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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Buenas y malos

Tiene este filme de Coline Serreau (no el último, estrenado este mismo año, sino el anterior, de hace dos) un atractivo punto de arranque: el ver qué le pasa a una pareja que, hecha a una convivencia de muchos años (tienen un hijo que anda por la veintena), sufre un buen día un accidente que pone a prueba la humanidad de cada uno de los cónyuges: tras negar la entrada en su coche a una prostituta que es perseguida y golpeada por tres hombres, y asistir paralizados a una brutal paliza que los tres le propinan a la infortunada chica, el marido (Lindon, uno de esos actores a quienes le vende la cara) no sentirá el menor remordimiento, mientras la mujer (Frot, en un papel que parece escrito por una amiga) experimentará un giro radical, copernicano en su vida. Como si el remordimiento la impulsara, además de a hacer autocrítica sobre su vida, a ayudar a la chica a rehacer su maltratada, castigada existencia.

CAOS

Dirección: Coline Serreau. Intérpretes: Catherine Frot, Vincent Lindon, Rachida Brakni, Line Renaud, Aurélien Wilk, Ivan Franek. Género: comedia dramática, Francia, 2001. Duración: 106 minutos.

Pero ese mismo arranque, cargado de inverosimilitud, ya pone las cosas en su lugar: desde el primer cuarto de hora, estaremos en el reino del discurso preconcebido, algo no muy inhabitual en el cine de la realizadora francesa; de la ficción utilizada, más allá de la coherencia dramatúrgica, para trazar discursos que están por completo fuera de la pantalla.

Pasando limpiamente de la construcción de un punto de vista atendible, con razones que expliquen la actuación unos y otras, Coline Serreau se dedica a torpedear la línea de flotación masculina, atribuyendo a los hombres -a todos: no hay aquí uno solo no ya bueno, sino sencillamente atendible- todos los males posibles: inconstancia, explotación, deshumanización, infidelidad, violencia. Y en justa lógica maniquea, a las mujeres todo lo contrario: solidaridad, piedad, desinterés, entrega.

Todo esto lo hace la directora, además, privilegiando en su discurso tanto los momentos de impacto -la violencia contra la prostituta (Brakhi)- como las, es de suponer, graciosas circunstancias en las que los hombres hacen el ridículo. O sea, que estamos aquí frente a una ficción primariamente gratificadora para públicos estrictamente femeninos, en la línea de un Tomates verdes fritos, Thelma y Louise y demás, más que ante un análisis de las cosas que no funcionan, que son muchas, en el universo de la pareja "de larga duración". Se supone que encontrará su público entre mujeres no demasiado interesadas en sutilezas, o despreocupadas del punto de vista masculino; pero la verdad, después de tantos años de películas feministas inteligentes, después de Agnès Varda, Chantal Akerman, Margarete von Trotta, Patricia Rozéma, Sally Potter, se antoja éste un camino burdo, zafio: prescindible.

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