_
_
_
_
Reportaje:

Laureles literariamente incorrectos

Cara a cara entre Ferran Torrent y Vicente Gallego, que han sido distinguidos con el Premio de la Crítica

Miquel Alberola

Es la primera vez que dos escritores valencianos resultan agraciados en la misma edición del Premio Nacional de la Crítica. El acontecimiento resulta tan extraordinario que el novelista Ferran Torrent desempolva la cristalería de su abuela y dispara una salva de cava para brindar con el poeta Vicente Gallego en su casa de Sedaví. No se conocían, aunque Gallego sí había leído en la facultad algún libro de Torrent. El novelista, en cambio, nunca se había asomado a los versos del poeta. Ambos deciden regalarse sus libros y levantan sus copas por el premio. "No sé si es un buen síntoma o si se trata de una casualidad", sacude el autor de Societat limitada, libro considerado por la Asociación de Críticos Españoles como el mejor que se ha publicado en catalán en 2002. Torrent viaja enganchado a la cola del cometa. En una semana, su libro ha sido distinguido con tres galardones: el de la Crítica, el Serra d'Or y el Joan Crexells.

Ferran Torrent: "Tengo la sensación de estar enfermo terminal por los premios que recibo"
Vicente Gallego: "Es una bendición que los valencianos tengamos dos idiomas"

Vicente Gallego, en cambio, se mueve a ras de suelo. El autor de Santa deriva parece recién salido del gimnasio. Tiene los músculos tensos, pero sólo para exprimir mejor el licor del idioma. "La literatura valenciana vive un momento importante. Hay poetas fantásticos en ambas lenguas", reparte como Salomón. "Es un síntoma", atornilla Torrent, "pero yo no hago demasiada reflexión sobre la literatura catalana y castellana en el País Valenciano, aunque es evidente que hay buenos narradores". Ambos reconocen que pese a que ha habido épocas tensas entre los escritores en una y otra lengua, ya no es el caso, aunque Torrent apostilla que para llegar ahí no es necesario escribir en lenguas distintas. "Es una bendición que tengamos dos idiomas", valora el poeta.

Gallego lía un cigarrillo hippie y quita hierro al hecho de que el reconocimiento para ambos venga de Madrid, puesto que no es la primera vez que los poetas valencianos en castellano han merecido alguna distinción en premios importantes, pero Torrent se apresura a justificar que a él lo ha elegido un jurado catalán: "En el caso de Vicente sí que es un reconocimiento, pero en el mío no". El autor de Societat limitada aprovecha para remarcar su asombro sobre cómo digiere Madrid a los escritores del ámbito cultural catalán. "Me parece extraño que nunca un narrador catalán traducido al castellano haya tenido éxito, cuando los vascos o gallegos traducidos, como Bernardo Atxaga o Manuel Rivas, sí que han sido bien acogidos en Madrid", expone sin ánimo de queja.

El creador de Santa deriva, poemario que mereció el premio Loewe en 2001, es el primer sorprendido con el galardón. Torrent, por el contrario, confiesa que hacía días que lo sabía. "Cualquier escritor que esté esperando que le den un premio, tiene todos los números para ser infeliz en su vida", previene Gallego, quien considera una suerte recibir el Premio de la Crítica. "Sabes que estás metido en el bombo, pero aparte de que tu libro pueda ser bueno hay una serie de azares que tienen que ponerse de acuerdo. ¡Hay tantos grandes poetas que no han sido reconocidos...! Por ejemplo, César Simón", se duele. La mayor satisfacción es la cantidad de amigos que le han llamado para felicitarle.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

-Ahora ligarás más -le augura Torrent.

-Eso no funciona -rebate Gallego como si hiciera tiempo que lo hubiese constatado.

Torrent matiza: "Cuando me dieron el primer premio, en el casino de Sedaví me dieron la mejor mesa para que jugara. Después te joden la pasta, si pueden". El novelista tiene la sensación de estar "enfermo terminal" por la cantidad de premios que está recibiendo. Sabía que existían, pero nunca pensaba en ellos. "Me hubiese gustado que llegase más repartido, pero no voya quejarme porque vengan de golpe", se sincera.

Los dos libros han sido hemisféricos para sus autores. Con ellos ha habido un antes y un después. Gallego considera que le redescubre la escritura de la poesía. "Es un libro que se aparta bastante de lo que había hecho antes y en el que me encuentro con un tono que no había practicado: una poesía más lírica, más despojada, más abstracta, menos narrativa...", razona. Y sospecha que ésta va a ser la poesía que le va a interesar más a partir de este momento. Torrent admite en él una primera etapa que va de de No emprenyeu el comissari a Cavall i rei; una segunda de Gràcies per la propina a L'illa de l'holandés, y una tercera que empieza en Societat limitada, continuará con Espècies protegides (su próximo libro) y que acaso culmine otra novela.

Pese a su ya dilatada carrera como poeta, con trabajos tan considerados como La plata de los días o La luz, de otra manera, Gallego jamás ha cobrado derechos de autor. "En la poesía uno no se plantea cobrar porque la tradición es, salvo excepciones, no pagar a los autores", deplora. "Vendemos poco, pero lo que vendemos se nos debería retribuir con la exactitud con que se retribuye a los grandes narradores que venden muchísimo. Es una actividad que te cuesta tu esfuerzo, lo lógico es que después de que se vendan los libros parte de ese dinero revierta en ti", denuncia. Por el contrario, Torrent es tratado como novelista de éxito. Vende más en Cataluña que en la Comunidad Valenciana, aunque ha triplicado ventas entre el público valenciano con la última novela.

Mientras que Gallego trabaja para poder escribir, para Torrent escribir es su trabajo. Sin embargo, el poeta considera justo y necesario trabajar en la planta de tratamiento de residuos de Dos Aguas ("en ese trabajo y no en otro") y tener la obligación de levantarse a las seis de la mañana como hace el novelista por devoción para luego escribir cuatro horas seguidas,según días. "¿Pero dónde está el trabajo?", se interroga Torrent para responder con solemnidad: "El trabajo es que no desconectas nunca". "Siempre estoy pensando en la novela, aunque esté comiendo con un amigo. El trabajo es enfermizo, se crea desde la enfermedad mental. Necesitas apasionarte, crisparte... No sé el grado de obsesión que se necesita para hacer poesía", requiere a Gallego. "El mismo", asesta el poeta.

Gallego y Torrent escapan al prototipo. Ambos se dedican a escribir lo mejor que pueden y a procurar que eso llegue al público. "Todo lo demás es accesorio", diagnostica el poeta. Para Gallego, un escritor debe de hacer su obra, no una carrera literaria. "Yo siempre he ido de francotirador", arrea Torrent como si rompiese una copa de su abuela. Desde que inició Gràcies per la propina decidió que quería hacer sólo novela. "Ni radio, ni televisión, ni nada: sólo novela. Este tipo de planificación es incompatible con hacer el idiota. No puedes hacer vida social ni distraerte con los que te envidian por este premio", certifica. Aunque metidos en celos, Gallego echa en falta la envidia de Salieri a Mozart, en la que hay una comprensión por la genialidad que le lleva hasta matar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_