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Tribuna:COMUNICACIÓN
Tribuna
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Los reporteros de guerra

El tópico dice que en la guerra la primera víctima es la verdad. En el conflicto de Irak, no ha sido cierto gracias a los reporteros de guerra independientes, que desde Bagdad o con las tropas de la coalición han sido los ojos de la opinión pública internacional.

Ha sido la primera guerra de la era de la globalización. Internet se ha convertido en el gran kiosco virtual de la prensa mundial, donde el cibernauta ha tenido acceso a periódicos de numerosos países, a informes de analistas, a páginas web de gobiernos en conflicto o de organizaciones pacifistas, e incluso, a vivencias y opiniones de ciudadanos de a pie, incluso desde Irak. Todo ha hecho que la guerra nos fuera más cercana y mejor conocida. En ningún choque armado anterior se ha dado tanta información a la opinión, aunque a veces los árboles no dejan ver el bosque.

Los reporteros, pese a no ser combatientes y estar protegidos por los convenios internacionales, se han visto sometidos a no pocos riesgos para cumplir con la misión de informar. Los datos dejan pocas dudas. La guerra ha sido cubierta por 3.000 periodistas acreditados, de los cuales 600 han ido embedded (incrustados) con las tropas aliadas. Trece han muerto, es decir el 0,43%. Si lo comparamos con las 140 bajas de los 200.000 combatientes aliados, el 0,07%. Podríamos concluir que el riesgo de formar parte de la lista de fallecidos en esta guerra ha sido seis veces más elevado para los periodistas que para los combatientes. Es evidente que estos porcentajes sólo tienen un valor indicativo ya que el periodista no es objetivo en las operaciones militares y, en cambio, cualquier soldado lo es para todo el ejército contrario. Tengamos en cuenta que hay un alto porcentaje de soldados en zonas de retaguardia, mientras que una gran parte de los corresponsales de guerra están donde hay combates. Los periodistas se ven impulsados a tomar las imágenes más impactantes y a ser testigos de los combates. La conclusión es la constatación de que los reporteros de guerra, conscientes del riesgo, tienen el "valor acreditado". Tal vez, igual que hay vehículos acorazados con la cruz roja pintada para evacuar heridos, sobre los que está prohibido disparar, haya que pensar en preparar vehículos mecanizados con la palabra "PRENSA" con la misma finalidad.

Los periodistas, fotógrafos y cámaras de TV destacados en la zona del conflicto, son piezas claves en el proceso de información, por ello y teniendo en cuenta los riesgos que asumen merecen el reconocimiento de la sociedad. Al informar de las acciones de guerra de forma ética y profesional, su trabajo tiene otras consecuencias también importantes: se convierten en testigos de excepción del cumplimiento o no de las leyes internacionales, como es el Derecho Internacional Humanitario.

Miguel de Cervantes, que fue herido en Lepanto, prisionero de 1575 a 1580 en Argel y liberado tras el pago de un rescate por los frailes trinitarios, dijo: "Es necesario ocuparse de las leyes de la guerra, no sea que ya que la humanidad no ha sabido evitar esta aventura irracional, la convierta en algo más irracional todavía, al no poner límites a la violencia del instinto humano". La civilización ha ido avanzando. En las guerras de la antigüedad no se hacían prisioneros, los vencidos morían a manos de sus captores. Después se tomaban prisioneros para convertirlos en esclavos. En el Tercer Concilio de Letrán, en 1179, se condenó la esclavitud de los prisioneros cristianos y se establecieron las "Treguas de Dios" con la prohibición de guerrear ciertos días.

En la actualidad la guerra tiene sus leyes internacionales, el "Ius in Bello" (Derecho en la Guerra), cuyos beneficiarios son los combatientes y la población civil en la zona de operaciones. Los primeros, por la posibilidad de caer prisioneros o heridos y no ser objetivo de armas de destrucción masiva, y los segundos, por evitar convertirse en objetivo militar. Pero toda ley necesita la fuerza de la coacción que la haga cumplir, y el agente que vigile su cumplimiento. Hay organismos internacionales, como es la Cruz Roja, que supervisan el respeto a estos acuerdos. En estas situaciones, los reporteros, con su capacidad de denuncia con la sola publicación de la noticia, contribuyen a que se respeten los convenios. Uno de los objetos de protección del Derecho de la Guerra es el combatiente, por eso desde este punto de vista, nadie más interesado que los militares en facilitar el trabajo de los reporteros hasta donde la seguridad de las operaciones lo permita.

La prensa, con sus cámaras y sus plumas, da testimonio de lo que ocurre en las guerras y contribuye a que los avances de la civilización no den pasos atrás. Para cualquier soldado, tener la certeza de que si cae prisionero su vida y su dignidad como persona serán respetadas, es una garantía de suma importancia.

Clausewitz afirmaba que la victoria se apoya en tres pilares: las fuerzas armadas como elemento volitivo, el gobierno como elemento racional y el pueblo como elemento pasional. El fallo de uno de los tres pilares conduce a la derrota. En la guerra de Vietnam, los EE UU, con un ejército muy superior a su adversario y con un Gobierno capaz de dirigir, perdieron el apoyo del pueblo estadounidense y eso les llevó a perder la guerra. La opinión pública es una pieza clave en toda estrategia; por ello, junto a las operaciones militares se planean las operaciones de información, donde figura lo que se debe y se puede transmitir sin comprometer la seguridad de las operaciones militares. Es inevitable que surja un conflicto de intereses entre la información y la seguridad de las operaciones. Militares y periodistas están obligados a entenderse y a respetarse en sus actividades.

En la última guerra, los aliados, dentro de los planes de información, consideraron positivo que un grupo de periodistas fueran "incrustados" en las unidades. Sin duda en esta decisión influyó el convencimiento de obtener una victoria rápida. Sea por las razones que fuera, esto ha establecido un precedente y una experiencia que probablemente será objeto de análisis en las facultades de periodismo y en las academias militares para extraer conclusiones.

El autor constata que en un conflicto bélico

es inevitable el choque de intereses

entre militares y periodistas,

que están obligados a entenderse y respetarse.

Miguel Ángel Ballesteros es teniente coronel jefe del Departamento de Estrategia de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas.

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