¿Quién paga la factura de Irak?
Como es sabido, el pasado 23 de mayo, Estados Unidos, el Reino Unido y España consiguieron que los países que conforman el actual Consejo de Seguridad de la ONU levantaran el embargo que pesaba sobre Irak desde hacía 12 años, sin necesidad de demostrar a la comunidad internacional que este país dispusiera, o no, de armas de destrucción masiva. Una vez que los aliados del eje de las Azores han conseguido la legalización de la ocupación de Irak, ahora podrán tener las manos libres para vender el petróleo iraquí. Y así, con las divisas que se generen, completar el negocio de la reconstrucción que justo acaba de empezar.
Reconstrucción que desde Estados Unidos se está gestionando desde la USAID (la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos). Hasta la fecha, la USAID ha concedido ocho de los nueve programas de reconstrucción establecidos. Bechtel, empresa ex dirigida y actualmente asesorada por George Schultz, secretario de Estado en la época de Ronald Reagan, se ha llevado la parte más grande del pastel al recibir 680 millones de dólares. Cabe decir que la mayor parte de las compañías ganadoras otorgaron generosas donaciones para financiar la campaña electoral del tándem George W. Bush-Dick Cheney del año 2000.
La guerra ha sometido al pueblo iraquí a la voluntad de las grandes transnacionales de las armas, de la construcción y del petróleo
Por su parte, el Gobierno español ya ha comunicado a la patronal CEOE que habrá contratos de reconstrucción para las empresas españolas "a través de adjudicaciones de subcontractación por parte de las empresas norteamericanas, más que mediante contratos directos" (sic). Hasta ahora, las empresas españolas que han mostrado su interés en participar en la reconstrucción iraquí son ACS, Dragados, Ferrovial-Agromán, por parte del sector de la construcción; Banco Bilbao Vizcaya Argentaria y Santander Central Hispano, del sector financiero; la ferroviaria CAF; Campofrío, Alcatel, Elecnor, Iberdrola y El Corte Inglés, entre otras.
Así las cosas, quedan algunas preguntas sin resolver que, de esclarecerse, nos harían entender el porqué del cambio de parecer de aquellos países que más se opusieron a la invasión militar. A saber, ¿cuánto cedieron Washington y Londres, en el reparto del botín de guerra de Irak, ante Francia, Rusia, China y Alemania para convencerles de su voto favorable en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas? ¿Cuántos contratos de las empresas de los países contrarios a la guerra que se firmaron con Sadam Husein continuarán vigentes? ¿Cuánta de la deuda que el dictador había contraído con empresas y gobiernos de estos países se acabará pagando con el petróleo iraquí? Preguntas sin respuestas. Respuestas ocultas a una opinión ciudadana mundial que vio, con esperanza, como algunos gobiernos no estaban dispuestos a romper la legalidad internacional y que ahora ve con estupor cómo se han alineado con los que sí la rompieron.
A todas luces, es posible denunciar que ninguno de los países que están en el Consejo de Seguridad piensa retornar el petróleo a manos de su verdadero propietario, el pueblo iraquí. Pueblo liberado que acabará pagando la factura de la guerra.Una guerra que los ha sometido casi definitivamente a la voluntad de les grandes transnacionales de las armas, de la construcción y del petróleo. Las mismas que pagan campañas electorales a los presidentes de las democracias liberales para que gobiernen en nombre de sus intereses y no para los de los pueblos que los elevan al poder político. Las multinacionales tan sólo pretenden recuperar así los beneficios empresariales de las inversiones efectuadas, aunque sea a costa de la muerte de centenares de miles de ºciviles y del sometimiento, al más puro estilo colonial, de todo un pueblo. ¿Qué hay de esa democracia, basada en los derechos universales de los seres humanos proclamados por las Naciones Unidas, que debiera obedecer la voluntad de la ciudadanía, atendiendo sus necesidades más básicas?
Dani Gómez-Olivé i Casas. Cátedra Unesco en tecnología, desarrollo sostenible, desequilibrios y cambio global de la Universidad Politécnica de Cataluña.
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