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Columna
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Isabel I, a los altares

Sucede a veces en la historia que los acontecimientos pasados se enredan con los presentas, como detrás de un mórbido designio. Sucede por ejemplo que Granada, en las elecciones municipales, ha caído del lado de Isabel la Católica, que a buen seguro se habrá complacido en su tumba. Y no será casualidad que la Iglesia, al mismo tiempo, se proponga beatificarla, tras examinar un impecable dechado de virtudes, incluido el lavarse poco. Los del PP no han tardado en emitir señales de correspondencia, enviando sólo una pequeña muestra al homenaje de Mariana Pineda, que no es una mujer-mujer, como las que gustan a Aznar, sino una liberal-liberal incorregible.

En paralelo, Sevilla cayó del lado de los otros, los de la horda. Pero sucede también que a Colón lo andan molestando en su tumba, justamente por parte de unos científicos granadinos, dispuestos a regatearle a la ciudad del Betis (y del Sevilla) una de sus más acendradas esencias. Y no pararán hasta demostrar que el Almirante jamás descansó aquí (cosa, por otro lado, no demasiado difícil), pues de sobra es conocido que su último lecho está verdaderamente en el corazón de su reina, es decir, en Granada. Pues allí fue donde esa mujer-mujer, precisamente por serlo, compartió la osada intuición de don Cristóbal, tan buen navegante como mal geógrafo. (Murió el hombre sin saber que había descubierto América, incapaz de aceptar que estaba errado en sus cálculos matemáticos).

Así que, Granada 2, Sevilla 0. Menos mal que los sevillanos tenemos dos equipos en primera división y Granada ninguno. O sea, aquí Sevilla 2, Granada 0. Vamos compensando. Pero no seamos frívolos y regresemos a la historia. El profesor Márquez Villanueva, catedrático en Harvard, ha declarado recientemente que "la expulsión de judíos y musulmanes nos alejaron de la modernidad europea". Claro que como lo ha dicho un sevillano, a lo mejor se hace sospechoso. Para mí sin embargo es toda una autoridad, que cuenta en su currículo, además de declararse discípulo de Américo Castro y de Marcel Bataillon, haber sabido escapar a tiempo de los tediosos dominios de López Estrada. Pero esto ya es ponerse demasiado serios.

La compañía teatral Producciones Imperdibles ofrece estos días, en los Reales Alcázares, un espectáculo sobre Isabel I que contiene, entre otros atrevimientos, reivindicar la sevillanía de la reina supercatólica. Vano intento. Los granadinos, sobre todo los que han votado al PP, no lo consentirán. Total, en la capital del Betis (y del Sevilla) la reina de la camisa tiesa sólo tuvo dos hijos, que perdió; fundó la Casa de la Contratación y la Santa Inquisición, esto para que los herejes se fueran preparando. Pero qué es todo eso, comparado con echar a Boabdil el Llorón, tras engañarlo como a un chino de los de antes, y contratar con don Cristóbal el reparto de las ganancias venideras. Nada, pura calderilla histórica. Los sevillanos ya podemos hacer el pino, o decir que aquí, en el monasterio de La Cartuja, Colón pasó largas estancias, departió largamente con Fray Gaspar Gorricio, un monje sabio, depositó sus bienes... Inútil también. No van a cedernos un ápice. Y acaso tengan razón, porque no votamos como Dios manda. A ver si aprendemos.

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