PP para rato
En nuestro corto recorrido democrático ya habíamos aprendido que las elecciones no se ganan, sino que las pierde el que está en el poder a causa de sus errores. Lo que no cabía esperar es que las elecciones las perdiera el que acababa de ganarlas -aunque fuera con el apoyo de IU- en el pleno de constitución de la Asamblea de la Comunidad de Madrid. Acabamos de descubrir que entre los socialistas madrileños existen corruptos; de haberse mantenidos fieles a la disciplina, nadie se hubiera enterado. Y aunque nos digan que los ha comprado la derecha, no encaja que esa misma derecha ofrezca convocar nuevas elecciones para resolver la crisis. Si hubiera tenido algo que ver, se habría aprovechado inmediatamente de la actitud de esos dos diputados. El PSOE no necesita enemigos externos, los tiene en casa; los de fuera son leales adversarios políticos. Lo único positivo de esta desagradable historia es el descubrimiento de la entereza de Simancas.
Después de lo que hemos visto en Madrid -no toda tragicomedia se desarrolla en Euskadi- y de lo que sospechamos que pasa, el voluntarismo de Rodríguez Zapatero, al que hay que elogiar por su decidido comportamiento en la crisis de Álava entre el PSE y el PP, no es suficiente bagaje para que pueda presentarse como alternativa a la derecha ofreciendo confianza al electorado. No resulta suficiente su labor de crítica continuada al poder cuando se aprecia un vacío de propuestas en positivo y le puede ser perjudicial ese distanciamiento excesivo al PP, por poderse entender como distanciamiento constitucional. Con su presencia en toda manifestación de protesta, el desenterramiento de cadáveres de la guerra y del maquis, y el abuso de preguntas e interpelaciones, puede aglutinar a las bases de su partido, pero no seducir al electorado. A éste le da pavor rememorar los cadáveres del enfrentamiento civil y encima ve opciones tan distintas en Bono, Maragall, Elorza o Paco Vázquez que a veces le da la impresión de ver partidos diferentes. Para colmo, estalla un escándalo tan amargo como el de Madrid.
Todos estos factores definen unas carencias de partida para hacer frente a unos retos muy serios. Lo del País Vasco, terrorismo más rebeldía del nacionalismo de derechas, exige configurar una alternativa coherente y firme, pero en el seno del partido socialista hay demasiadas, y contradictorias, visiones del problema. Desde los que consideran que el responsable es el PP, sintonizando con la generalizada y fácil marcha contra la derecha de toda la vida, a los que sostienen que hay que sostener el Pacto Antiterrorista que impida la desestabilización del sistema que el nacionalismo vasco está absolutamente empeñado en producir. Hasta que no se despeje la sospecha de que en el seno del socialismo español existen corrientes que abogan por aceptar al nacionalismo vasco, e incluso colaborar con él con la excusa de fulminar al PP, no tendrá posibilidades Zapatero de verse de inquilino en La Moncloa. Y los apoyos al PSN de los nacionalistas en una serie de ayuntamientos importantes de Navarra le van a pasar factura.
Otro problema es el flanco sur. El PSOE se acuerda de los militares cuando se estrellan en un avión, pero no es consciente -el electorado de Ceuta y Melilla sí lo fue- de que el apoyo a la aventura estadounidense en Irak mucho tenía que ver con ese foco de desestabilización que es Marruecos. Por muy criticables que fueran los excesos de Aznar en su apoyo a EE UU, mucho más criticable es la irresponsabilidad de apartarnos del primo de Zumosol ante esa amenaza. O si no, que opte por poner la cesión de ambas ciudades sobre la mesa y podremos desembarazarnos de un aliado con el que renovamos el convenio de colaboración militar cuando estaba González de presidente del Gobierno.
Esta crisis del socialismo español ha saltado en la Comunidad de Madrid, el lugar que consideraba el PSOE el punto de partida para alcanzar el Gobierno de España. Precisamente en donde se consideraba el triunfo ha aparecido el gran escándalo. O retoma Zapatero el proceso en todos los sentidos -hacia dentro, primero, y hacia fuera después, y sin prisas- o tendremos PP (sin segundas) para rato.
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