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Hacia el trasplante total de rodilla

El éxito del injerto de media articulación lo convierte en una alternativa a la prótesis

En mayo de 2001, Byron Javier Puente Lucero tenía 36 años y trabajaba como mensajero. Accidentalmente, un coche le golpeó, se cayó de la moto y sufrió una fractura en la que se le astilló gravemente la tibia. A pesar de que fue operado varias veces, no pudo conservar la articulación y seguía con mucho dolor. Un año después, se arriesgó a ser el primer paciente al que se realizaba en España un injerto parcial (la mitad inferior) de rodilla de un cadáver (aloinjerto). El trasplante evolucionó sin rechazos ni infecciones y, al cabo de 10 meses, los especialistas pudieron confirmar su éxito con una radiografía.

Hasta que en mayo de 2002 se realizó este primer aloinjerto parcial de rodilla en el hospital Central de la mutua Fraternidad Mupresa de Madrid, sólo se habían trasplantado los ligamentos, los meniscos y el platillo tibial (zona en la que se apoya el menisco) con su menisco. El trasplante parcial de rodilla comprende los dos meniscos y los dos platillos tibiales o meseta tibial. Según los expertos, está indicado en pacientes jóvenes cuando sufren traumatismos graves con fractura en la que se astilla la parte superior de la tibia, es una alternativa a la prótesis y abre las puertas al trasplante total de rodilla.

Una de las ventajas de este trasplante es que no precisa tratamiento inmunosupresor

"Desde que me caí he estado haciendo rehabilitación y ayudándome durante mucho tiempo con muletas. Ahora, casi un año después del trasplante, todavía hay veces que me duele la pierna y tampoco puedo flexionarla completamente. Pero con todo lo que sucedió, y ante la posibilidad de estar con una rodilla inmovilizadada o llevar una prótesis, estoy muy contento", sostiene el primer y único paciente español que ha recibido el trasplante parcial de rodilla, y cuyo caso está en trámites de publicación en The American Journal of Bone and Joint Surgery.

"Cuando un paciente sufre un traumatismo de tal intensidad, no sólo se produce una fractura, sino que además los meniscos se destrozan. Por tanto, el paciente se queda en muy malas condiciones y con un dolor tremendo. La intervención consiste en resecar toda la zona deteriorada, conservando los ligamentos cruzados, y sustituir la meseta tibial deformada del paciente por una meseta de cadáver con la inclusión de ambos meniscos", sostiene Juan Ayala Andrade, cirujano ortopédico y director médico del centro madrileño.

El menisco es una estructura fibrocartilaginosa con forma de media luna que se encuentra situada entre la superficie articular del fémur y de la tibia. La superficie de la tibia se articula con la superficie inferior de los meniscos, de tal forma que permite la movilidad y que el cartílago no se deteriore.

"Cuando se quita un menisco se produce un contacto directo entre ambas superficies articulares, el cartílago se deteriora y es el primer paso de lo que llamamos inicio o antesala de la artrosis. Desaparece el cartílago, se deteriora el hueso subcondral y aparecen deformaciones óseas importantes", dice Ayala.

Según este especialista, cuando la fractura es limpia, se escayola o se opera y la evolución es favorable en casi todos los casos. Pero cuando la fractura es conminuta, es decir, cuando el hueso se rompe por múltiples sitios, los resultados no son tan alentadores. "En estos casos", explica, "se dispone de dos alternativas: aplicar una prótesis, que suele estar indicada en pacientes mayores, o realizar quirúrgicamente la fijación de la rodilla".

El aloinjerto es un tejido biológico obtenido de un donante muerto que se utiliza para la reconstrucción de defectos tanto de huesos como de partes blandas de un paciente. Existen distintos métodos de conservación y esterilización del aloinjerto, pero los que más se utilizan son la congelación para el primero (los órganos se conservan a una temperatura de entre menos 70 a menos 130 grados centígrados) y la radiación gamma para el segundo.

En 1984 el japonés Shino utilizó por primera vez el aloinjerto en la rodilla. En 1986, algunos centros españoles, entre los que se encontraba el equipo de Juan Ayala, empezaron a emplearlo en ligamentos cruzados, más tarde en meniscos y platillos tibiales y en 2002 en la meseta tibial.

Una de las ventajas de este trasplante es que es muy difícil que se produzca un rechazo y, por tanto, el paciente no tiene que seguir un tratamiento inmunosupresor, como sucede con los trasplantes de otros órganos. La razón principal que evita el rechazo es que los tres tejidos que conforman la estructura trasplantada (hueso, cartílago y menisco) son acelulares o hipoacelulares en el momento en el que se trasplanta el aloinjerto. Y el rechazo de un trasplante se produce sólo cuando las células no reconocen ese órgano o elemento extraño y presentan una respuesta inmune.

"En lo que concierne al tejido óseo, al congelarlo para su conservación, las células mueren y sólo se mantiene la estructura mineral. Dicha estructura es la que servirá de andamiaje para que luego crezcan las células vivas del propio paciente. En cuanto al menisco, es un tejido fibrocartilaginoso acelular, y en lo que se refiere al tejido cartilaginoso, es el único que preserva cierto grado de celularidad aunque es muy difícil que se produzca un rechazo", añade Jesús Campo, traumatólogo y responsable de Extracción y Procesamiento del Banco de Huesos y Tejidos de la Fundación Hospital de Alcorcón, de Madrid, centro que suministró el órgano trasplantado.

El rechazo no es pues un problema para el injerto de hueso, pero en cambio existe el riesgo de que no se incorpore totalmente a la estructura ósea del receptor o que se produzca una infección. En el caso de este paciente, según Campo, "la incorporación ha sido prácticamente del 100% y eso se debe a que las medidas del órgano trasplantado se ajustaban a las del paciente y, sobre todo, a sus características. Se trata de un enfermo joven y por tanto dispone de mayor capacidad biológica que un anciano y puede incorporar mejor los injertos".

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