La comunidad judía resiste contra el tópico
Escritores y estudiosos destacan el avance en el conocimiento de una cultura "libertaria"
Una señora de entre el público planteó si podía visitar y participar en algún acto de cualquier sinagoga de Madrid, sin ser judía. La pregunta realizada al final de la conferencia Los judíos en la España contemporánea, de José Antonio Lisbona, era muy oportuna porque resume el sentimiento general de esta comunidad: más que los prejuicios, lo que hay que superar es la profunda ignorancia que el resto de la sociedad tiene sobre lo judío. "Por supuesto que están abiertas a todo el mundo. Ocurre que, a veces, por razones de seguridad, hay un cierto control antes de asistir para los que no son miembros de la sinagoga, pero nada más", respondió Uriel Macías, coordinador del Día de la Comunidad Judía.
Uriel, que luego moderaría el debate Judíos en la literatura española, destacó que las principales comunidades judías en España están en Madrid, Barcelona, Málaga, Ceuta y Melilla, y bastante más pequeñas, en Marbella, Valencia y Torremolinos. Y añadió que en el conjunto de España viven entre 25.000 y 40.000 judíos, de segunda, tercera y cuarta generación, "que se integran muy bien".
Jon Juaristi, escritor y director del Instituto Cervantes, se adhirió al judaísmo hace aproximadamente unos ocho años. Y ayer fue uno de los que participó en el debate, que se celebró en el Pabellón Carmen Martín Gaite, donde no cabía un alma. Juaristi situó en el modernismo y la generación del 98 el momento en el que emerge la presencia del judío en la literatura contemporánea española. Una emergencia que a su juicio parte de tres factores: uno, "la oposición entre la derecha tradicional, cuyo tema recurrente es la conspiración judeomasónica, y el liberalismo; dos, "el antisemitismo moderno, biológico, el racialismo, que está en Pío Baroja", y tercero, "el redescubrimiento de lo sefardí a través de los viajes del doctor Pulido". Y ahora, ¿en qué situación se encuentra? "Vivimos en el mundo de la corrección política y en la literatura actual se sigue echando mano del judío pero con tonos sensibleros y edulcorados, siempre recurriendo al estereotipo".
La escritora Mercedes Monmany eligió dos figuras contrapuestas, Pedro Ruiz de Alarcón, profundamente antisemita, y el capitán Domingo de Toral y Valdés, ejemplo de tolerancia, para centrar su intervención. "Alarcón arrastra todos los tópicos que aún se mantienen desde el siglo XV y que crean personajes-arquetipos, el del judío usurero y taimado. El antisemitismo de este autor es virulento y se percibe muy bien en su obra Diario de un testigo de la guerra de África, de 1850. Por el contrario la Autobiografía de un soldado, escrito en 1634 por Domingo de Toral, narra el encuentro del otro, el de un soldado que se ve en una encrucijada y los únicos que se atreven a ayudarle son los judíos expulsados".
El tratamiento de lo judío en la literatura española ha cambiado notoriamente desde la transición, destacó Paloma Díaz-Más, especialista en literatura española medieval y sefardí. "Fundamentalmente desde la transición ya no es una España sin judíos, hay más presencia y se les conoce más. Y en los últimos años se han realizado muchos estudios sobre su historia en España".
Esto favorece que los escritores pueden documentarse mejor, añadió Díaz-Más, que hizo una distinción entre los años ochenta y noventa: "En los ochenta estaban un poco menos documentados y, por tanto, los autores tienden a idealizar la figura del judío. En los noventa se hace un tratamiento literario que de alguna manera contiene temas de interés universal. El judío ya no es el otro, ahora cualquiera puede ser un judío en el sentido de que todos podemos experimentar la marginación, el exilio y la persecución. Esta visión se aprecia muy bien en Sefarad, de Muñoz Molina; en El último azul, de Carmen Riera, y en La gesta del marrano, de Marcos Aguinis".
El escritor Daniel Múgica, descendiente de judíos por parte de su abuela, de apellido Herzog, cerró un ciclo de cuatro milenios. "La literatura judía es una literatura desde la resistencia", dijo Mugica, que se definió como judío ateo. "Es la de un pueblo con 4.000 años de historia, siempre perseguido, y como toda literatura de resistencia es libertaria. El judaísmo contemplado como éxodo asimila la literatura de cualquier nación y la hace propia. Volvemos así a la idea del siglo XXI, del mestizaje, con la pequeña diferencia de que esta idea tiene 4.000 años".
Empezar por el alfabeto
A media mañana llegaron con toda la energía desbocada de sus 8 y 10 años. El Pabellón Carmen Martín Gaite, hasta entonces un remanso, se alteró con la invasión de decenas de niños. Era su mañana en este Día del Libro Judío y les esperaban varias actividades: un taller de manualidades y un cuentacuentos ligados a esa tradición. Lo primero que les pusieron delante es el enrevesado alfabeto hebreo, que se escribe de derecha a izquierda. ¿Y tú sabes hacer algo con él? "Yo, todo, soy judío, nos lo enseñaron en el colegio". Es Nicolás, un avispado niño, con acento argentino como muchos de sus compañeros, que estudia en el Colegio Estrella Toledano, en La Moraleja, subvencionado por el Estado, y el único de la comunidad judía en Madrid. "Yo nací en Alemania y aprendí el alfabeto en la sinagoga", dice un pecoso, Ezequiel. "También hay algunos niños en el colegio que no son judíos, pero los que vienen de fuera y quieren seguir aprendiendo hebreo estudian en él".
Entre tanta chiquillería, un par de amigos argentinos, judíos, que se conocieron en Buenos Aires hace 60 años, recorrían la exposición
Vida judía en Madrid.Exhibe los principales sucesos de la comunidad israelita de Madrid desde los años cincuenta, y sus sedes, la más importante en la calle Balmes, 3. La primera sinagoga se inauguró en 1917.
Uno de los dos amigos se instaló hace 15 años en Madrid, donde viven entre 6.000 y 10.000 judíos. "Yo no siento rechazo, aunque puede haber alguno desde el punto de vista religioso. Lo que sí percibo es que la población en general tiene un absoluto desconocimiento de lo que es ser judío".
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