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Reportaje:

Autorretrato ausente de Sol Lewitt

La soleada tarde del 15 de junio de 1878, en Palo Alto, California, Eadweard Muybridge logró documentar por primera vez en la historia el rápido movimiento del trote de un caballo a través de una serie fotográfica. Con ello pretendía demostrar la teoría del magnate ferroviario Leland Stratford -y, a la sazón, dueño del caballo fotografiado- contra la de un grupo de políticos y periodistas deportivos de que hay un momento en la carrera en el que los cuatro cascos del equino están en el aire. El trabajo de Muybridge demostró mucho más. Fue el inicio de una nueva era en la fotografía, que llevaría años después al cine. Y en un terreno diametralmente opuesto, casi ochenta años después, aquellas series sobre el movimiento inspiraron a un joven y tímido recepcionista nocturno del MOMA, de Nueva York, algunos de sus primeros trabajos artísticos. Sol Lewitt (Connecticut, 1928) había encontrado casualmente en los años cincuenta un ejemplar de Animal locomotion, de Muybridge, olvidado en el piso de un amigo por el anterior inquilino. Hay citas explícitas al fotógrafo en algunas de las primeras pinturas de Lewitt de principios de los sesenta, pero, sobre todo, el artista encontró en el obsesivo estudio del movimiento fragmentado de Muybridge -necesitó más de 20.000 fotografías para los 11 volúmenes de su enciclopedia- algunas de las bases de su propio lenguaje. Entre ellas le interesó la presentación de las series en las que todas las imágenes tienen igual valor, sin una jerarquía o punto culminante.

Considerado uno de los pioneros del arte conceptual, Sol Lewitt ha utilizado la fotografía en momentos clave de su carrera. La exposición que se presenta ahora en Madrid reúne unas 2.500 fotos de varios de sus trabajos. Son por lo general trabajos seriales, muchas veces en pequeños formatos, pero que dicen mucho de su método de trabajo. Y no sólo eso. Es conocida la reticencia de Lewitt a dejarse fotografiar y dar entrevistas a la prensa. Son muy pocas las imágenes de su persona que se conservan. Por eso su Autobiografía (1980) tiene particular importancia para dibujar su perfil humano, aún en su ausencia, y la entrevista que incluimos en esta página es una interesante muestra de su elocuente parquedad. Autobiografía se desarrolla en 1.101 fotos que el artista tomó de cada uno de los objetos de su vivienda en Nueva York poco antes de partir hacia Italia. Un detallado entorno que pretende retratarlo con detenimiento a partir de su ausencia. En él, Lewitt es el narrador y el protagonista. No son imágenes que destaquen por su calidad fotográfica. Algunas están desenfocadas, otras mal iluminadas o recortadas con negligencia. Todas son del mismo tamaño y están dispuestas en cuadrículas uniformes de tres por tres. Sin embargo, el conjunto, publicado originalmente en forma de libro, es un conmovedor repaso a su intimidad. Sus cacharros de cocina, sillas, libros, relojes (muchos), zapatos, ropa, casetes, rincones polvorientos, fotos familiares, grabados japoneses. Todo su mundo, sin nada que destaque por encima de lo demás.

"La fotografía estuvo en el ori-

gen de la incorporación de la narrativa al arte de Lewitt y, por tanto, en el origen mismo de todo arte serial y conceptual", escribe George Stolz, comisario de la muestra, en el catálogo. Entre las series fotográficas que ha desarrollado destacan Pared de ladrillo (1977), que recoge en 30 fotografías los cambios de luz sobre una pared sólida y enorme, que estaba enfrente de la vivienda del artista en Manhattan, realizada ciertamente por un albañil inexperto. De Monteluco a Spoletto (1976-1984) es el camino, paso a paso, de su casa en Monteluco (Italia) a la de un amigo en Spoletto. En Amanecer y anochecer en Praiano (1980) muestra estos momentos del día fotografiados a lo largo de un periodo desde un punto fijo. En las paredes del Lower East Side (1976) recoge los amontonados graffitis del barrio en una serie de 666 fotos en color que prácticamente no han sido expuestas antes. Se presentan también Nubes (1978) y Ventanas (1980).

Un trabajo de signo distinto es el que realiza Lewitt en Cubo (1968), un cuidadoso estudio de luz y sombra a través de 511 fotos de un mismo cubo rodeado de nueve fuentes luminosas que fue combinando en todas sus posibilidades. Un trabajo que hermana los propósitos de la escultura (sin luz no hay volumen) y la fotografía. Ese mismo año el artista realiza otra acción, Cubo enterrado con un objeto importante pero de escaso valor es una performance con un "certificado" fotográfico, en donde aparece una de las escasas imágenes del propio artista con el pequeño cubo a sus pies. Se trata de una reflexión sobre cómo el presente, en el futuro, se convierte en pasado.

La obra de Sol Lewitt se mueve entre la aparente frialdad de la geometría y el inagotable placer inocente del juego. En cierta forma, recuerda el trabajo de Joan Miró y esa especie de sabio infantilismo. Mientras el primero disfrutaba con las formas más curvas y orgánicas cargadas de color, en el caso del norteamericano, podríamos imaginarlo jugando eternamente con un Lego. "Los artistas son místicos, más que racionalistas. Saltan hacia conclusiones que la lógica no puede alcanzar", escribió en 1969. Esta muestra de su trabajo deja entrever el aspecto más cálido de ese artista, que pasea, observa las nubes, apaga un cigarrillo y deja que se acumule a su alrededor un indolente desorden. La cara oculta del cerebral trazador de líneas.

Sol Lewitt. Fotografías. Fundación ICO. Zorrilla, 3. Madrid. Del 9 de junio al 27 de julio.

Placa de la serie 'Autobiografía 1980', de Sol Lewitt.
Placa de la serie 'Autobiografía 1980', de Sol Lewitt.

"Tus objetos dicen lo que eres"

PREGUNTA. Usted eligió desaparecer detrás de sus obras. No suele dar entrevistas, no aparecen fotos suyas en la prensa ni en sus catálogos. Incluso sus trabajos son ejecutados por un equipo. ¿Responde esto a su idea de un auténtico artista conceptual o es sólo una opción personal?

RESPUESTA. Es algo personal. Creo que la obra de arte es importante por sí sola. No quiero parecer una estrella de rock.

P. Con esta actitud ha conseguido borrar a la persona y ser famoso a la vez. ¿Cuál fue su propósito al realizar su Autobiografía fotográfica? ¿Es una actitud irónica o la más sencilla de las confesiones?

R. El trabajo que yo hago me define. Autobiografía fue realizado bajo la premisa de que los objetos con los que vives, todos ellos, dicen a la gente cómo lees, comes, duermes, trabajas, etcétera. Lo que eres.

P. Esta exposición en Madrid reúne buena parte de su trabajo fotográfico. Su admiración por la obra de Muybridge, en relación al movimiento, y por la de Monet, sobre la iluminación, parecen dos puntos de desarrollo.

R. Muybridge fue el punto de inicio de mi pensamiento como artista. También me familiaricé con los estudios de Monet en torno a la incidencia de la luz sobre los objetos.

P. ¿Por qué se ha mantenido fiel a los principios del arte conceptual todos estos años? ¿Acaso encontró ahí una fuente inagotable para la creación artística?

R. Ignoro cuáles son los principios del arte conceptual. De manera que no sé cuán fiel he sido a ellos. El arte en general es un campo infinito.

P. ¿Existe una ética minimalista?

R. No.

P. Cuando usted empezó el arte minimalista implicaba una posición radical que ha cambiado con los años hasta convertirse en un estilo internacional. ¿Qué piensa de esto?

R. Es una evolución natural de las ideas. Cuando todo ha sido dicho acerca de un tema es tiempo de ir hacia adelante. Los tiempos cambian, las ideas cambian, el arte cambia.

P. ¿Qué hay detrás de su trabajo, espiritualidad o geometría?

R. Es el espectador quien decide si es todo o nada.

P. ¿Qué importancia tiene la fotografía en el conjunto de su trabajo?

R. Utilicé la fotografía como una herramienta para hacer arte, sobre todo a finales de los años setenta.

P. En los últimos años ha vuelto usted a los colores vibrantes. En el pasado escribió que una obra de arte conceptual debería ser "emocionalmente seca" en oposición, por ejemplo, al expresionismo. ¿Qué busca ahora con estos campos de color?

R. Uso el color como una herramienta más para hacer arte. Utilizo sólo colores primarios o secundarios, además del blanco y negro. El color no tiene nada que ver con el expresionismo, se usa por sus propias cualidades. El color puede ser un fin en sí mismo. Uso el color conceptualmente.

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