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Un masivo congreso ecuménico en Alemania desata la ira del Vaticano

El Papa prohíbe a sus fieles participar en eucaristías con protestantes

Decenas de miles de cristianos abarrotan Berlín, donde anoche se inauguró con una misa ante la Puerta de Brandeburgo el primer congreso ecuménico convocado conjuntamente por las Iglesias católica y evangélica de este país. El encuentro podría ser "la antesala a la unión de ambas confesiones", manifestó una optimista Elisabeth Raiser, copresidenta protestante del encuentro. El Vaticano ha prohibido a sus fieles participar en una eucaristía conjunta con los evangélicos, aunque el Papa saludó ayer el congreso como una señal de que "la unión en la fe supera todas las diferencias".

El congreso es un acto de masas para el que hasta ayer se encontraban inscritos 190.000 creyentes. Hasta la clausura, el próximo domingo, se celebrarán a lo largo y ancho de la capital alemana toda clase de encuentros, misas, conciertos y debates. En total, cerca de 3.200 eventos. Similares encuentros de las comunidades e instituciones eclesiásticas católicas y evangélicas se celebran con regularidad en Alemania, pero es la primera ocasión en la que ambas confesiones, escindidas desde que Martín Lutero se sublevó contra de la nomenclatura vaticana en el siglo XVI, aúnan sus fuerzas en un congreso conjunto. Alemania está dividida por partes iguales en términos religiosos: 27 millones de católicos y otros 27 evangélicos.

El lema del encuentro -"¡Habéis de ser una bendición!"- fue citado ayer en una misiva de Juan Pablo II, que incluye un severo jalón de orejas. "Os animo a este testimonio conjunto de los cristianos en Alemania, un país en el que las consecuencias del relativismo ético y la secularización son muy evidentes, y los fundamentos de la fe cristiana y la convivencia humana están en tela de juicio", dijo el Papa.

Según un sondeo del diario Berliner Zeitung, un 65% de los alemanes cree en Dios y apenas un 45% considera a la Iglesia una instancia moral. El escepticismo es especialmente notorio en la antigua República Democrática Alemana, comunista durante 40 años: sólo el 33% de la población cree en Dios.

Cristo, por tanto, se detuvo en Helmstedt, uno de los antiguos puestos fronterizos entre ambas Alemanias. La situación eclesiástica en la antigua RDA es tan dramática (incluso desde un punto de vista económico: las iglesias alemanas se financian a través de un impuesto que sólo los creyentes tienen que pagar), que el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Karl Lehmann, se mostró ayer esperanzado en que este congreso ecuménico fuese el punto de partida para "misionar" hombro a hombro el este del país.

"Vivís en el país en el que tuvo su comienzo la escisión de la Iglesia occidental. Ya se han dado muchos pasos hacia la reconciliación. Seguid con estos esfuerzos", invocó Juan Pablo II. Sin embargo, el Vaticano tiene prohibido a sus feligreses comulgar con los evangélicos en la celebración de misas ecuménicas. "Todavía no están dadas las condiciones para ello", sentencia Roma por diferencias doctrinales: los evangélicos no creen que durante la eucaristía, que ellos practican de una manera menos solemne, se ingiera la sangre y el cuerpo de Cristo, tal y como sostiene la doctrina católica.

El veto de Juan Pablo II suscitó protestas entre los teólogos críticos con el Vaticano y los muchos grupos cristianos de base que existen en Alemania.

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