El obispo siguió de largo
Un prelado, que ocultó casos de pedofilia, detenido tras atropellar a un peatón
El obispo católico de Arizona reconoció, el mes pasado, que durante años había permitido que sacerdotes acusados de pedofilia trabajaran con menores, y que había transferido a algunos de ellos a otras diócesis sin informar de las acusaciones a sus nuevos superiores. Pero el fiscal Rick Romley le ofreció un trato: el obispo, Thomas O'Brien, podía evitar el banquillo de los acusados si renunciaba a buena parte de sus poderes y cedía a un administrador la gestión del personal eclesiástico. El obispo aceptó. El sábado, el obispo atropelló y mató a un peatón y se dio a la fuga. El lunes fue detenido. El fiscal Romley anunció ayer que en esta ocasión no habría pactos, y que O'Brien comparecería ante los tribunales.
El fiscal de Phoenix asegura que no sería acusado de nada si hubiera detenido el automóvil
El obispo había oficiado una confirmación el sábado por la tarde y había participado en las celebraciones posteriores. A las 8.35 circulaba por una avenida de Phoenix cuando un peatón, Jim Lee Reed, de 43 años, intentó cruzarla. Según las declaraciones de varios testigos, el obispo atropelló a Reed y siguió su marcha. El cuerpo de Reed quedó en la calzada y un segundo automóvil le pasó por encima. Uno de los testigos anotó la matrícula del coche del obispo, un Buick Park Avenue.
La policía empezó a buscar inmediatamente al obispo O'Brien, pero no le localizó hasta el lunes. El domingo, un sacerdote supo de la búsqueda y telefoneó al obispo para informarle. Pero O'Brien no contactó con las autoridades. Se limitó a volver a su domicilio y esperar la llegada de los agentes.
Cuando llegó la policía, el máximo responsable católico de Arizona se declaró sorprendido. Aunque su automóvil tenía el parabrisas agrietado y una gran abolladura en el frontal, el obispo dijo no saber nada. Luego alegó que el sábado, en el momento de los hechos, le pareció haber atropellado un perro o un gato, o quizá haber recibido el impacto de una piedra. La víctima medía 1,80 y pesaba más de 100 kilos. "Resulta razonable pensar que el conductor notó un fuerte impacto y que lo menos que podía hacer era frenar y comprobar qué había ocurrido", declaró el sargento Randy Force.
El obispo O'Brien fue trasladado a la prisión del condado, de la que salió ayer tras pagar una fianza de 45.000 dólares. No quiso hacer declaraciones. El fiscal Rick Romley, que en los últimos meses había interrogado en decenas de ocasiones al obispo a causa de su encubrimiento de casos de pederastia, afirmó ayer que sobre O'Brien no pesaba la acusación de homicidio. "La víctima cruzaba la calle por un lugar no autorizado; si el obispo hubiera detenido el automóvil y hubiera esperado la llegada de la policía, no sería acusado de nada", explicó. Pero O'Brien huyó. Eso es un delito en Arizona, castigado con hasta cuatro años de cárcel. Nadie era capaz de explicarse la actitud del obispo. El fiscal Romley no descartó la posibilidad de que condujera ebrio. "Tardamos en detenerle y, por tanto, ya no tenía sentido una prueba de alcoholemia. Ahora estamos reconstruyendo lo que hizo antes de los hechos, queremos saber si bebió en la fiesta de confirmación a la que había asistido, o si visitó alguno de los bares de la zona", dijo. Según los resultados provisionales de la autopsia, el Buick del obispo causó heridas mortales a Jim Lee Reed. El otro automóvil, cuyo conductor seguía sin ser localizado, pasó probablemente por encima de un cuerpo ya muerto.
El parlamentario demócrata Robert Meza, que encabezó las protestas de los feligreses hispanos contra el encubrimiento de los casos de pedofilia en la diócesis, dijo sentirse "muy apesadumbrado". "Nadie se merece tantas desgracias; de momento, quiero pensar que el obispo es inocente", manifestó.
El cadáver de Jim Lee Reed fue trasladado ayer a la reserva de la tribu navajo, donde había nacido. Según sus familiares, el automóvil del obispo le alcanzó cuando se dirigía a casa para celebrar el día del padre.
La diócesis de Arizona envió a todos sus sacerdotes una circular en la que les informaba sucintamente sobre lo ocurrido y les pedía que rezaran: por el fallecido y por el obispo.
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