Las tripas del oficio de filmar
Hace unos años, la actriz Laura Mañá, metida a directora de la excelente, pero desequilibrada, Sexo por compasión, nos puso -entre imprecisiones de aprendiza de un oficio cuyas intrincadas leyes y delicadas medidas no domina y calcula bien- ante el brote de una fértil imaginación, que alcanza instantes de fuerte singularidad. Ignoro si esta notable mujer de cine es consciente de esas sus carencias -subsanables, al contrario que las de talento, que no tienen arreglo- en el manejo de la buena malicia, la astucia que requiere construir películas. Pero su segundo largometraje, Palabras encadenadas, deja ver que intuye esas carencias y que una buena parte, por no decir todo, de lo que remueve interiormente en la pantalla tiene aroma de exploración de territorios de aprendizaje.
PALABRAS ENCADENADAS
Dirección: Laura Mañá. Guión: Mañá y F. de Felipe (drama de Jordi Galcerán). Intérpretes: Darío Grandinetti, Goya Toledo, Fernando Guillén, Eric Bonicatto, B. Apilanez. España, 2003. Género: drama. Duración: 85 minutos.
De ahí que Palabras encadenadas pueda ser para Mañá un punto de giro en su busca de soltura, pericia y tacto de cálculo y engrase de engranajes esenciales de la mecánica de la filmación y composición, como el dominio del ámbito escénico y el de los encuadres considerados como calas, como troceo selectivo del escenario, cuyo concatenamiento secuencial posterior permita a la pantalla arrancar de un espacio un ritmo interior, es decir, un tiempo escénico.
No parece por eso casual que Palabras encadenadas proceda de una obra teatral de Jordi Galcerán. La unidad espacial del suceso, los movimientos que genera y los choques de rostros que buscan ser enlazados en el montaje, permiten a Mañá sumergirse en la mecánica de la filmación y la construcción, lo que da idea de que este filme puede ser un impagable ejercicio de adiestramiento de una musculatura imaginativa muy bien dotada, que pide convertir el instinto de filmación en oficio de filmación.
Los árboles y el bosque
Puede ser por eso este filme de gran provecho para el futuro de la cineasta, aunque su presente se beneficie poco de él, pues por volcarse con derroches de esmero en las tripas mecánicas del suceso que filma, Mañá pierde de vista el bosque, cegada por los árboles. Si la película tiene trozos interesantes, como conjunto no tiene relevancia, es fallida. Los andamios de su construcción son visibles y de ahí que en la pantalla el secreto ocupe el lugar del misterio y la prestidigitación sustituya al enigma, lo que, en un filme que busca crear intriga y contención del aliento, es un mal de fondo, grave, casi mortal. De ahí que Palabras encadenadas esté atrapada en la paradoja de ser una película prescindible, pero imprescidible para la configuración de un talento en forja.
Babelia
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