Yo sí estuve
He leído con cierta perplejidad la carta de Pello Salaburu publicada en EL PAÍS del día 21 de mayo. En ella remarcaba su conocida afinidad personal con Agustín Ibarrola y la solidaridad que en multitud de ocasiones le ha hecho pública. A pesar de ello, explicaba de forma sentida la imposibilidad de acudir al homenaje que le tributaron, porque tuvo que elegir entre esa amistad y sus sentimientos como nacionalista.
Sobre el carácter crítico con el nacionalismo que tomó el acto, creo que la persona más indicada para señalar si fue el adecuado o no sería el propio Agustín Ibarrola. En cualquier caso, considero que bastante claras han quedado sus posturas durante todos estos años.
Pero lo que quisiera resaltar es la dificultad que encuentra Pello Salaburu al tener que elegir entre Ibarrola y el nacionalismo y las pocas dudas que ha tenido recientemente al apoyar a los presos de ETA. Como es conocido, el Gobierno ha tomado medidas para acabar con las situaciones de excepcionalidad y privilegio que disfrutaban esos presos en la enseñanza universitaria. Ante ello, un reducido grupo de profesores de la UPV-EHU tomaron la iniciativa de recoger firmas, criticando esas medidas y solicitando el apoyo para los presos matriculados. En este caso, el señor Salaburu ha concedido su apoyo sin vacilar, aunque dicho apoyo pueda ser utilizado para proteger a aquellos que pusieron una bomba en la universidad que él dirigió. A pesar del rechazo público a la violencia de ETA que ha manifestado en numerosas ocasiones, en este caso el señor Salaburu no ha dudado ni ha tenido reparos en situarse en la "orilla adecuada".
Hay ambiciones que en ocasiones nos juegan malas pasadas.
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