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La cultura y la mujer, las más necesitadas

En la Comunidad Valenciana existen tres federaciones de asociaciones. La más antigua es la FAGA, que para su ejercicio anual, ha recibido algo más de 330.000 euros de subvención del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y la Generalitat, y 180.303 euros con cargo a la asignación tributaria del IRPF de 2002. Aparte, cada asociación tiene las suyas según los programas que desarrolle, y existen dos federaciones más: Maranatha, de gitanos evangelistas, y la Plataforma Romaní, de reciente creación. El capital en subvenciones no es cuantioso, pero el dinero que las asociaciones destinan a potenciar la cultura gitana es mínimo. Cosa sangrante cuando el romanó, el idioma de los gitanos, se ha convertido en una lengua desconocida. Según Joaquín López Bustamante, que dirige desde Valencia la revista de investigación gitana I Tchatchipen , "el panorama cultural es muy desalentador; hay asociaciones empeñadas en mostrar una realidad gitana que esté a la altura de sus tópicos; algunas asociaciones realizan jornadas culturales que parecen destinadas a representar la complacencia con las instituciones que las subvencionan, y en las que no suele faltar el consabido partido de fútbol entre gitanos y policías o guardias civiles". "Aunque se ha reducido notablemente la marginalidad", explica López Bustamante, "la imagen social de los gitanos y de lo gitano sigue siendo muy negativa, y, en demasiados casos, ser caló sigue siendo una desventaja social". Esto se complica más cuando se atiende al tema de la mujer. Nieves Roige, presidenta de la Asociación de Mujeres Gitanas Progresistas, indica que "antes muchas subvenciones se dedicaban a promover programas para la juventud; ahora, teóricamente, se dedican más subvenciones para promover a la mujer, pero en muchos casos, en la práctica, ese dinero se destina a otros programas". En su opinión, "hay un apoyo fantasma a la mujer, que no es tan real como se pretende". Como otros gitanos, insiste en que la administración debería ser más honesta y supervisar más la efectividad del dinero público, y cuenta que los cursos de formación de empleo que más asistentes congregan "son los remunerados; si no, muchas jóvenes gitanas no los valoran". Si en los cursos masculinos son los trabajos manuales aquellos que más se enseñan, a las mujeres se destinan los de alfarería, corte y confección y peluquería. "¿Y si no acuden a los cursos de estética -se pregunta- cómo vamos a aspirar a que las acudan a cursos culturales?"

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