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Reportaje:

Saber luchar y rendirse

María Ángeles Durán relata en un libro las experiencias de su lucha contra el cáncer que padeció hace ocho años

Diario de batalla nació de una conversación. Fue a la altura de Alarcón, cuando María Ángeles Durán volvía a Madrid con una compañera de un curso en la universidad de verano de Gandia. Estaba comenzando el tratamiento de quimioterapia contra el cáncer de pecho que le detectaron hace casi ocho años en una revisión rutinaria, ya con el pelo caído. Durán, catedrática de sociología y especialista en sociología sanitaria, reflexionaba a raíz de su enfermedad sobre el poco papel que tenía el paciente como persona, cómo el protagonismo lo tenía el cuerpo, más concretamente "las partes enfermas del cuerpo", pero ni el enfermo como sujeto ni sus relaciones sociales. Y los aspectos que se podrían cambiar, comenzando por los "sufrimientos inútiles" a los que se somete a los pacientes. "La memoria es compasiva", le respondió su compañera, "y elimina las experiencias más duras". "Si quieres recordarlo todo, más vale que empieces a escribirlo ahora mismo; si no lo olvidarás", le recomendó.

Para la autora, ante el cáncer es más pobre quien no tiene redes que el que no tiene dinero

Durán decidió ese mismo día comenzar a recoger diariamente sus experiencias y las grabó a lo largo de 9 meses, ya que en ocasiones la dureza del tratamiento le impedía recoger sus sensaciones por escrito. Entonces se prometió a sí misma que si salía con vida trataría de dar la voz a los enfermos a través de la publicación de sus experiencias.

El libro -cuyos derechos de autor están cedidos al hospital de Kole (Congo) en el que trabajan médicos españoles- repasa en primera persona el trayecto que comprende entre la revisión que sacó a la luz el tumor hasta el final del tratamiento. Se trata de un relato de emociones cargado de reflexiones, unas memorias que la propia autora reconoce que se podrían haber transformado en un libro académico pero que conscientemente no fue así.

Durán repasa la importancia de las redes de familiares y amigos, hasta el punto de que la obra ha sido definida como un libro de sociología de la familia. La autora sostiene que ante el cáncer "es más pobre el que no tiene redes que quien no tiene dinero". Pero también se detiene en observaciones que surgen de horas de esperas, consultas y conversaciones: "me lo decía una oncóloga: los varones casados van todos acompañados, las mujeres casadas van todas solas".

La relación con la muerte es otro de los aspectos muy presentes a lo largo del libro, editado por Aguilar. Surge cuando recuerda, en un momento que estaba convencida que iba a morir, la negativa en dos notarías de reflejar su voluntad de que llegado el momento la dejaran "morir tranquila". "El cáncer enseña a luchar, pero hay que pedir ayuda y conseguir el máximo de apoyos. También enseña a saber rendirse. Hay que saber morir para morir bien, y la gente tiene derecho a no pelear más allá de sus fuerzas", se sincera.

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