En el Ayuntamiento como en casa
A sus 70 años, María Regla Jiménez lleva 20 años ininterrumpidos gobernando con mayoría absoluta el municipio sevillano
"María Regla Jiménez es una mujer, cuanto menos, singular". Con esta tajante afirmación se presenta a la alcaldesa de Espartinas en la página web de este municipio cercano a Sevilla que lleva 20 años bajo su tutela. A sus 70 años (Espartinas, 1932), María Regla Jiménez, viuda y con seis hijos, afronta su sexta campaña electoral con la tranquilidad que le reporta haber ganado las últimas cinco citas consecutivas con las urnas por mayoría absoluta. Dos décadas lleva María Regla al frente de Espartinas, pueblo de 6.700 habitantes que, para bien y para mal, le achacan que gobierna como si se tratase de su propia casa.
La "singularidad" de esta alcaldesa se cimenta en su peculiar forma de entender la política y la misma vida. "Todo por mi pueblo" bien podría ser el lema que resumiese su proyecto político en estas últimas dos décadas. María Regla no celebra mítines porque asegura que en ellos se tiende a la exageración para ganar votos y porque cree que su gestión habla por sí sola. En el último mandato, el Ayuntamiento espartinero ha impulsado numerosas medidas para mejorar la calidad de vida de sus vecinos, que cuentan con la renta familiar más alta de la provincia.
Entre las más recientes, se ofrecen cheques-servicio de descuento en la compra de gasolina para quienes se empadronen en el pueblo -del 24 al 28 de abril se apuntaron 200 personas-; también ha aprobado reducciones del IBI para las familias numerosas, que oscilan entre el 50% y el 90%. Junto a éstas, aparecen otras con un marcado tufillo populista, según los grupos de la oposición.
María Regla no dudó en abonar de las arcas municipales los 3.000 euros que costaba el alquiler de un enganche para que los mayores del pueblo paseasen, comidos y bebidos, por la Feria de Abril. Algo que no es nuevo: tiempo atrás tampoco dudaba en organizar excursiones en autobús para conmemorar el 20 de Noviembre en el Valle de los Caídos. Su simpatía por determinados personajes -se declara ferviente admiradora de Fraga y Aznar-, vivos o muertos, le han producido algún que otro quebradero de cabeza. Como cuando la oposición le recriminó que no retirase del callejero las numerosas referencias al régimen franquista que aún perduran, pese a que así se acordó en el Congreso y en la Diputación de Sevilla. Las calles siguen igual, menos una: la que, estando ella de baja por enfermedad, dejó de llamarse José Antonio Primo de Rivera para rebautizarse como Avenida de María Regla Jiménez. Un reconocimiento en vida que la alcaldesa acogió gustosa, al igual que la encomienda de Isabel la Católica que el pasado marzo le impuso el ministro de Administraciones Públicas, Javier Arenas, acto en el que estuvo arropada por buena parte de sus amistades más incondicionales, como la duquesa de Alba, Curro Romero -al que casó civilmente un mes antes- o Teófila Martínez.
Con menos entusiasmo acogió la medalla a la mujer trabajadora que le concedió el presidente de la Junta, Manuel Chaves. María Regla, que agradeció el gesto, la rechazó porque en esos momentos andaba enfrascada en una de las numerosas batallas que ha librado contra cualquier Administración que, en su opinión, perjudique a su pueblo. En esta ocasión, el motivo no era otro que conseguir que Educación le autorizase a construir un instituto, algo que consiguió recurriendo a su peculiar estilo del acoso y derribo: durante 200 días envió a diario un fax a la delegación provincial solicitando una respuesta inmediata y, por supuesto, satisfactoria para sus planes.
Inteligente, trabajadora, buena gestora, peleona, tozuda, vanidosa o autoritaria, son algunos de los adjetivos que emplean sus conocidos para definir a esta corredora de fondo de la política municipal, de la que muchos dicen que gobierna el pueblo como si fuese su propia casa.
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