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De la Crida a Tommy Franks

La trayectoria de David Madí se ha movido entre el nacionalismo y el atlantismo

Nació en 1970, cuando los estadounidenses invadieron, en plena guerra de Vietnam, un país neutral: Camboya. Y su cese se produce tras la caída de Tikrit. Quizá este sino bélico norteamericano haya convertido al destituido David Madí Cendrós en un convergente atlantista proclive a entender la intervención norteamericana en Irak, aseguran algunos militantes nacionalistas. Por paradójico que parezca, es precisamente esa guerra la que -arguyen oficialmente desde CiU- ha motivado la ruptura del pacto entre la federación nacionalista y el Partido Popular. Madí, las encuestas manipuladas e Irak han constituido, por tanto, una triada indisociable en las últimas semanas.

Nacido en el seno de una familia burguesa, ex propietaria del legendario Floïd para el afeitado -"hay cuadros en casa de su abuela que creía que estaban en un museo", se explaya un amigo de los Cendrós-, David ha dejado de hacer gala a su nombre: ya no es el débil pastor que se enfrenta al Goliat de turno. Con el paso de los años se ha convertido en un hombre que pisa fuerte y al que, como el general Tommy Franks, jefe de la fuerza expedicionaria en Irak, no le tiembla la voz cuando debe hablar de daños colaterales.

Madí empezó como joven nacionalista en La Crida. Pero cuando llegó a la organización, bajo la advocación de una tía suya, aquellos pacificistas radicales ya no pintaban de color de rosa las fragatas de la VI Flota que recalaban en el puerto de Barcelona. Y ahora, aseguran quienes le conocen de cerca, ha acabado comprendiendo las razones de ese nuevo orden empeñado en convertir la sabia y compleja Mesopotamia en un polvoriento patio trasero. En el trayecto entre uno y otro punto, Madí ha tejido una amplia red de amistades y complicidades que le franquearon las puertas del Palau de la Generalitat y le llevaron a ser el brazo derecho del conseller en cap, Artur Mas. "Es de los jóvenes que ha pasado de la facultad al coche oficial, sin oficio político", asegura un viejo militante de CDC. Igual les ha sucedido a otros amigos suyos: Oriol Pujol Ferrusola -quinto hijo de Jordi Pujol-, Marc Puig, Quico Homs y Àlex Bas... jóvenes neopujolistas, en afortunada denominación grupal con que les ha bautizado el periodista Francesc Marc Álvaro en su libro Ara sí que toca (Edicions 62). Madí y sus amigos se han erigido en la guardia pretoriana de Mas, al margen de los añejos militantes. No los necesitan. Ellos son depositarios y agentes activos de un proyecto que encabeza Artur Mas y que ayer mismo el propio Madí, ante la comisión parlamentaria, calificó sin atisbo de ruborde "deslumbrante".

Emulando a lo que el abuelo Joan B. Cendrós hizo en Òmnium Cultural durante la época franquista, David Madí se ha planteado como misión conseguir que el nacionalismo catalán de CiU se perpetúe en el poder por medio de la figura de Mas. Porque Madí se define como nacionalista a fuer de liberal. Eso en el terreno ideológico. En la práctica la cosa varía, pues los modos intervencionistas de Madí harían las delicias de cualquier progresista o, peor, izquierdista, tan distantes del destituido secretario de Comunicación y sus amigos. Porque Madí, al igual que el resto de los jóvenes heraldos de Mas, tiene como referente el antisocialismo o el anticolectivismo. Un veterano nacionalista que vivió los rigores del franquismo ironiza con que el ahora destituido "teme tanto a los socialistas que mira cada noche debajo de la cama por si alguno se ha agazapado ahí".

La cuna burguesa, en este caso, imprime carácter, pero es al tiempo un elemento positivo: si algo reconocen a Madí incluso sus detractores es que no persigue prebendas. Sus fobias y filias están en función del proyecto que está defendiendo, simple y llanamente. Critica descarnadamente ante su equipo a los periodistas que se atreven a analizar críticamente la figura del conseller en cap. Es un hombre expeditivo que entró en la Administración catalana por la puerta de Gobernación, departamento del que entonces era titular Xavier Pomés. Su trampolín, el contacto con esa guardia pretoriana que ahora apoya a Mas y que en 1992 empuñaba las pancartas del Freedom for Catalonia y silbaba al Rey de España en el acto de inauguración del estadio Lluís Companys.

El fogoso activista Madí ha sentado, como sus amigos, poco a poco la cabeza: fue nombrado jefe de gabinete de Mas cuando éste fue nombrado consejero de Economía y el verano pasado se casó. Clásica ceremonia religiosa, con cientos de invitados, en un brillante exterior. Pero los elementos imprevisibles le jugaron una mala pasada. Descargó una tormenta y los invitados no tuvieron más remedio que refugiarse en sus automóviles ante la incapacidad de la capilla para acoger a más de un centenar de personas. Lo imprevisble siempre acontece. Y la moderación en las formas de Madí se ha visto en ocasiones alterada por actuaciones poco ortodoxas para alguien con cargo público y que presume de liberal: intervenir y articular una candidatura a la presidencia de Òmnium Cultural, la plataforma fundada por el abuelo Cendrós y que Madí, aseguran, considera un predio.

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