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Reportaje:

Hacia el ecuador de la Feria de Abril

Los inmigrantes latinoamericanos se pasean entre las casetas de la Mar Bella

El martes es un día tan menestral y proletario que ni siquiera es el día de las criadas. Pero unos empleados lo celebran a bombo y platillo, como saliéndole al encuentro al puente. Se están zampando una pringá en una de las casetas. A que el martes va a ser el día de las comidas de trabajo... Está todo un poco solo. Tras haberla visto de bote en bote, esta tarde la Feria de Abril ha cobrado un aspecto extraño. Antes de llegar al ecuador de las cosas, es preciso atravesar las regiones desérticas. Aquí hay tan poca gente que hasta la caseta de CiU parece llena. La del PP, ni por esas. Dos dependientes de Los Extremeños (perrunillas con cereza, mojicones y pestiños) apuran sus cervezas y hablan para pasar el rato: "O sea, que tu abuela es tía de mi madre". "Nooo". "Pues no me aclaro". Gira la noria con indiferencia.

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Me detengo a hablar con unos chicos que han venido desde Sitges. Son todos de Guayaquil, señal de que nos dirigimos hacia el ecuador del asunto. Christian, Estela, Washington, Marlon y Wendy. A Marlon tam-bién le dicen Cachorro. Tienen entre 22 y 33 años. Les ha llamado la atención la pantalla digital de una de las atracciones. Estela acude a la feria por tercer año. Christian llegó a España hace cuatro días, y no es una expresión. "Pero ya me quiero ir". ¿Lo que menos le gusta de lo que ha encontrado? "El trato de indiferencia".

La nada es una atracción de feria cubierta con su lona, y la indiferencia es una noria vacía que da vueltas. Muchos de los que han venido a la feria están rellenando nuestras nadas, como mano de obra, por supuesto. Pasa un hombre haciendo footing. Tres asiáticos contemplan las luces de discoteca antigua de los autos de choque. Se parecen a sus tres sombras. En la pista, una pareja de chicos persigue a una pareja de chicas. Reírse y chocarse..., ése era el secreto. Una mamá de 45 años viene desde Rubí junto a sus dos hijos de 21 y 18. Son de El Oro, una provincia ecuatoriana. Cuentan que allí las fiestas resultan más animadas, con más juegos y diversión y más gente. Al principio les ha dado vergüenza criticar lo que no les gusta de este sitio. Luego se han ido soltando. Sólo un poco, claro. Han llegado para trabajar y no quieren tener problemas. Estaban sentados sobre el colchón hinchable de una atracción vacía.

Pepe, de Alcaudete, eso está por la parte de Jaén, corta un jamón. Es feriante y dice que Barcelona es uno de sus puntos preferidos, junto con Córdoba y Madrid. "La de Sevilla, no; todo es para particulares...". El año pasado, y éste sobre todo, la presencia de inmigrantes latinoamericanos en la feria le ha llamado mucho la atención: "No son derrochadores. Vienen, se comen su pollillo y se conforman". Una familia colombiana asegura que en su tierra cualquier feria tiene más ambiente que la de esta tarde. El padre no ha abierto la boca. Sólo ha mirado con mirada campesina. Mientras, se apagan las luces de las atracciones. Jano y Mardi son de Trujillo, Perú. Pasean con su hija Lekia, de un año. Ellos tienen 30 y 33, respectivamente. Ambos se han instalado en el sector de la hostelería; en concreto, como empleados de Pizza Hut.

El tiempo pasa como si nada y se hace la hora de cenar. Los camareros andan a la caza del cliente. "¡Doce sardinas! ¡La ensalada sus la regalo! ¡Y el pan también!", dice uno. Es un momento ideal para visitar la exposición fotográfica del francés Lucien Roisin Besnard, que anduvo cámara al hombro por Cataluña y Andalucía durante los años veinte y treinta. Una señora se para ante una estampa de Blanes, donde un pastor conduce unas ovejas: "¡Huy! ¡Huy! ¡Si levantaras la cabeza y vieras cómo te han dejado tu pueblo", le advierte al hombre golpeteándole con un dedo.

A la salida del recinto, el autobús gratuito que lleva hasta la boca de metro de Selva de Mar da un rodeo por un lugar que parece la periferia de un barrio soviético. La mayoría de los vagones de la línea 4 van vacíos. Me vuelve al oído una frase pronunciada hace apenas unos minutos: "...pues mañana vendrán las personalidades". Acaso estuviese bien que lo hicieran en metro. Con una gorra de visera y unos alfajores envueltos en el pañuelo. Y una bolsita de carquinyolis.

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