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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alemania no arranca

La acumulación de malos datos de la economía alemana presta una desusada urgencia a los planes repetidamente anunciados, y siempre aplazados, por el canciller Schröder de recorte del sistema de protección social y reforma del mercado de trabajo. Los últimos indicadores reflejan una nueva subida del número de parados (que pueden ser cinco millones a fin de año), una caída de la demanda y bancarrotas en cadena en una economía que el año pasado creció un raquítico 0,2%.

En este escenario, común en algún aspecto a otros países europeos, se desarrolla el pulso de Schröder con los sindicatos y la izquierda más doctrinal de su partido, cuya dramatización se producirá en la conferencia especial socialdemócrata convocada para el 1 de junio, a la que el jefe del Gobierno someterá sus planes. Cada vez más débil políticamente, Schröder prometió el mes pasado dar un tijeretazo a los beneficios sociales, liberalizando el mercado de trabajo y entrando a saco en el sistema de pensiones, la llamada Agenda 2010. Y amenazó con dimitir si no sacaba adelante su plan. El proyecto ha sido declarado casus belli por los sindicatos, que aunque han pasado en 10 años de casi 12 millones de afiliados a menos de 8, ocupan todavía el 80% de los escaños socialdemócratas en el Bundestag. Su receta son masivas inversiones públicas para avivar el crecimiento.

Los alemanes, pese a estar históricamente acostumbrados a disfrutar de un Estado nodriza, entienden, según todas las encuestas, que ha llegado la hora de su reforma a fondo. En la inevitable liberalización de este encorsetado mercado coinciden los expertos económicos, el mundo empresarial e incluso los votantes de Schröder. Hasta los verdes, socios de coalición, han alzado su voz en favor de unos cambios sobre los que el primer ministro ha teorizado mucho en los últimos cinco años -y amenazado con su renuncia-, pero nunca ha llevado adelante. El canciller no ha ido más allá de declarar históricas cualesquiera de sus iniciativas, se trate de la rebaja del impuesto sobre la renta en 2001, de la irrelevante reforma de las pensiones del año pasado o del abortado proyecto para liquidar la hiperburocracia que gravita alrededor del desempleo.

La Agenda 2010 se presenta como única opción aceptable para salir del coma económico, pero también para sacar de la UCI al canciller. Schröder ha dicho inequívocamente a los socialdemócratas que los partidos europeos de credo similar que no han hecho los cambios por los que él aboga han sido desalojados del poder: Portugal, Dinamarca, Italia o Francia. El desenlace de este pulso tendrá repercusiones mucho más allá de Alemania.

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