Disney en casa de Sadam
La vivienda de Tarek Aziz y un palacio del dictador encierran los símbolos de la cultura norteamericana
Un tablón de anuncios en la cocina del antiguo viceprimer ministro iraquí, Tarek Aziz, está cubierto con fotografías que muestran un hombre que llevó una vida cómoda. Con sus características gafas de culo de botella y bigote gris, Aziz es ampliamente reconocido en el extranjero por su carrera como ministro de Exteriores y eterno defensor del régimen de Sadam Husein. Educado en la Universidad de Bagdad, capaz de hablar un perfecto inglés, era el único cristiano entre los veteranos líderes del partido Baaz. Hace algo más de un mes corrió el rumor de su deserción del régimen, mientras Estados Unidos amasaba en Kuwait fuerzas para la guerra, pero Aziz reapareció en televisión dos días después para declarar ante los periodistas su lealtad a Sadam Husein. Conforme las tropas estadounidenses se fueron acercando a la capital, él se esfumó del escenario, igual que Sadam y la mayoría de los altos cargos del país.
Aziz, nacido con el nombre de Mikhail Yuhanna en 1936 cerca de Mosul, en el noreste de Irak, deja atrás un hogar lleno de efectos personales que ilustran tanto la grandeur como la normalidad cotidiana. Los contenidos indican que, a pesar de todos sus vituperios contra EE UU, tenía un vívido interés en autores estadounidenses, desde memorias políticas hasta los perfiles de los famosos de Vanity Fair.
Su casa, de cuatro pisos, se asienta junto a un recodo del río Tigris. En la entrada hay una estera tejida que reza: welcome. La vivienda está repleta de piezas de iconografía cristiana: un pequeño retrato de Cristo, una figurita de la Virgen María en la cocina y un tapiz con la imagen de un sacerdote ortodoxo junto a un espejo en el dormitorio...
El estudio de Aziz es una espaciosa habitación en el bajo, con estanterías repletas de textos de y sobre sus adversarios, como el del ayatolá iraní Ruhola Jomeini y George Bush padre, así como docenas de volúmenes atribuidos a Sadam Husein. Posee varios libros sobre la guerra entre Irán e Irak y una colección sobre los servicios de espionaje de EE UU, incluyendo la obra de Bob Woodward Secreto: las guerras secretas de la CIA 1981-1987. También tiene varios ensayos occidentales sobre política en la región, incluyendo el de Judith Miller Dios tiene noventa y nueve nombres: reportaje de Oriente Próximo, y la de Daniel Yergin El premio, sobre la política del petróleo. En consonancia con su pasado diplomático, Aziz tiene dos libros de Henry Kissinger: Diplomacia y Los años en la Casa Blanca. Y perdido entre la maraña figura La mayor amenaza, de Richard Butler, quien dirigió el equipo de inspectores de la ONU en los años noventa. Su colección incluye una autobiografía del general israelí Moshe Dayan y diversas obras sobre el sionismo. Tiene La guerra de Sadam, un relato de la invasión de Kuwait en 1990 y la respuesta internacional que provocó, escrita por John Bulloch y Harvey Morris, y La guerra de Hitler de David Irving, sobre el fürer alemán, con quien se ha comparado a Sadam Husein.
Películas norteamericanas
Junto a esta colección de libros hay docenas de ejemplares de la revista Vanity Fair. En una cabina de cristal que sobresale de la estantería reposan unas 50 películas estadounidenses en DVD. Los títulos incluyen series dramáticas (El Padrino), temas ligeros (Algo para recordar) y de acción (Dragón, de Bruce Lee).
En lo que respecta a las otras lecturas de Aziz, los marines abrieron varias cajas de seguridad cuando llegaron a la casa abandonada el miércoles por la noche y cogieron pilas de documentos oficiales, que serán analizados por los expertos.
En el segundo piso se halla un extraordinario dormitorio con ropas de moda y colonias para hombre sin abrir, como Obsession. El cuarto de baño está regado de revistas Cosmopolitan y alguna novela rosa de Danielle Steel.
A unas manzanas de la vivienda de Aziz, en la misma orilla del río, se yergue una de los complejos-palacio de Sadam. Cubierto con andamios por estar aún en construcción, fue derruido por una bomba de dos toneladas hace menos de dos semanas. Dispersas por el patio trasero que conduce al río se ven numerosas estatuas romanas de figuras desnudas y leones de cerámica recubiertos de una carcasa de oro. Un vistazo alrededor revela detalles de los gustos de Sadam: una piscina, un garaje vacío para cuatro coches y jardines decorados con flores.
El techo de la bóveda de una mansión colonial, situada al sureste del complejo, está pintado imitando el estilo de la Capilla Sixtina: docenas de querubines flotando entre las nubes bajo un cielo azul.Las casas del complejo están adornadas con gigantescos espejos e imágenes del líder iraquí. En la entrada de uno de los edificios hay una escultura de Sadam a caballo y blandiendo la espada y un busto de mármol de su cabeza. Alrededor de una escalera de caracol se encuentra un mural del tamaño de la pared, en el que figura la familia de Sadam vestida de gala. Por el contenido de las habitaciones parece que el palacio fue habitado por mujeres y niños: armarios repletos de cientos de vestidos y pares de zapatos de mujer y juguetes dispersos.
Un despacho equipado con los aparatos de dentista ocupa una habitación de otra de las mansiones del complejo. El del salón está alfombrado por revistas de moda. Una cinta de casete de Sonrisas y lágrimas se halla junto al equipo de música. El cuarto de baño principal está decorado con toallas de Christian Dior. Tiene bicicleta estática y en la habitación de al lado se amontonan vídeos de ejercicios de gimnasia. Arriba, en la estancia de los niños hay una pequeña cama de madera y una exuberante colección de juguetes estadounidenses y baratijas de cultura pop: animales rellenos y con caracteres de dibujos animados como el diablo de Tasmania, Popeye y el gato Silvestre. Las paredes están decoradas con carteles de Snoopy y fotografías de Disney World, junto a fotos de la cantante Britney Spears, aparentemente sacadas de una revista. Un calendario descansa en un pupitre, al lado de figuritas de plástico. Se trata de Spiderman, Batman y los enanitos de Blancanieves.
© The Washington Post Company
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