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LA CRÓNICA | ELECCIONES 25M | La batalla por el poder provincial
Columna
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Unos sueñan; otros sólo fabulan

Soledad Gallego-Díaz

En Galicia, quizás como en otros muchos lugares de España, se oyen estos días entusiastas, y disparatadas, promesas electorales. La otra noche, en un pequeño pueblo pontevedrés, en un escenario decorado con unos increíbles plásticos negros que recordaban la infausta marea negra, esta enviada especial oyó a una joven candidata popular prometer, de un tirón y casi sin respirar, una residencia de ancianos, un centro deportivo, una nueva carretera, un extraordinario plan de asistencia a los mayores, un programa de empleo para los jóvenes que borrara de cuajo el paro y el compromiso de pasar un día entero de la semana en cada una de las parroquias del concejo (lamentablemente ese concejo en concreto tiene diez parroquias). Hay incluso un candidato en Vigo que se ha despachado nada menos que con la promesa de un puente de 4,5 kilómetros y también con el estupendo compromiso de llegar al pleno empleo en esa importante ciudad en un plazo seis años (la ventaja, claro está, es que, en el mejor de los casos, el de salir elegido, su mandato sólo dura cuatro años, así que arree el que llegue después).

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El arrebato llega a muchos políticos. Incluso Mariano Rajoy, un vicepresidente que quiere caracterizarse por su sentido común, habla todo el tiempo del Plan Galicia como se si tratara de algo que está ahí, a la vuelta de a esquina: se va a poder viajar de las cuatro capitales gallegas a Madrid en menos de tres horas, pregona, y todo gracias al tren de alta velocidad; entre Vigo y Pontevedra se va a tardar sólo diez minutos, y entre Vigo y A Coruña, 49... Se trata, sin duda, de un plan colosal, pero la verdad es que de momento no se han incluido inversiones importantes en los planes de infraestructuras ni existen en la mayoría de los casos ni tan siquiera los estudios previos imprescindibles. Es muy posible que en la campaña electoral de dentro de cuatro años se vuelva a anunciar la misma maravilla, cuyo horizonte más probable se sitúe en 2010 que en el 2003. Pero no importa: los españoles creemos que en época electoral los buenos políticos tienen derecho a soñar, y los malos, a fabular.

La verdad es que Galicia ha pasado este año días muy malos y que tiene ganas de escuchar cosas agradables. En los momentos más duros del chapapote del Prestige el Gobierno tuvo que proporcionar ayudas económicas directas y regulares a más de 18.000 personas. Han pasado seis meses, la Xunta afirma que ya han desaparecido casi todos los efectos de la marea negra, pese a que el petrolero hundido sigue allí, y a primera vista la costa parece igual de hermosa que siempre. Pero el propio Rajoy reconoce que aún hoy más de 5.500 personas siguen recibiendo esas ayudas económicas.

Es difícil calcular cuál será el efecto del caso Prestige en el voto del próximo 25M. Muchos creen en Galicia que provocará el casi total hundimiento del Partido Popular en las grandes ciudades, donde ya había perdido las alcaldías antes de la catástrofe y donde ahora puede correr la humillación de convertirse incluso en tercera fuerza. Es en las ciudades gallegas donde aún se ven banderas de "nunca máis" colgadas de algunas ventanas y donde más se nota el enfado de los ciudadanos por lo que siguen considerando ineficacia y oscurantismo de las autoridades gallegas y del Gobierno de la nación en los primeros días de accidente del petrolero.

De hecho, siguiendo la campaña popular, da la impresión de que el gran objetivo es conservar todos los pequeños pueblos que se pueda para garantizarse, por ejemplo, la Diputación de Pontevedra. Por eso, todo un vicepresidente como Rajoy acude a explicar el Plan Galicia en localidades bien pequeñas, con cententar y medio o dos centenares de seguidores. Y aun así, en algunos de ellos le espera también un puñado de jóvenes que, generalmente retenidos por la Guardia Civil a un lado de la carretera, le increpa y le canta canciones reivindicativas. Rajoy hace como que no les escucha, pero luego, en el restaurante o en la nave industrial donde da el mitin, arremete contra los protestones hasta casi compararlos con peligrosos agitadores revolucionarios.

Quienes deberían recoger el enfado que provocó el Prestige son el PSOE y el Bloque Nacionalista Galego. Sin embargo, es posible que el BNG, liderado por Xosé Manuel Beiras, salga más beneficiado que los socialistas, empeñados en reproducir el tono moderado y tranquilo de su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, en toda la campaña. El sosiego es algo que puede ser muy valioso pero que, desde luego, resulta muy poco propicio para recibir votos airados, como son los de una parte de los votantes urbanos gallegos. El BNG sigue presentándose casi como un contrapoder, pese a que preside ya varios ayuntamientos, incluido Vigo, donde ahora compite con un serio candidato socialista, el ex juez Ventura Pérez Mariño. Y es esa imagen rebelde del Bloque la que ayuda a mezclar muy bien sentimiento nacionalista y enfado generalizado. Es seguro que BNG y PSOE se unirán en donde sea necesario para garantizarse el gobierno de los ayuntamientos que puedan, pero también es verdad que oyéndoles hablar por separado en mítines y reuniones da la impresión de que BNG y PSOE tienen cada día menos afinidades.

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