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Crónica:FÚTBOL | 29ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Apoteósica Real

Los donostiarras trituran con un extraordinario partido al Madrid, convertido en un adefesio de equipo

Santiago Segurola

El formidable despliegue de la Real desmontó la idea de un paseo militar del Madrid en esta Liga, que se aboca a una emotiva recta final. Ablandado por los desmedidos elogios que ha recibido en los días previos, el Madrid se encontró con la cruda realidad de un campeonato que tiene a la Real como protagonista indiscutible. Su partido alcanzó el rango de la perfección, pues nada faltó ni sobró en su juego, que tuvo las dosis exactas de precisión, pujanza, rapidez, buen orden y remate. Fue una demostración insuperable de virtuosismo que no encontró respuesta en el Madrid, reducido a la mínima expresión en Anoeta, escenario de su colosal fracaso.

En las calurosas ovaciones a sus héroes, con Xabi Alonso como bandera, se apreció la conexión de la hinchada con su equipo. Se escenificó de alguna manera aquel tiempo inolvidable de la Real que ganó dos títulos de Liga en el viejo Atocha, o eso pareció al observar en la gente la pasión que desata el fútbol cuando se protagoniza algo grande. La Real está para ganar la Liga, o para perseguir el título hasta el último aliento. Lo sabe su afición y lo sabe el Madrid, que no encontró la manera de responder al huracán. Probablemente tampoco estaba preparado. Arrancó a jugar con la vanidosa dejadez de los equipos que se consideran por encima de las contingencias del fútbol, y muy pronto se enteró de la clase de calvario que le esperaba.

REAL SOCIEDAD 4 - REAL MADRID 2

Real Sociedad: Westerveld; López Rekarte, Kvarme, Jáuregui, Aranzabal; Karpin (Tayfun, m. 80), Xabi Alonso (Boris, m. 74), Aranburu, De Pedro (Gabilondo, m. 87); Nihat y Kovacevic.

Real Madrid: Casillas; Salgado, Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Figo (Miñambres, m. 46), Flavio (Guti, m. 46), Makelele, Zidane (Portillo, m.71); Raúl y Ronaldo.

Goles: 1-0. M. 3. Aranzabal progresa por la izquierda, dribla con facilidad a Hierro y cruza la pelota hacia Kovacevic, que marca.

2-0. M. 20. Flavio pierde el balón, lo que deriva en un perfecto contragolpe de la Real, interpretado por De Pedro, cuyo magistral centro lo remata Kovacevic.

3-0. M.30. Karpin gana un balón dividido a Roberto Carlos y entrega a López Rekarte, que aprovecha la velocidad de Nihat para enviarle un pase corrido que no logran interceptar ni Hierro ni Helguera. Nihat aparece solo frente a Casillas y anota.

3-1. M.31. Excepcional pase de Zidane a Ronaldo, que bate a Westerveld.

4-1. M.32. Xabi Alonso recibe la pelota sin ningún rival cerca y clava un preciosa remate que entra junto al palo izquierdo de Casillas. 4-2. M.84. Portillo marca tras recibir un pase profundo de Raúl.

Árbitro: Moreno. Amonestó a Flavio.

32.000 espectadores en Anoeta.

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La Real es cualquier cosa menos una banda de diletantes. Ahora mismo es el equipo más concreto del fútbol español, un ejemplo de máximo aprovechamiento de las cualidades de sus jugadores. Todo está explotado hasta las últimas consecuencias: la pierna izquierda de De Pedro, el corpachón y la puntería de Kovacevic, la velocidad de Nihat, la inmensa categoría de Xabi Alonso como distribuidor, el silencioso y decisivo trabajo de Aranburu, la clase tantas veces desperdiciada de Aranzabal, convertido ahora en el lateral que pareció ser en sus primeros tiempos. Este aprovechamiento sólo se explica desde el trabajo de su entrenador, por mucho que el fútbol sea un estado de ánimo y la Real se beneficie de los agradables días que atraviesa. No se puede explicar de otra forma el radical cambio del equipo, sumido en los últimos años en dificultades que estuvieron a punto de conducirle a la Segunda División. A la vista de su perfecta organización, del solidario ejercicio que ofrece el equipo cada domingo y del protagonismo de sus mejores jugadores, está claro que alguien maneja con sabiduría los hilos de la Real, que logró la apoteosis frente al Madrid.

El partido quedó caracterizado por la sublime actuación de Alonso, el jugador que congrega todas las cualidades de la Real. Tiene clase, recursos, ingenio y abnegación. También tiene carácter. Parecía un mariscal frente a un rival que impresiona por la nómina de sus estrellas. Si fue o no el mejor del partido importa menos que la sensación que transmitió, la de un jugador sobre el que se puede construir un gran equipo. Eso es lo que fue la Real, que entró en el partido a saco. Lo hizo con un fútbol maravilloso, intenso pero nunca desbocado, de una precisión absoluta tanto para jugar la pelota, como para desactivar al Real Madrid, como para buscar las partes más débiles del líder, que en este caso fueron numerosas. Aranzábal buscó a Hierro, que falló en el primer gol. Se le agolparon los años de repente al gran central madridista, incapaz de detener al lateral. Fracasó Flavio en el segundo tanto, aunque su fracaso es por elevación: no se explica cómo puede tener un puesto de titular en el Madrid. Se estrellaron los centrales en el tercer gol de la Real, en lo que fue la primera aparición de Nihat. El catálogo de errores fue escandaloso. Roberto Carlos penó durante todo el encuentro, lo mismo que Figo en el primer tiempo. El Madrid se quedó sin plan desde el primer momento y no tuvo a nadie para sacarle del agujero. Sus figuras estaban en otra parte, adormecidas por los halagos, ajenas a un partido que puede traer graves consecuencias al Madrid.

No hubo otra dirección que la marcada por la Real. En la primera parte abusó del Madrid por la banda izquierda, donde Míchel Salgado no encontró ayuda alguna para detener a De Pedro y Aranzabal, que recibían el maravilloso suministro de Xabi Alonso. Ese primer tiempo confirmó la idea que se tiene de la Real como un conjunto extremadamente equilibrado: se defiende con mucha gente y ataca con varios jugadores. Lo puede hacer porque siempre está agrupada en pocos metros, sin distraerse, cada uno metido en su función. Todo lo contrario de lo que sucedió en el Madrid, que fue un monumento al desorden y la improvisación. Se defendió mal y no atacó. Sólo un pase maravilloso de Zidane a Ronaldo le permitió dar alguna señal de vida. Pero ese gol no le valió de nada porque la respuesta de Xabi Alonso fue rápida y contundente. Su tiro fue un prodigio de precisión y buen toque. Era el cuarto gol y no había más que decir. Anoeta estalló de emoción y saludó a su equipo con un entusiasmo indescriptible que se prolongó hasta el último instante: lo merecía el impagable partido de la Real, de cuyos méritos para combatir por el liderato no hay duda. Que lo diga el Madrid, aplastado en Anoeta, casi convertido en un adefesio de equipo. Quién lo diría hace cuatro días.

Westerveld consuela a Ronaldo, que se duele en el suelo.
Westerveld consuela a Ronaldo, que se duele en el suelo.JESÚS URIARTE

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