La Real va de campeón
El equipo donostiarra acepta el reto y da una lección de fútbol ante el Mallorca, un buen rival
Mallorca y Real Sociedad comparten más cosas de las que sus diferentes objetivos (plaza UEFA, el uno, título el otro) puedan sugerir. Comparten, por ejemplo, esa idea de que el fútbol es sobre todo la conjunción de la fuerza con el tacto y la velocidad, a la que no le viene mal una dosis de organización, pero que nunca puede prevalecer sobre lo anterior. Así, con la idea aprendida por ambos lados y la habilidad reconocida para ejercer la conjunción de las tres virtudes, se construyen partidos como el de ayer, maravillosos, pletóricos; de ida y vuelta, pero no correcalles; de oportunidades mil, pero no por fallos; de fútbol entretenido, pero no hueco.
A la Real le vino el Recre a ver el sábado con su inesperado empate contra el Madrid y su técnico, Denoueix, dio la orden: habrá que arriesgar, dijo. Y la Real recuperó su mejor versión como visitante, últimamente un tanto deslavazada. Es decir, la de aquella Real que comienza al trantrán,
MALLORCA 1 - REAL SOCIEDAD 3
Mallorca: Leo Franco; Cortés, Niño (Vicente, m. 31), Lussenhoff, Poli: Novo (Turu Flores, m. 78), Lozano, Marcos; Biagini (Carlos, m. 56) y Eto'o.
Real Sociedad: Westerveld; López Rekarte, Kvarme, Jauregi, Aranzabal; Karpin, Xabi Alonso, Aranburu, De Pedro (Gabilondo, m. 85); Nihat (Boris, m. 77) y Kovacevic.
Goles: 0-1. M. 9. Penalti que trasforma De Pedro. 0-2. M. 25. Jugada al primer toque entre Xabi Alonso, De Pedro y Aranzabal, cuyo centro remata a la red Karpin. 0-3. M. 53. Libre indirecto que saca De Pedro y Kovacevic marca de cabeza. 1-3. M. 60. Centro de Carlos, Jáuregui falla en el despeje y Eto'o marca a placer.
Árbitro: Mejuto. Amonestó a Niño, Aranzabal (no jugará la próxima jornada) y Vicente.
Unos 18.000 espectadores en Son Moix.
como midiendo al enemigo, retocando el balón, pero pisando el acelerador sin que la patrulla de su rival adivine que va cogiendo velocidad. Cuando te das cuenta, está a cien por hora, ataca por todos los costados y tiene a Nihat con el motor en las zapatillas echando fuego.
Ayer le ayudó en su estrategia un polémico penalti de Poli a Kovacevic. El caso es que a los ocho minutos, tras aprovechar De Pedro la máxima pena, ya tenía el partido que buscaba. Antes de lo previsto, aunque conviene no olvidar que a los cuatro minutos, el propio De Pedro había desaprovechado una ocasión magnífica ante Leo Franco con el único atenuante de que disparó con la pierna derecha, la que le ayuda a jugar al fútbol.
Y como a ambos equipos les gusta atacar y tocar el balón (tanto que a veces ese ansia se convierte en un problema defensivo), y el partido se había roto con prontitud, comenzó el fútbol de ida y vuelta, el fútbol grande que demuestra que se llega más, mejor y más pronto al área por abajo que por arriba. En un cuarto de hora, entre los dos equipos fabricaron cinco ocasiones: la referida de De Pedro, otra de Biagini -mal resuelta-, el penalti, una de Nihat que repelió Leo Franco con el cuerpo, otra de Eto'o que escapó de la red por centímetros y otra de Lussenhoff que detuvo Westerveld. Fútbol para ver.
En tales circunstancias es de agradecer el atrevimiento del Mallorca, su filosofía, sus ganas de jugar ante un rival que así planteado el partido, con fútbol bello y limpio, en una tarde inspirada te puede partir por la mitad. Y le partió a base de su discurso habitual: es decir, los triángulos, uno tras de otro, que tienen casi siempre a Xabi Alonso en la primera maniobra. El segundo gol, obra de Karpin, fue una ejemplo teórico y práctico de cómo juega la Real: cuatro toques y lo que nació en medio campo, acabó en la red.
A los 53 minutos, tras el gol de Kovacevic, la Real interiorizó que su ventaja era suficiente en el marcador y su superioridad manifiesta. Algo lógico, ante un equipo que si bien contaba con la ciencia habitual de Ibagaza, le faltaba pegada (Pandiani se lesionó el sábado) y sobre todo chispa, algo que le sacara de la rutina, bella pero inútil. Y Manzano tiró de un recurso habitual, Carlos, un futbolista que tiene el arte de cambiar el estado de ánimo a un partido con un fútbol nada despreciable. Con él se levantó el Mallorca y su público y se cayó un poco la defensa de la Real. En su primera acción marcó el Mallorca y todo cambió. Había partido aunque hubiera diferencia o por lo menos lo creyó así el Mallorca, que tras el tercer gol realista dio síntomas de abatimiento y de adormecimiento colectivo. Carlos cambió de marcha e Ibagaza encontró un socio para su magnífico tacto con el balón. Así que la Real, que se había paseado, que había mostrado sus galones del que quiere ser campeón, que había jugado con cabeza y con delicadeza, acabó encomendándose a Westerveld. El portero holandés siguió reivindicándose con dos intervenciones soberbias: una a tiro de Ibagaza que buscaba la escuadra y otra en un cabezazo a bocajarro de Marcos. Nadie sabe cómo pero apareció la mano de Westerveld como si su brazo fuera extensible. Había unos minutejos por delante y seguramente la Real hubiera recordado el síndrome del Villarreal (que le empató un 2-0 en el tiempo añadido). Pero ayer iba de campeón y el final se acerca. No era cosa de descarrilar de nuevo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.