De concejal número 14 a presidente
Rafael Simancas, tímido y reservado, logra el Gobierno regional tras haber trabajado en los cargos más humildes de su partido
Rafael Simancas es socialista y tímido casi desde que nació, hace 36 años, en Kehl (Alemania), un lugar al que sus padres habían emigrado desde Córdoba con un contrato de trabajo que les garantizaba el futuro que no veían en España.
Volvió con siete años. Sus padres abrieron una panadería en Leganés (Madrid), uno de los municipios del cinturón rojo madrileño donde todos los alcaldes eran socialistas. Cuando cumplió los 18 decidió convertir su afición ideológica en profesión.
Se matriculó en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense y se afilió a la Agrupación Socialista Universitaria (ASU), en la que llegó a ser durante muchos años secretario general. Mientras estudiaba la carrera y militaba en la ASU, encontró acomodo en la revista Temas para el debate, el órgano de expresión del guerrismo. Con 28 años pasó a redactor jefe de la revista, un cargo que le obligó a sobrealimentarse de ensayos políticos de naturaleza variopinta.
"Defiendo un proyecto socialista sin apellidos y con mucha vocación de acuerdo"
Un año después, Rafael Simancas llegó a concejal tras acceder a uno de los últimos puestos que garantizaban escaño en la lista que encabezó Juan Barranco al Ayuntamiento de Madrid.
Ejerció su primer cargo público con una intensidad especial. Barranco le encomendó hacer la oposición al PP en el área cultural y a ese afán se aplicó. Exigió planes de choque para analfabetos absolutos, denunció a discotecas muy poderosas por prácticas racistas de sus porteros de noche, reclamó un festival municipal de cine para Madrid que nunca logró, pidió mejoras sustanciales para la enseñanza musical...
En los intermedios que le dejaba su frenética actividad como opositor cultural, redactor jefe de la revista guerrista y secretario general de la Agrupación Socialista Universitaria, encontró tiempo para destapar la corrupción en el Ayuntamiento de Madrid. El gobierno municipal de José María Álvarez del Manzano conoció a Simancas por sus denuncias y odió a Simancas por su rigor. Entonces se explicó: "Tengo fama de duro, pero es que el equipo de Álvarez del Manzano me da mucho trabajo".
Cuando estaba a punto de terminar su primer mandato de concejal, saltó el escándalo de los negocios privados del concejal de Obras de Madrid, Enrique Villorias, y Simancas no descansó hasta desenterrar todas las anomalías. Villoria, uno de los todopoderosos del Ayuntamiento de Madrid, concejal ya con el tercio familiar en la etapa franquista y casi 10 años máximo responsable de las Obras Públicas, acabó dimitiendo.
La afiliación guerrista de Simancas no le impidió entenderse con los renovadores para seguir destapando anomalías. Colaboró activamente con la concejal socialista Ruth Porta en el seguimiento a una cuenta corriente de uso restringido a nombre de Álvarez del Manzano. A ese escándalo dedicó su esfuerzo. Muchos años después, el Tribunal de Cuentas le dio la razón y sacó los colores al alcalde por uso irregular de dinero público.
Para entonces, su progresión política seguía siendo muy lenta. En las elecciones de 1999 ocupó el puesto 14 de una candidatura que encabezó el ex ministro Fernando Morán. El PSOE logró 20 concejales, un nuevo fracaso que agudizó la crisis en la Federación Socialista Madrileña.
Su partido andaba metido en problemas que acabaron provocando una fractura a cuenta de los resultados electorales de marzo de 2000, cuando el PP consiguió una victoria apabullante que forzó la dimisión de Joaquín Almunia
Simancas se aventuró entonces por la peligrosa senda de las primarias confirmando sus creencias ideológicas: fue portavoz de Matilde Fernández, una de las cuatro personas que aspiró al puesto vacante. Ganó Zapatero a Bono por nueve votos y Simancas siguió haciendo la oposición municipal. Faltaban cuatro meses para el Congreso de la Federación Socialista Madrileña que dio un vuelco a su vida.
A finales de agosto de 2000, sorprendió a todos cuando declaró en una entrevista su disposición a competir por la secretaría general de su partido: "Defiendo un proyecto socialista sin apellidos y con vocación de acuerdo". En su propia familia guerrista, que lidera en Madrid desde siempre el diputado nacional José Acosta, no aceptaron el desafío: "La Operación Simancas es algo artificial que surge de la necesidad de determinados sectores descolgados", proclamaron algunos enterados. En aquella batalla no le apoyaron ni los suyos ni los zapateros que mandaban en el partido. Reservado y convencido, Simancas convenció hasta ganar. Tres años después, la operación artificial se ha convertido en el mayor éxito socialista del 25-M. Rafael Simancas, el tercer presidente que tendrá la Comunidad de Madrid, está casado y tiene una pasión desde hace siete años que se llama Daniel, su hijo.
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