La ducha escocesa

La noche parecía ir de colisiones estéticas. Irrumpían los tambores y los bombos aragoneses de Carmen París, seguidos por un ballet modernísimo. Así que nadie se sorprendía de que pasáramos de los premios razonables a los más que discutibles. Nuevamente, Vale Music volvía a llevarse el Premio a la Mejor Discográfica del Año, lo que evidencia que los autores saben agradecer a los que untan mantequilla sobre sus tostadas, sean cuales sean sus métodos artísticos.

Tal vez el colectivo de votantes de la Academia afine más de lo que pensamos. La avalancha de premios sobre Amaral podía interpretarse como una compensación por su escandalosa ausencia en los siempre alucinantes Premios Amigo. Pero no: vista la competencia, nadie discutiría los méritos de Amaral. Se trata de un dúo musical y literariamente culto, que ha sabido llegar al gran público con un bello abanico de estilos y un cancionero apasionado. Confirmaron su inteligencia con parlamentos contundentes y sensatos.

También fueron protagonistas de un premio chocante: clasificar a Eva Amaral y Juan Aguirre como "autores revelación" equivale a no enterarse de que habían editado discos antes de Estrella de mar. Se perdonó todo por el placer de volver a estudiar el atuendo deconstruido de Eva.

Exista o no el voto de simpatía, imposible poner objeciones a la doble victoria de Rosendo. El hombre de Carabanchel es un paradigma de honestidad en el rock nacional, pero, además, su última entrega pertenece a su mejor cosecha. Igualmente vencedor por partida doble fue Chaboli, que ha dado con elegancia el salto de percusionista a productor de genio. Aunque con colaboradores en esas labores, es el responsable del homenaje a su desaparecido padre -Jeros, de Los Chichos- y, sobre todo, el delicado último disco de Niña Pastori, su actual esposa.

Bonita casualidad: la pedrea recordó el notable momento creativo de músicos que florecieron en la inquieta Barcelona de los setenta: Carles Benavent, Joan Albert Amargós y Toti Soler se llevaron trofeos.

Más marciano resultó que se juntaran las músicas electrónicas con las de baile y los raperos (ganó la remezcla de la hispano-cubana Lucrecia). Miopía es hermanar esos mundos tan diferentes: se obvió a la nutrida tropa del hip-hop. Un amante del hip-hop, Fermín Muguruza, sufrió una insólita división de opiniones a la hora de recoger el Premio a la Mejor Canción en Euskera. Parecería que se toleraba un determinado discurso antibelicista, pero que no era políticamente correcto mencionar un conflicto mucho más cercano como el del País Vasco. Fermín no recibió la solidaridad de los siguientes premiados por tan desagradable ataque a su libertad de expresión.