La calle donde todos los gatos son pardos
Alrededor de la Gran Vía madrileña orbitan locales nocturnos con mucha garra
Vacía y mañanera, la Gran Vía fue la musa del cineasta Alejandro Amenábar. Una visión insólita que sorprende al protagonista de Abre los ojos. No es de extrañar, porque la esencia de esta calle es nocturna y bulliciosa. Desde que se proyectó en 1904, fue concebida como lugar de ocio y consumismo. Hoy sigue llenándose de paseantes, comensales, clientes, espectadores, prostitutas, turistas, conductores, camellos y gente que simplemente pasa por allí. En sus aceras y aledaños se cuentan los locales más cosmopolitas de la capital, y, casi cien años después de nacer, sus cifras siguen impresionando: 1.300 metros de largo; 11 semáforos; 88 portales, de la calle de Alcalá a la plaza de España; 4 paradas de metro, y 9 cines, sólo en sus aceras. Una animada calle de día; pero es al atardecer cuando se despierta su verdadera naturaleza. Con los neones, la Gran Vía se convierte en pura metrópoli. Y hay toda una noche por delante para disfrutarla.
Los gatos, como se conoce a los madrileños, gozan de la oscuridad. Por ello se mezclan en esta rabiosa arteria y sus aledaños, donde hay cine, cena, copa y baile..., hasta que salga el sol.
Locales polivalentes
De todo un poco, parece ser la táctica de muchos locales para que los parroquianos no se escapen. Así, el Star's Café (Marqués de Valdeiglesias, 5; 915 22 27 12; www.starscafedance.com) permanece abierto desde la una de la tarde hasta pasadas las tres de la madrugada. Meriendas, cenas, exposiciones, pinchadiscos, pista de baile..., incluso danza del vientre masculina. Todo entre cojines y una atmosfera muy relajada. En el Larios Café (Silva, 4; 915 47 93 94) la gente guapa come, toma cócteles o disfruta de la música en vivo rodeada de una exquisita decoración en blanco y negro obra del interiorista de moda Tomás Alía. Chic urbano en todo su esplendor.
En Suite (Virgen de los Peligros, 4; 915 21 40 31) se puede tomar el postre viendo cómo se baila en la pista acristalada del piso superior. Un precioso patio permite además, en verano, cenar en el centro y sin ruido a la luz de las estrellas. Y en la Luna Mulata (Reina, 4; 915 22 13 26), fruto de la asociación de un manager musical y un hostelero, los comensales pueden pasar sin pausa de la mesa a la sala de conciertos de música étnica.
Para coger fuerzas
Al salir de la sesión de las ocho del cine el hambre aprieta. Hay tiempo, porque en la mayoría de los restaurantes de la Gran Vía se puede cenar pasada la medianoche. De María (Gran Vía, 72; 917 58 01 15) sirve corte, chuletón y demás delicias de la Pampa por unos 20 euros. La cadena argentina tiene cinco locales en Madrid (uno de ellos, en la cercana Preciados, donde el mismísimo Pedro Almodóvar confesó su debilidad por las mollejas que allí se sirven).
Robata, decano de los japoneses en Madrid, lleva 14 años cortando sushi en su larga barra (Reina, 31; 915 21 85 28). Amplitud y camareros en quimono lo hacen ideal para las cenas en grupo, por unos 30 euros. Siguiendo en la línea oriental, pero más moderno, el Wok Café (Infantas, 44; 915 22 90 69) está a punto de renovar la carta, que seguirá especializada en platos cocinados en la profunda sartén de hierro usada en China que le da nombre. Además se creará una sala vip al fondo.
Con un toque menos exótico, el reciente Madrilia (Clavel, 6; 915 23 92 75). Mucho cristal y luz azul, que quizá resulte mejor para un negocio que para una primera cita. La carta, en la que el foie-gras baila con los deliciosos arroces, se escoge por unos 30 euros. Por menos de 20, el amplio y alborotado comedor de La Gloria de Montera (Caballero de Gracia, 10; 915 23 44 07). Es probable que toque esperar, ya que no admiten reservas.
Para bailones
La compañía Trip Family (www.tripfamily.com; 915 41 35 00) se ocupa de organizar las diferentes sesiones de las discotecas Bash (plaza del Callao, 4) y Flamingo (Mesonero Romanos, 13). Así, por ejemplo, el Bash se convierte, como cenicienta, en Ohm los viernes y sábados a partir de las doce (imprescindible noche gay), y los domingos, en Week End, el mejor sitio para bailar latin house. El Flamingo se transforma en Ocho y Medio los viernes, para los más alternativos del pop, y los sábados, en Dark Hole, para siniestros.
El nombre ya lo avisa. La sala Cool (Isabel la Católica, 6; 915 42 34 39. www.coolballroom) es de lo más divino de la muerte. Decorada con estilo retrofuturista, de nuevo por Tomás Alía, su entrada en cuesta y curva es todo un ejemplo de lo que debería ser un paseíllo para dejarse ver y sentirse el amo de la noche.
Un clásico del meneo, El Sol (Jardines, 3; 915 32 64 90) lleva desde 1979
escondido tras la canalla calle de la Montera. Este garito histórico se llena cada fin de semana de lo más indie de Madrid. Soul-funk de calidad para enemigos del bakalao, y conciertos que se salen de las listas de superventas.
Imprescindibles
Traspasar sus puertas giratorias sigue siendo un viaje en el tiempo. El Museo Chicote (Gran Vía, 12; 915 32 67 37; www.museo-chicote.com) fue construido y amueblado por Gutiérrez Soto (también autor del teatro Pachá de Barceló) en 1931, y es uno de los pocos locales comerciales protegidos por las leyes de patrimonio. Su interior conserva el encanto de ser el original y permite sentarse donde lo hiciera Ava Gardner. Hace un par de años cambió de espíritu. Un pinchadiscos, unas luces de ambiente (una vez más, los cambios a cargo de Tomás Alía) y una firma de relaciones públicas orientan ahora el local a un público más fashion.
En la trasera, Fernando del Diego lleva 11 años al frente de la coctelería Del Diego (Reina, 12; 915 23 31 06). Junto con sus hijos, virtuosea "un oficio que no es para nada tan fácil como la gente se cree". Su secreto para una buena mezcla: "Tener cariño por lo que haces, y mucha psicología".
Un poco más abajo, el Cock (Reina, 16; 915 32 28 26). Madera oscura, techos altos, chimenea: el aspecto de un club de caballeros británico. Los habituales tienen su vaso exclusivo, de vidrio más fino. Copas tranquilas desde las 19.00. Noches que no se sabe cómo terminan, hasta las 4.00. Al otro lado de la Gran Vía, el Círculo de Bellas Artes (Alcalá, 42; 913 60 54 00.www.circulobellasartes.com) ofrece su pecera para tomar copas y algo de tapeo hasta medianoche, siempre previo pago del euro de rigor para los no socios. En breve abrirá su terraza de verano, en la mejor esquina de la ciudad.
Ese algo más...
Nada mejor que una pincelada de excentricidad para coronar la noche. Con un punto especial, el Gula Gula (Gran Vía, 1; 915 22 87 64; www.gulagula.net) sigue ofreciendo su bufé aderezado de actuaciones petardas. Ese mismo gusto por lo kitsch despacha la discoteca de ambiente guapo Pasapoga (Gran Vía, 37; www.pasapoga.com) celebrando las noches más musculocas. Y para los incombustibles, al principio de la calle de Jacometrezo, el Berlin Café y el brasileño Oba Oba resguardan del inclemente sol matutino a los vampiros que disfrutan de su divertido aire tugurial.
UN POCO MÁS LEJOS
Si los pies piden paseo, y dado que el tiempo se va prestando a ello, merece la pena alejarse un poco para llegar a algunos locales. Como el Liquid (Barquillo, 8), donde hermosos, y casi siempre inalcanzables, príncipes de la noche gay queman las horas hasta bien tarde. Si no ha habido suerte, siempre se puede recurrir al Strong (Trujillos, 7), decano de los cuartos oscuros madrileños, estrictamente men only. Puerta con puerta, pero de ambiente bien distinto, otro clásico, el Templo del Gato. Música cuidada y mesa de billar en este histórico garito rockero famoso por su difunta serpiente, que se paseaba por la barra. Entrando en Chueca, en el cruce de la calle de la Libertad con la de San Marcos, dos locales nuevos. El restaurante Bazaar, que refulge de blanco minimalista y siempre está lleno, y el Diurno, un curioso experimento que une café, copa y videoclub con mucha modernez.
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