con ella a rezar el rosario", explica. "También había refugios en El Saler, y en algunos sitios se ven respiraderos, pero la gente no sabe de qué son. Y cuando construyeron por la avenida de la Constitución encontraron otro", tercia un cliente. Había más, junto al cuartel de Zapadores, en El Carme...

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Son retazos de historia olvidados por la Administración. Acabada la contienda, el barrio comenzó a crecer hacia la huerta y se levantaron nuevos edificios que sepultaron el escondite antiaéreo, como ha ocurrido con otros, y tapiaron las tres rampas de entrada originales. Al construir las fincas en las dos aceras de Luis Oliag "se hizo una pared en medio del refugio" y poco después lo atravesó el primer alcantarillado, cuenta Serneguet. "Nadie se ocupa de eso, y cuando los del alcantarillado o del gas tienen que hacer obra se vuelven locos porque topan con el hormigón", dice José Cervera, de 47 años, cuya administración de lotería descansa sobre estas cuevas. "Yo he entrado desde el local de al lado, y es genial, son tres túneles paralelos, con bóvedas, comunicados entre sí, con bancos en los que se sentaba la gente como en el metro", explica Cervera. "Cabrían unas 300 personas, y en las paredes aún se pueden leer los avisos de 'no fumar' y 'no estacionar en esta zona"", añade.

En los negocios abiertos recientemente, se asombran cuando se les pregunta por el asunto. "No tenía ni idea", dice Gustavo Martínez, en una tienda de informática de la misma manzana, y mira al suelo: "¿Y no se podrá abrir desde aquí?", se pregunta imaginando tal vez un nuevo almacén. No va desencaminado, porque, si bien el refugio no se conserva completo -quedan unas decenas de metros de túneles-, los sucesivos dueños de los dos locales de la calle de Luis Oliag con las únicas escaleras de acceso a los restos no han desaprovechado el espacio. "En uno de ellos había durante años una cerrajería, y guardaban abajo unos muebles que tuvieron que tirar porque los estropeó la riada del 57", afirma Serneguet.

El mismo local ha albergado estos dos últimos años y medio un taller de títeres de cara al público, y salas de ensayo para grupos de música en el refugio. La existencia de los túneles convenció a Tintxi -"es mi nombre desde la cuna, no uso otro"- para alquilarlo junto a varios grupos musicales. "Entré por primera vez a la una de la madrugada, y cuando pisabas retumbada todo. Como estaba seco, no había bichos, sólo una rata momificada", recuerda. Decidieron acondicionarlo "con moqueta en la pared para mejorar el sonido". Allí ensayaban bandas de "sca, música nacionalista, heavy metal", sin molestar a nadie. Hasta que el agua entró en los túneles, como ha ocurrido ya varias veces. "No acaban de encontrar la fuga, a lo mejor es de un manantial o de una acequia, el caso es que estropeaba los equipos y lo hemos dejado", explica Tintxi, quien apunta que "los refugios de Valencia los construía la CNT con cemento de la Unión Soviética".

El local de la acera de enfrente, con la otra entrada, lo ocupa desde hace 23 años José Matías, que es practicante: "Yo no lo he usado, pero antes era un almacén de plátanos y abajo hicieron obra, construyeron unas cámaras, que aún se ven, para madurar la fruta". Ahora la rampa que lleva a los túneles "está hecha un asco", le cayeron cascotes cuando cablearon la calle y se embozó un desagüe.

"Eso lo hemos arreglado de nuestro bolsillo", de modo que la filtración que los vecinos buscaban se ha eliminado, explica al respecto Gerardo Luján, presidente de la comunidad afectada. "Pero en el túnel sigue habiendo agua, ya cubre metro y medio, no sabemos de dónde viene y el Ayuntamiento ha dicho que no es cosa suya", comenta. "Los del agua me dijeron que en unos meses tienen que hacer una nueva canalización y que la sacarán", añade Matías. A algún vecino le preocupa que la bolsa de agua afecte a los cimientos de los inmuebles, otros están convencidos de que el refugio aguantará como hasta ahora. Y si se libra del agua, es posible que al menos los vecinos, ante la indiferencia de la Administración, lo vuelvan a aprovechar. Serneguet ya ha lanzado su propuesta varias veces: "Es ideal para criar champiñones".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_