Un proceso maldito

Una vez más, una ola de violencia está frustrando las esperanzas de iniciar un nuevo proceso de paz entre israelíes y palestinos. La matanza producida ayer en Jerusalén por un suicida, que en su autovoladura contra un autobús urbano segó la vida de otras ocho personas, le ha dado la excusa a Ariel Sharon para aplazar su viaje a Washington. Sabe que Bush le presionará para que acepte, al menos de cara a la galería, la hoja de ruta hacia la solución basada en dos Estados para 2005. Hasta ahora, Sharon se ha resistido al plan del Cuarteto (EE UU, la UE, la ONU y Rusia) que la Autoridad Palestina sí ha hecho suyo, y exige cambios previos de envergadura.

La víspera se había producido la primera reunión desde septiembre de 2000 entre un primer ministro israelí y la ANP, representada por su nuevo primer ministro, Abu Mazen. Era una victoria política para Sharon y una derrota para Mazen, que no había logrado previamente que aquél hubiera aceptado la Hoja. El ambiente quedó enrarecido por el asesinato, obra de otro suicida, de dos colonos judíos en Hebrón. Mazen, según la nota de la parte israelí, condenó el ataque, pidió "moderación" en la reacción israelí y "acordó que poner fin al terrorismo es el primer paso hacia la paz". En teoría, lo es, y la Hoja pide que, al menos, se hayan constatado esfuerzos en esa dirección. En la práctica puede ser sumamente difícil conseguirlo. Y las exigencias de Sharon ponen en manos de los terroristas palestinos, especialmente los suicidas que se rigen por códigos que escapan a la razón, la llave de las negociaciones. Desgraciadamente, Sharon tiene hoy en estos suicidas sus mejores aliados contra esa paz que no quiere.

Probablemente sólo EE UU, presionando sobre Sharon, tras haberlo hecho junto a la UE sobre los palestinos, podría lograr encauzar el proceso. Para comprobarlo, habrá que esperar al futuro viaje de Sharon a Washington, que los terroristas seguirán ayudando a demorar y cambiar de contenido.