La SEC sienta la mano
A la Stock Exchange Commission (SEC), el organismo regulador del mercado de acciones en EE UU, no le ha temblado el pulso para sancionar con 1.400 millones de dólares a los diez bancos de inversión más importantes del país, que incluyen nombres tan conocidos como Salomon Smith Barney, Crédit Suisse First Boston, Merrill Lynch, Morgan Stanley o Goldman Sachs, por citar a los cinco que tendrán que pagar las multas más elevadas (entre 400 y 110 millones de dólares). Las sanciones son la conclusión de más de un año de investigaciones para detectar las prácticas de información y análisis interesados que, en palabras del presidente de la SEC, "destruyeron vidas y arruinaron a muchos pequeños inversores". La SEC detectó un grave fraude a los inversores y obró en consecuencia. No se limita a las sanciones; también ha impuesto condiciones muy severas para separar la actividad de análisis del negocio de inversión en los bancos.
Una interpretación complaciente insistiría en la firmeza de la SEC para atajar las conductas corruptas o irregulares en los mercados de acciones cuyas condiciones básicas de funcionamiento son la transparencia y la confianza en los agentes mediadores. Aunque ésa sea una lectura demasiado optimista, lo cierto es que las autoridades estadounidenses son consecuentes con los compromisos de seriedad y dureza adquiridos después de los daños terribles causados a la confianza empresarial y de los inversores por los escándalos de Enron, Arthur Andersen, WorldCom o Global Crossing. No está claro que pueda decirse lo mismo de los reguladores del mercado en Europa o, sin ir más lejos, en España. ¿Acaso entre las empresas cotizadas europeas nunca se producen irregularidades similares a las que convulsionaron el capitalismo estadounidense el año pasado? Suponer que estas prácticas sólo se dan en empresas norteamericanas, mientras todas las europeas y españolas actúan de manera impoluta, debería repugnar, cuando menos, al sentido común.
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