Tras renunciar a las 35 horas, hay que trabajar más

Los impulsos reformadores del Gobierno se enuncian en pocas palabras: hay que trabajar más. La revolución conservadora consiste en liquidar definitivamente la filosofía defendida por sucesivos Gobiernos de izquierda, que redujeron la jornada laboral hasta dejarla en 35 horas semanales. Sin abolirlo completamente, el Gobierno endureció las condiciones de su aplicación y congeló el pase de las pequeñas empresas a ese sistema, que en la práctica ha quedado desvirtuado.

Tras dos años de incremento del paro y en medio de constantes reducciones de plantilla en grandes empresas industriales, el mensaje de que no hay futuro sin trabajar más resulta difícil de hacer tragar. El ministro de Trabajo, François Fillon, ha exhortado a las empresas a que conserven a sus trabajadores de más de 50 años, renunciando a las bajas incentivadas y las prejubilaciones, sin que de momento esté claro si se trata de una mera recomendación o un anuncio de que se va a impedir o dificultar la práctica de "rejuvenecer las plantillas" con normas concretas.

En el seno del Gobierno hay también avanzados preparativos para reducir el enorme tamaño del sector público, del que participan más de 5 millones de personas y al que siguen perteneciendo los grandes colosos industriales: EDF/GDF, en el sector de la energía, el Servicio de Correos o el grupo de telecomunicaciones France Télécom.

Antes de abordar las privatizaciones de grandes empresas estatales, el Ministerio de Economía ha propuesto no sustituir a uno de cada dos de los funcionarios de la Administración que se jubilarán este año, principalmente profesores, lo cual implica reducir su número en unos 30.000. Esto permitirá ahorrar 500 millones de euros el año próximo y más de 4.000 millones en 2008, en un Presupuesto que dedica a salarios y pensiones más de 100.000 millones de euros este año. La potencialidad explosiva de tal proyecto ha obligado al primer ministro Raffarin a aclarar que la decisión no está tomada.