Los países ricos se resisten a la recesión
El G-8 lanza un mensaje de confianza sobre la recuperación económica pese a los malos datos
Los ministros de Economía del G-8, constituido por los siete países más industrializados (Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón, Reino Unido, Canadá e Italia) y Rusia -que ayer participó totalmente de los trabajos, por vez primera- lanzaron un mensaje psicológico de confianza en la recuperación económica y de resistencia a aceptar que los malos indicadores conocidos en los últimos días deban considerarse irremediables, al término de una reunión celebrada en la ciudad francesa de Deauville.
Lejos de ocuparse de la mala coyuntura, del efecto de los atentados o de la debilidad del dólar, los ministros de los países ricos hablaron de enfrentarse al envejecimiento de sus poblaciones y otras reformas que permitan sostener la actividad a largo plazo.
El envejecimiento de la población precisa de reformas urgentes, según los ministros
"No hay razón alguna para que el sistema económico continúe en la actual morosidad", aseguró el responsable francés de Finanzas, Francis Mer. En su calidad de presidente de turno del G-8, Mer se quitó de encima todas las preguntas sobre la mala coyuntura con la simple constatación de que "los indicadores negativos que se han conocido recientemente corresponden todos al pasado". A su juicio, tanto los inversores como los financieros y los consumidores deberían convencerse de que el pesimismo es infundado.
Una idea similar fue expresada por el Secretario del Tesoro estadounidense, John Snow, quien dijo que "el crecimiento de las principales economías simplemente no es el que debería ser". Sin embargo, en contactos separados con la prensa, el ministro estadounidense calificó de "decepcionantes" los últimos indicadores económicos y regañó un poco a sus socios europeos y japonés, comentando que deben "tomar inmediatamente sus propias medidas (...) para dinamizar el crecimiento, crear empleos y contribuir a la prosperidad mundial", sin retroceder ante la necesidad de reformar sus economías respectivas.
El comunicado aprobado por el G-8 se fija ante todo en "el desafío común que constituye el envejecimiento de nuestras poblaciones", la necesidad de "apoyarse en sistemas educativos de buena calidad" y el apoyo a "la investigación y el desarrollo, la innovación y el espíritu emprendedor". Consejos que quizá no ayuden mucho a las recesión actual de Alemania y Holanda, los signos de debilidad de la economía italiana o el crecimiento nulo durante el primer trimestre en el conjunto de la zona del euro.
Pero el documento final del G-8 atribuye a Europa la voluntad de "impulsar la innovación y acelerar las reformas que ha emprendido respecto a los mercados de trabajo, de productos y de capitales, a fin de acrecentar la reacción de su economía". EE UU se compromete a "crear empleos, animar el ahorro y favorecer la inversión del sector privado". Y Japón dice que continuará con sus reformas estructurales, "sobre todo en el sector financiero y en las empresas", afirmación que el ministro japonés, Masajuro Shiokawa, apenas tuvo tiempo de ratificar, porque tuvo que abandonar precipitadamente la reunión para enfrentarse al peligro de quiebra de Resona Holding, el quinto banco de su país.
La prudencia sobre los malos datos del presente también tiene razones políticas. En realidad, la reunión de ayer entre los miembros del G-8 era la preparación del contenido económico para la cumbre que los jefes de Estado y de Gobierno de sus países celebrarán a principios de junio, en la ciudad francesa de Evian. Al país organizador -Francia, a la sazón- le importa mucho dar la impresión de que han quedado restañadas las heridas de las escaramuzas mantenidas con EE UU a propósito de Irak, y que todos vuelven a caminar juntos.
Así, el responsable francés de Finanzas, Francis Mer, cuya franqueza casa mal con lo que que normalmente se espera de un diplomático, desplegó ayer esfuerzos para demostrar la calidad de las relaciones con John Snow. Como éste se retrasaba un poco para la foto de familia, Mer preguntó, en inglés: "¿Dónde está John?". La aparición del esperado secretario del Tesoro permitió al ministro francés practicar un poco más de inglés: "Aquí, querido", dijo, haciéndole un hueco a su lado. Los dos levantaran sus dedos entrelazados para mostrar que la tensión franco-estadounidense es cosa del pasado. Para hoy tienen previsto un paseo por las playas de Normandía, donde millares de estadounidenses dejaron la vida en el desembarco de 1944, y una visita a uno de los cementerios donde yacen los restos de aquellos a los que "Francia olvidó" durante la guerra de Irak, según la acusación vertida en su momento por la prensa sensacionalista norteamericana.
Más locuaz que sus colegas europeos, el secretario del Tesoro anunció también que ha obtenido de sus socios del G-8 un plazo hasta finales de 2004, para tomar decisiones sobre la devolución de la deuda de Irak. Esto parece corresponderse con la renuncia al intento de anulación pura y simple de la deuda iraquí, que había sido evocada por algunos de los halcones de la Administración estadounidense en la euforia de la victoria militar. La deuda exterior de Irak se estima en torno a los 400.000 millones de dólares.
No se ha establecido fecha alguna para una conferencia de países acreedores -como la que se celebró sobre Afganistán en su momento- pero el ministro estadounidense pidió a los demás miembros del G-8 que liberen los fondos iraquíes congelados, sin perjuicio de seguir persiguiendo todo aquello que tenga que ver con Sadam Husein, su familia o sus colaboradores.
Los ministros del G-8 han hecho también un llamamiento al Club de París, entidad que reúne a los acreedores públicos, para utilizar un nuevo mecanismo de reestructuración de la deuda de "algunos" países pobres. El Club de París dictaminará, caso por caso, qué países podrían ver "aligerada" su deuda o incluso anulada "en casos excepcionales, cuando la necesidad haya sido claramente establecida". Este podría ser el caso de Irak. Francis Mer evocó también la posibilidad de una reunión del G-8 sobre la reconstrucción de Irak en los próximos meses.
Por lo demás, el viento y la lluvia que ayer azotaban la costa normanda no deslucieron la reunión del G-8, dado el aislamiento en que se produjo. Un millar de manifestantes, convocados principalmente por sindicatos franceses y con la consigna general de un rechazo a la mundialización, trató de desfilar ante los políticos. Y en efecto, celebraron tranquilamente su demostración, pero no ante los ministros, sino ante las fuerzas antidisturbios.
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