Un atrevido filme canadiense anima Cinema Jove
Una película compleja y sugerente, que camina por la cuerda floja consciente del riesgo que eso conlleva, despertó ayer a los espectadores de una sección oficial de largometrajes de Cinema Jove que parecía abocada al tedio. The Nature of Nicholas es una de esas películas extrañas y polémicas en las que se reconoce un esfuerzo por contar las cosas de manera diferente a lo habitual. No es casual que su director, Jeffrey Erbach, reconociera, tras el pase matinal de la cinta, haberse sentido muy influido por el cine de David Cronenberg, Michael Haneke o David Lynch. Hay mucho de Lynch en la escritura de Erbach y hay muchos datos en la película que invitan a que el espectador se sumerja en el universo que propone el director, como esos insectos recurrentes que invaden su metraje en imágenes y sonido o la obsesión por detalles minúsculos. Y Erbach lo consigue, en gran medida, sobre todo en una primera hora de película inquietante y espléndida, pero acaba siendo sepultado, en su tramo final, por una excesiva obsesión por el simbolismo.
Jeffrey Erbach no es David Lynch y eso se aprecia a la hora de activar los mecanismos para voltear la narración, para engañar al público al manifestar la evidencia de que lo que está viendo admite otras miradas, una curiosa pirueta en la que el autor de Carretera perdida o Mullholland Drive es todo un artesano. Cuando en The Nature of Nicholas el mundo de los símbolos se solapa con la narración lineal, el relato pierde todo interés, principalmente por lo obvio de algunas de sus metáforas y porque, con tanto equilibrismo para decir lo que se quiere decir, la verdadera intención del filme -contar las dudas sexuales de un preadolescente en una pequeña ciudad de provincias- se transforma en un desfile de fantasmas.
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