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Vitoria resume lo esencial de Anglada Camarasa

Hermen Anglada Camarasa (Barcelona, 1871-Pollença, Mallorca, 1959) fue uno de los principales inspiradores del modernismo pictórico, el movimiento que ejerció de enlace entre los creadores del siglo XIX y las vanguardias de la pasada centuria. El Centro Cultural Montehermoso de Vitoria recuerda al pintor catalán hasta el próximo 1 de junio con la exposición Anglada Camarasa en la distancia, que destila lo esencial de su trabajo a partir de los fondos de la Fundación La Caixa que permanecen en su Centro Cultural de Palma de Mallorca.

Empar Rosselló, comisaria de la muestra, ha elegido 33 óleos para explicar la vinculación de Anglada con la luz, la figura femenina o la búsqueda de la belleza. Proceden de la colección personal del artista (formada por más de 500 obras), cedida hace 14 años por su familia a dicha entidad financiera.

El recorrido se divide en tres partes, coincidentes con su estancia en distintas ciudades. La primera es París, donde descubre la luz eléctrica, una revelación para cualquier amante de la frontera entre claridad y sombras.

Los cuadros seleccionados de este periodo son de pequeño formato, intensos, prueba evidente de las impresiones que causó el mundo parisino en la retina del joven pintor. Anglada había recorrido con el pintor peruano Carlos Baca-Flor los cabarets de la capital francesa, todo un estímulo para los contraluces y para las recreaciones del cuerpo femenino.

Este último aspecto lo elevará a primer tema de su obra en los meses que pasó en Valencia, donde pintó uno de sus cuadros más famosos, presente en la muestra: La sibila. Aquí ya se aprecia la supremacía del color en su obra. Es el apunte que abre la tercera etapa del recorrido, donde la riqueza cromática que marcó su estilo toma cuerpo a partir del paisaje, otro de sus asuntos especialmente queridos, sobre todo desde que en 1912 conociese Mallorca, donde se afincaría definitivamente en 1948, tras volver del exilio, y residiría hasta su muerte.

Aparentemente esteta, Anglada Camarasa no vivía en una torre de marfil. Era republicano y masón, y tuvo que cruzar la frontera hacia Francia cuando el ejército franquista entró en Barcelona. Tenía entonces 68 años y una salud delicada. Pese a las penurias, sobrevivió gracias a la ayuda de sus amigos parisinos y los ingresos por la venta de sus pinturas, que comenzaban a ser muy valoradas tanto en Europa como en Estados Unidos.

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En palabras de Empar Rosselló, la isla balear es "donde en el artista deja fluir en sus obras su estilo más atrevido: cuadros de paisajes donde todo es color, telas que deben ser contempladas desde una cierta distancia para que nos revelen la forma, porque desde la proximidad sólo somos capaces de ver largas y gruesas pinceladas de colores que se entremezclan con el lienzo".

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