Saqueos en las casas afectadas por las lluvias en Argentina

Hace una semana que ha dejado de llover en la provincia de Santa Fe, la tercera más poblada de Argentina, pero la capital provincial y sus alrededores continúan bajo el agua y con riesgos de sumirse en un descontrol político, sanitario, alimentario y de seguridad. Robos en las casas anegadas y de las raciones de comida distribuidas por el Gobierno de Santa Fe, alertas sobre focos de infección por la contaminación del agua y el despido de un alto funcionario por la falta de prevención completan un cuadro de 24 muertes, cerca de 710 desaparecidos y 135.000 inundados.

Los delincuentes aprovechan la noche para el pillaje en las 20.000 casas anegadas, situadas en los barrios pobres del oeste de la ciudad de Santa Fe (475 kilómetros al norte de Buenos Aires). Los tiros resuenan en la oscuridad. Son las armas de los ladrones o de los cientos de vecinos que han montado guardia en los techos de sus casas para custodiar lo poco que el agua del desbordado río Salado les dejó. Allí se instalan con tiendas y se mueven en embarcaciones a remo. Unos 600 efectivos de la Prefectura Naval (policía de ríos y mares) patrullan con lanchas y helicópteros para evitar los pillajes, que han descendido en los últimos días. En la provincia vecina de Entre Ríos se registran otros 1.200 evacuados. Sólo 48.000 de los 135.000 afectados en Santa Fe permanecen en los 300 centros de acogida. El gobierno provincial, que, con la ayuda del Ejército y de las donaciones privadas, alimentaba a todos, ha dejado hace tres días de entregar comida a quienes están fuera de esos establecimientos, ante su incapacidad para controlar que las recibieran otros pobres que se hacían pasar por inundados.

Los que permanecieron o vuelven a sus viviendas se encuentran con aguas putrefactas, animales muertos y restos fecales. Por todas partes se corren riesgos de sarnas, micosis, pediculosis, diarreas y afecciones respiratorias, agravadas por las bajas temperaturas del otoño austral.