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Tribuna:ELECCIONES 25M | La campaña de la oposición
Tribuna
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Paz y sostenibilidad

Según los líderes del Partido Popular -con su presidente a la cabeza-, la guerra no tiene cabida en las próximas elecciones autonómicas y municipales. Primero, porque el conflicto iraquí ha concluido ya. Segundo, porque lo ha hecho rápidamente, mucho más rápidamente de lo que deseaba la oposición, que ha quedado totalmente descolocada con su pronta finalización. Tercero, porque semejante "conflicto" nada tiene que ver con las elecciones del 25 de Mayo, consulta popular que, recuérdese, es de ámbito local y regional; quienes tratan de mezclar en ella cuestiones internacionales deberían estar en otra parte: por ejemplo, preparando oposiciones al cuerpo diplomático. En las inminentes elecciones, lo que los ciudadanos han de valorar es la buena o la mala gestión pública y aquí, sin el menor género de dudas, los gestores del PP son mucho mejores que los candidatos que proponen, como parlamentarios, las formaciones políticas de la oposición. En unos casos, porque ya gobernaron y fracasaron; en otros, porque nunca han gobernado, careciendo de cualquier experiencia y preparación para hacerlo. En consecuencia, sólo el PP posee la necesaria credibilidad; sólo el PP merece la confianza de los ciudadanos, unos ciudadanos que no quieren ver comprometido su futuro.

"La sociedad valenciana nunca había precisado tantos recursos energéticos, en su mayoría de origen externo y no renovable"
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Por supuesto, se trata de argumentos que poco tienen que ver con la realidad. La simple y desnuda realidad es que la invasión angloestadounidense de Irak ha provocado un verdadero terremoto en la opinión pública española y valenciana. Más allá de la condena de los desastres de la guerra que todo "conflicto" conlleva y de la indignación ante la falsedad y prepotencia de la "coalición" que la ha provocado, lo que los ciudadanos han puesto en cuestión con su rechazo a la guerra es toda una forma de hacer política. No nos lo había dicho, pero el PP, al parecer, piensa que la democracia es una dictadura que tiene como particularidad, eso sí, el precisar ser renovada cada cuatro años. En el ínterin, la ciudadanía deja de existir. No tiene, por tanto, relevancia alguna el hecho de que nueve de cada diez ciudadanos estén en contra de la política gubernamental y que sólo uno de cada veinte la apruebe, cuando se posee mayoría absoluta en el Parlamento y lo que se pone en juego son las grandes cuestiones de Estado. Como la guerra y la paz, por ejemplo. Evidentemente todo esto es lo suficientemente grave como para convertirse en asunto central de cualquier proceso electoral, con indiferencia de que el mismo sea local, autonómico, estatal o europeo comunitario. Lo verdaderamente preocupante sería, por contra, que no apareciera en la campaña.

Pero, además, la invasión de Irak ha sido una guerra con un objetivo económico y geoestratégico muy claro: el control, no ya de la producción actual, sino sobre todo de las reservas de un combustible fósil como el petróleo. Se agrega así a la anterior invasión de Afganistán, que más allá del castigo a Bin Laden y el derrocamiento del régimen talibán -dos antiguos aliados, como Sadam Husein, de Washington-, tenía como una de sus metas el dar salida por el Índico en un próximo futuro a las ingentes reservas de gas natural existentes en las repúblicas de la antigua Asia central soviética. Igual que ocurre con el gas, las reservas conocidas de petróleo se encuentran mucho más concentradas de lo que está la propia producción: así, las dos terceras partes de las reservas mundiales inventariadas se sitúan en torno al Golfo Pérsico, desde Arabia Saudí hasta Irán. No es casualidad que en los últimos veinticinco años se hayan producido tres devastadores "conflictos" en esa zona: la guerra irano-iraquí y las dos guerras del Golfo. Por lo mismo, si las principales exportaciones de Irak fueran las lechugas y los tomates cultivados gracias a las aguas del Tigris o del Éufrates en lugar del petróleo y el gas natural, el dictador iraquí seguiría -como tantos otros- confortablemente instalado en su país. El petróleo y el gas nutren la economía mundial y la geopolítica se adapta a ello.

¿Y qué tiene que ver todo lo dicho con las próximas elecciones y, en concreto, con las convocadas para la Generalitat Valenciana? Mucho. En 1980, año en que se inició la guerra entre Irak e Irán, el 89% de la energía primaria utilizada en el País Valenciano procedía del exterior y algo más del 94% de ese total provenía de fuentes no renovables (combustibles fósiles y combustibles nucleares). Durante 1990, cuando Irak se anexionó Kuwait y comenzaba la primera guerra del Golfo, los porcentajes estaban próximos al 97% y al 96%; en 2003, al iniciarse la segunda guerra del Golfo, eran ya cerca del 98% y más del 97% respectivamente. Si tenemos en cuenta que a este empeoramiento en el País Valenciano del grado de exogeneidad (energía que procede del exterior respecto a la energía total utilizada) y del grado de no renovabilidad (energía no renovable en relación al total de energía usada) hay que añadir el crecimiento del propio empleo de energía primaria, que se ha más que duplicado entre 1980 y 2003, y el uso del petróleo y el gas natural, que casi se ha duplicado también, pero esta vez desde 1990, nuestra insostenibilidad energética adquiere toda su crudeza. Nunca, hasta el presente, la sociedad valenciana había precisado tantos recursos energéticos, en su abrumadora mayoría de origen externo y de naturaleza no renovable. Nunca, hasta hoy, las demandas valencianas de energía habían presionado tanto sobre la actual producción energética mundial (bajo forma de energía importada) y sobre las disponibilidades de las generaciones futuras (bajo forma de energía no renovable).

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Si, tal y como Clausewitz así la definiera hace dos siglos, "la guerra es la continuación de la política por otros medios", la reciente guerra de Irak no ha sido sino la continuación, por otros medios, de las actuales políticas de insostenibilidad energética de los países ricos, acaudilladas -tanto la guerra como las políticas de insostenibilidad que la alimentan- por los Estados Unidos de América. Afirmación que tiene un corolario: no es posible oponerse a la primera sin enfrentarse también a las segundas. En el caso concreto del País Valenciano, la situación energética existente sólo puede llevar al seguidismo más ramplón o a la indefensión más completa frente a factores como las vicisitudes sociopolíticas de los países productores -sean de petróleo, de gas o de uranio-, los intereses de las compañías transnacionales del sector energético o las ambiciones imperiales de quien es ya la única superpotencia del planeta. Ante todo lo cual y reformulando otra conocida sentencia sobre la guerra, esta vez de Vegetius y con dos milenios de antigüedad (qui desiderat pacem, praeparet bellum; quien desee la paz, que prepare la guerra), podemos concluir: si pretendemos la paz, debemos progresar en nuestra sostenibilidad. Y tanto desde Els Verds como desde el conjunto de L'Entesa hacemos nuestra esta conclusión. Así que -mal que le pese al Sr. Aznar-, seguiremos manifestándonos contra cualquier guerra que cambie sangre por petróleo y, al mismo tiempo, pondremos todo nuestro esfuerzo en la próxima legislatura a fin de disminuir la abismal insostenibilidad energética en que nos hallamos y que no parece preocupar -ni mucho ni poco- al sr. Camps.

Carles Arnal es candidato autonómico de Los Verdes-Els Verds del País Valencià, integrado en la coalición electoral L'Entesa.

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